Dune, parte dos: exitoso regreso al planeta Arrakis

En su amplio análisis, Noé Vázquez resume la historia y la mitología detrás de Dune, la legendaria saga literaria de Frank Herbert, al tiempo que comenta las distintas adaptaciones cinematográficas hasta llegar a la más reciente: Duna 2, dirigida recientemente por Denis Villeneuve.

La más reciente entrega de Denis Villeneuve, Duna: parte dos (2024) marca una distancia importante con respecto a su predecesora, estrenada en un momento un tanto difícil en la industria del entretenimiento: la pandemia pasada en el 2021. El estreno de esa secuela sorprendió a los espectadores y críticos —solo hay que revisar las calificaciones en Rotten Tomatoes— al entregar una obra con más dinámica entre las distintas fuerzas que conforman el argumento, con más tensión dramática y mayor profundidad psicológica en relación a los personajes. Duna: parte dos es más impactante, apela a nuestras emociones primitivas de una manera más contundente y seduce por su estética visual, por la música de Hans Zimmer, por sus escenarios y su impactante fotografía, por el diseño de arte y la arquitectura.

Y es que no es para menos: la cinta ha logrado conciliar la taquilla con el éxito de la crítica. La mayoría de las reseñas celebran la película como un logro que da continuidad a la primera parte y redondea los planteamientos de la novela. Aunque la primera parte tuvo un éxito relativamente moderado, los estudios no tenían planes de financiar una secuela. Fue una decisión afortunada la de Warner al comprometerse con este proyecto que costó ciento veinte millones de dólares y, al ver la película, nos damos cuenta de que vale cada centavo. Debemos reconocer la importancia de un director como Denis Villeneuve quien es de los pocos realizadores-autores con la confianza necesaria de parte del estudio y con suficiente libertad creativa para una cinta de tal magnitud.

La adaptación cinematográfica de la novela de Frank Herbert, Dune, publicada en 1963-1965 ha sido un sueño contemplado por algunos cineastas como el multifacético Alejandro Jodorowsky, quien intentó realizar su adaptación y solo se quedó en la fase de preproducción dada la complejidad del proyecto y el gasto involucrado en su realización. A principios de los setenta, Jodorowsky ya era un director de culto conocido por obras como La montaña sagrada (1973) y El topo (1970). El realizador había tenido un éxito impresionante en Francia, en donde llamó la atención del productor Michel Seydoux, quien había distribuido El topo en Europa.

Seydoux le propuso a Jodorowsky producirle su próxima película: la que fuera, la que él quisiera y sin ningún límite o imposición creativa. El realizador no dudó en mencionar Dune. Jodorowsky estaba muy involucrado en asuntos místicos, espirituales, religiosos y la obra de Herbert reunía los requisitos para una producción jodorowskiana. Dune tiene que ver con las drogas enteogénicas y el camino hacia lo sagrado, con lo místico y religioso que hay en el ser humano, y también con la búsqueda de la ampliación de nuestra consciencia cósmica. Seydoux aceptó producir el filme, pero con el paso del tiempo el proyecto se hizo cada vez más costoso y ambicioso, y se salió del presupuesto original.

El cineasta buscó la colaboración del dibujante Moebious, con quien realizó un sinfín de storyboards, diseños y toda clase de dibujos: cerca de 10 mil bocetos que aún se conservan y que sirvieron de inspiración para otros artistas y distintos proyectos alternativos. El director también buscó la colaboración de Dan O’Bannon en el diseño de los efectos especiales y del artista visual Hans Rudi Giger, quien trabajaría más tarde en la saga Alien junto con Riddley Scott.

Llevar la novela de Herbert al cine es un reto colosal dado que se trata de una epopeya galáctica que involucra muchos mundos, muchos personajes y una gran cantidad de problemas técnicos a resolver. Dune tuvo mucha repercusión en la década de los sesenta, una época en donde se descubrían nuevas drogas y la sociedad capitalista y cosmopolita estaba redescubriendo la sabiduría ancestral, la espiritualidad alternativa y el uso de drogas recreativas. De ahí la enorme importancia de la novela de Herbert y el proyecto de Jodorowsky. Dune sería, para él y para los espectadores, una droga visual capaz de transportarnos a otros mundos. El proyecto de Jodorowsky fracasó porque ninguna productora quiso desembolsar los 15 millones de dólares que costaba el proyecto y además, por las muchas excentricidades del director, quien buscaba que la obra tuviera catorce horas de duración.

Dune seguiría su camino en la búsqueda de una adaptación fílmica. Más tarde, los derechos de la obra serían adquiridos por Dino de Laurentis, quien tuvo a bien reclutar a David Lynch quien realizaría su propia versión: Duna (1984). En esta entrega se buscó la participación, otra vez, de Hans Rudi Giger, quien había sido parte de los spiritual warriors, el legendario equipo de Jodorowsky. La versión de la historia resultaría en un fracaso a nivel comercial y de crítica, esto llevaría a que Lynch se desentendiera de la obra. Muchos consideran que David Lynch comete errores al contar la historia o que es difícil de entender el argumento.

Lo cierto es que el realizador no tuvo la oportunidad de hacer el corte final. Más tarde, la productora reconocería su error y se le ofrecería hacer una “versión de director”. Lynch rechazaría la oferta. Dune también tuvo versiones televisivas en formato de miniserie pero hacía falta una versión fílmica que pudiera considerarse completa y definitiva, y esto es lo que ha tratado de hacer Dennis Villeneuve con las dos entregas que ha presentado. Villeneuve tiene el respaldo de una carrera muy sólida en el género de la ciencia ficción: es el realizador de dos joyas contemporáneas aclamadas por la crítica: Bladerunner 2049 (2017) y The Arrival (2016).

Un poco de contexto para entender lo que sucede con Duna: parte dos. La novela de Frank Herbert está ubicada diez mil años en el futuro y transcurre principalmente en tres planetas: Caladan, hogar del personaje principal de la saga, Paul Atreides y casa de este linaje, la Casa Atreides; Giede Prime, hogar de los Harkonnen o de la Casa Harkonnen, quien controla el comercio de la especia melange, la sustancia más valiosa del universo, sin la cual no serían posibles los viajes espaciales; por último, el planeta Arrakis, lugar donde se produce el recurso natural más valioso, la especia. En el mundo de Dune están prohibidas las máquinas que repliquen el pensamiento o la inteligencia humana. No existe la inteligencia artificial, a cambio de eso, se cultiva la inteligencia natural, la expansión de la mente, la intuición, la profecía, la adivinación, los sueños premonitorios, la capacidad de hacer cálculos matemáticos que resultarían imposibles para un ser humano normal.

Para poder potenciar estos poderes se recurre a la especia, una droga que tiene varios usos: puede utilizarse para condimentar los platillos de los nobles, para aclarar la mente, para inducir sueños proféticos; puede ser una droga lisérgica que permite encontrar respuestas a las cuestionamientos de la comunidad, tal y como en algunos pueblos originarios. La especia permite una visión ensanchada de la realidad y el poder de vislumbrar el camino a tomar ya que permite ver el futuro. De ahí la importancia del planeta Arrakis. Este es un planeta desértico con tormentas de arena mortales y en donde solo pueden sobrevivir un grupo de tribus que han encontrado la forma de adaptarse. Arrakis está poblado de gusanos gigantescos que viven sumergidos en las arenas del desierto.

Los gusanos reciben el nombre de Shai-Hulud y de ellos depende la existencia de la especia. La especia es resultado de un proceso químico en donde las excrecencias del animal se mezclan con el agua del rocío y el calor del desierto. Los gusanos también reciben el nombre de Viejo del Desierto y tienen un carácter sagrado para los pueblos que habitan en el planeta. Los gusanos son de varios tamaños y pueden alcanzar medidas hasta de 400 metros de longitud. Estas criaturas hacen que la existencia en Arrakis resulte peligrosa: un encuentro con ellos puede resultar mortal; sin embargo, no es tan fácil deshacerse de ellos. Sin los gusanos, ni siquiera existiría la especia, y por tanto, los viajes espaciales.

Otro elemento principal de la saga es la presencia de las Bene Gesserit. Ellas son el grupo de mujeres detrás del poder y son responsables indirectas de muchas decisiones tomadas por las principales casas de la nobleza. Las Bene Gesserit buscan mejorar el desempeño de la especie humana partir de ciertos cruces e intercambios genéticos. De alguna forma, realizan prácticas eugenésicas. Ellas son sacerdotisas, consejeras, adivinas, concubinas. La hermandad tiene poderes sobrenaturales para incidir sobre el destino de las personas y tiene mucho poder de convencimiento. Las Bene Gesserit son tan importantes que es difícil dar una lectura política del mundo de Dune sin sopesar su influencia.

La Casa Harkonnen opera un poco como un imperio y otro poco como una empresa transnacional o transplanetaria avariciosa y sedienta de ganancias que se dedica a explotar indiscriminadamente los recursos naturales de diversos planetas. Los Harkonnen representan el capitalismo extractivista, agresivo, salvaje y colonizador que somete a los pueblos para robar sus recursos naturales. Los Harkonnen tienen una marcada disciplina espartana, por momentos recuerdan a los nazis.

Duna: parte dos sigue las aventuras de Paul Atreides, interpretado por Timothée Chalamet, quien se encuentra en el planeta Arrakis con su madre, Lady Jessica. Lady Jessica pertenece a la hermandad de las Bene Gesserit y es concubina del duque Leto. Para el momento en que la película empieza, Paul Atreides ha escapado de Arrakeen, que es un bastión de los Harkonnen en Arrakis. Ahí es donde muere el duque Leto en una confrontación con sus enemigos. Paul Atreides y Lady Jessica son abandonados en el desierto para que mueran, pero son encontrados por los Fremen, una tribu del desierto.

Desde la primera parte de la película, Paul Atreides tiene sueños premonitorios dado que ha estado expuesto a la especia. Hay que hacer notar que basta con aspirar el aire del desierto de Arrakis para recibir la sustancia y su influencia. Paul piensa que sobreviene una guerra santa que enfrentará a los Atreides con los Harkonnen. Paul se une a los Fremen con la intermediación de Stilgar (Javier Bardem), quien considera que Paul es el mesías del que hablan las antiguas escrituras que han predicho su llegada. Stilgar representa el pensamiento religioso y sus creencias, y constantemente valida la idea de que Paul habrá de guiarlos en una guerra contra del enemigo, en este caso, los colonizadores Harkonnen.

Arrakis es un planeta riguroso, violento, inhóspito, no cualquiera puede vivir ahí. Sus habitantes poseen trajes especiales que reciclan toda la humedad del cuerpo para que nada se desperdicie. Asimismo, están acostumbrados a vivir sin agua ya que en el planeta no hay mantos acuíferos ni corrientes ni mares. Las lágrimas no se desperdician, está mal visto llorar por los muertos y cada vez que alguien muere, su cuerpo es reciclado de toda su humedad. Si falleces en el planeta, sus habitantes te van a devorar y a drenar con una manguera de fluidos. No existen mapas completos del planeta y ni siquiera los Harkonnen lo conocen bien. El sur está habitado por tribus misteriosas, entre ellas, los Fremen, que son una parte importante en el desarrollo de la trama.

Paul Atreides, junto con su madre, habrá de influir en las decisiones de los Fremen y otras tribus, quienes lo ven como un mesías: el esperado Muad’Dib. Durante toda la cinta se pone en entredicho la existencia de esas profecías. Para algunos, esas predicciones son reales y se sostienen a partir de la fe religiosa y el fanatismo; para otros, es una simple historia para convencer a los incautos. Cada uno de los actos de Paul parece confirmar aquello que está escrito. Lo que más tarde se aclara es que dichos augurios fueron un invento de las Bene Gesserit, quienes las implantaron en la conciencia de los Fremen.

Paul Atreides aprenderá las costumbres y el idioma del pueblo Fremen para convertirse en uno de sus guerreros más importantes, mientras que su madre, Lady Jessica, se convertirá Reverenda Madre de la tribu al beber el Agua de Vida, lo cual le dará la memoria de todas sus predecesoras y se convertirá en la líder espiritual del pueblo, su sacerdotisa máxima. Durante su estadía con los Fremen, Paul conoce a Chani (Zendaya) y se involucra románticamente con ella. Chani es escéptica con respecto a la profecía, para ella, es un simple cuento para niños. Chani no es creyente y representa la parte racional y escéptica que no cree en los mitos y ejerce cierta crítica mordaz hacia los fanatismos religiosos. Mientras tanto, Paul tomará el camino del héroe y los rituales de iniciación a partir de combates en contra de los invasores Harkonnen y mediante el llamado y la cabalgata sobre un Shaid-Hulut gigantesco.

Son muchas las lecturas que se pueden obtener de Dune: parte dos. Una de ellas tiene que ver con el encontronazo entre dos civilizaciones distintas: una que pretende colonizar y explotar los recursos naturales y otra representada por los pueblos nativos, en este caso, los Fremen, que defienden su territorio para que puedan vivir de acuerdo a sus usos y costumbres. Esta lectura antropológica es común en otro tipo historias como es el caso de Avatar (2009) de James Cameron, solo por poner un ejemplo. Otra lectura deriva del ecologismo: Arrakis tiene un equilibrio orgánico y un ecosistema que se ve amenazado por la extracción y la explotación de especia por parte de los Harkonnen, quienes tienen cultivos en la zona. Dichos cultivos son estratégicos y representan un bien muy valioso.

Herbert construyó un universo orgánico en donde cada elemento está relacionado con otro de una manera equilibrada. El argumento de Dune está marcado por la presencia constante del destino, la predestinación, la profecía. Hay algo de tragedia en ello, al estilo de los griegos. Existe una tensión entre la consciencia del libre albedrío y la idea de que ya todo fue decidido con antelación. Como en las grandes religiones, el personaje principal tiene un carácter mesiánico y esto lo relaciona con la figura un Elegido o Ungido presente en algunas religiones: un personaje dotado de características ideales y ejemplares que conducirá al pueblo a un destino glorioso y paradisiaco. Paul Atreides se distingue en todo: es un excelente peleador y guerrero, tiene el don de la clarividencia, posee liderazgo y carisma con las masas.

El camino del héroe, los ritos de iniciación y el tránsito de todo hombre hacia la mayoría de edad son temas que se exploran en la saga y se condensan en la figura del personaje principal. Para los Fremen, Arrakis está destinado a convertirse en un paraíso vegetal con afluentes corriendo por todas partes. Dune invoca sentimientos místicos, de pertenencia universal. Hay un nivel constante de espiritualidad y de invocación a lo sagrado que hay en todo, tanto en los objetos animados como en los inanimados. Y también, la influencia del fanatismo religioso en el devenir de los pueblos. El gran mérito de la obra de Herbert y de la saga de Villeneuve es sacar partido de esos mitos identificables y familiares que forman el imaginario colectivo del espectador o el lector y que son fácilmente reconocibles por las mayorías.

Duna Parte Dos tiene un diseño de arte que destaca e imprime una personalidad fuerte a cada uno de los planetas. Se advierte el brutalismo de una arquitectura que parece remedar la escuela soviética. Con un diseño de escenografía imponente y grandilocuente, el responsable del arte de la película, Patrick Vermette, toma como inspiración diseños previos como los de Hans Rudi Giger y del dibujante Moebius. Cada una de las casas reales tiene un estilo característico; no obstante, el que más destaca es el que podemos llamar “estilo Harkonnen”: más somero, espartano y brutalista. Algunas estructuras parecen zigurats mesopotámicos o pirámides precolombinas.

Una tendencia a mencionar es el biomimetismo de las naves espaciales que remeda formas de animales, es el caso de los ornitópteros, que tienen forma de libélula y que parecen fundirse con el paisaje. Otras naves semejan rocas gigantescas que flotan en el paisaje desértico. Algunas máquinas parecen descomunales cosechadoras de hierro oxidado semejantes a las empleadas en la era soviética. La arquitectura Harkonnen está diseñada para ser intimidante. Lo que transmite es la frialdad y la despersonalización de una dinastía marcada por lo frugal y lo espartano. Hay ciertos guiños a Leni Riefenstahl en El triunfo de la voluntad (1935), que también es una celebración y homenaje al espíritu militarista de los nazis.

A través de la fotografía de Greig Fraser que retoma paisajes del Abu Dahbi y el Valle de la Luna en Chile, la película logra ambientes inmersivos y naturales que nos venden la idea de estar habitando otro planeta. Esa fotografía transmite la belleza del desierto con sus atardeceres de tonalidades sepias, marrones y naranjas que dan al paisaje una apariencia intimidante, vertiginosa y descomunal que parece envolvernos. Ese desierto parece ser una entidad viva y orgánica, con su propio ecosistema. El paisaje infunde fascinación y deseo de viaje pero también, terror ante lo que puede encontrase ahí. Sin duda, un elemento perturbador y peligroso.

Para que la casa productora Warner Bros y Legendary Films pudieran financiar un proyecto como Duna: parte dos, se requirió del respaldo en la base de lectores y conocedores de la película. La productora necesitaba estar segura de que sería un éxito. De ahí la importancia de ese grupo de fans a quienes se les debe respeto. Esto debe equilibrarse con las necesidades artísticas del realizador, a su visión como autor y su comprensión del concepto. Y esto a su vez, con las necesidades comerciales de la productora que debe recaudar lo invertido y generar ganancias en taquilla. Otro elemento es la necesidad de ser fiel al espíritu del texto de Frank Herbert a partir de una resignificación de la obra que aporte algo nuevo a lo ya concebido en la novela, pero una que pueda ser válida y acorde a las expectativas del público. Al final, se trata de equilibrios que, si se sostienen, dan como resultado una película como esta.

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