En el onceavo programa de esta temporada, el viernes 30 de mayo, la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY) estuvo bajo la batuta de Alejandro Basulto quien repitió en el papel de director huésped con una nítida obra de Yussef Díaz, una enérgica obra de su autoría para orquesta y xilófono en las manos –y baquetas–, de Eusebio Sánchez y una argéntea toma de la poco interpretada Sinfonía 6 de Dvořák.
Para Preludio y víspera, que fue la primera obra y cuyo título me parece muy atinado y en sintonía con la fuente de inspiración de este colega compositor, –el cambio climático–, no tengo mucho por relatar, pero si puedo reconocer la maestría demostrada, la claridad en la gestión del espacio, la delicadeza y paradójica potencia que tienen los caminos tímbricos y una notoria y cimentada solidez estructural. En cuanto a la interpretación, fue a unos decididos violonchelos a quienes Basulto guió para lanzar el motivo que hubo de permanecer y transformarse durante los breves pero intensos cinco minutos, el resto de la cuerda, bien balanceada por la entendida batuta, fue tocando el gesto y poco a poco las maderas aparecían esperando el relleno de los metales y la percusión que entre devaneos expande y contrae un cuerpo sonoro construido con mucha claridad.
Escucho nitidez y quizás de ahí viene lo que, según el programa de mano, este colega compositor resume de su pensamiento: […] Hay que aprender a redactar, a hacer proyectos. Muchos no saben hilar un párrafo. Por eso deben aprender a redactar sus ideas correctamente. Qué manera tan neta de redactar e hilar estas ideas musicales, que probablemente no hubiesen tenido existencia si no fuera por el énfasis que diversas organizaciones, como la OSY, ponen en divulgar música de nuestros tiempos, específicamente escrita por talento yucateco.
Astillas, concierto para xilófono y orquesta, la segunda obra, es en palabras del compositor (y director): […] de estructura tradicional […] que utiliza elementos […] más modernos y personales[1]. Al igual que con la obra de Yussef, no tengo mucho que decir sobre la obra. En elle escucho una cualidad incontenible que, desde esta estructura tradicional, carga y domina con el peso de la convención a la vez que propone y aporta a la literatura orquestal. Basulto aclaró que la obra: no tiene elementos programáticos[2], aunque percibo que, si algún cineasta así lo quisiese, podría utilizar cualquier sección o gesto de esta obra como un fuerte y contundente generador de afectos ¡nada qué decir sobre la ciclónica y fabulosa interpretación de Eusebio Sanchez!
En las tres atmósferas creadas, una para cada movimiento, Basulto guiaba a la OSY con la batuta de quien compone la obra – como lo hacía Mahler–, amalgamando, en esta ocasión, los vertiginosos devenires del solista que trascendían la poco usual aparición del xilófono en el repertorio orquestal. Si tuviese que decirlo en una frase, fue una travesía rítmica que pone de relieve la maestría que este espléndido compositor/director tiene para mesurar el movimiento en el aparato orquestal donde cada familia instrumental contribuye con equilibrio al tejido tímbrico. Para el encore, Eusebio nos regaló la interpretación de otra pieza mexicana, Frenétyco de Andrés Villegas, una comisión, al igual que ésta de Basulto.
Para concluir, una de las obras maestras de la música del género sinfónico, en palabras de Máximo Hernández[3]. La Sinfonía No. 6 de Antonin L. Dvorák, – que, coincido, es una magna obra, necesita de múltiples y numerosas escuchas –así de numerosas como las de los múltiples medios que relatan a su manera lo acontecido alrededor de la admirable OSY–, pues el compositor toma decisiones instrumentales que no sólo colorean el material temático, sino que también participan activamente en su desarrollo y transformación. Añadiendo al debate sobre el que escribe Máximo sobre la interpretación del contexto histórico en el que se escribe la obra[4], percibo que la orquestación integra las tradiciones centroeuropeas con sensibilidades nacionales bohemias usando distribuciones tímbricas que permiten una expresividad melódica, un aspecto peculiar en la obra de Dvorák.
En fin, con contrastes calculados y una fuerza que Basulto no olvidó en subrayar, la OSY dio una apasionante interpretación de esta sinfonía. Muy poco que esta escucha –de nuevo, siempre aprendiz–, pueda añadir al vasto cúmulo de tinta y energía digital para comunicar en medios lo acontecido en este programa. En general percibo la tendencia de un impulso identitario que lleva el estandarte de lo que sea que signifique: lo yucateco. Sea cual sea el caso, ¡qué noche!… ¡Bravo, Eusebio! ¡Bravo, Alejandro! ¡Bravo, OSY!
[1] Notas del programa de mano.
[2] Véase, antes, nota 1.
[3] Véase, antes, nota 1.
[4] Véase, antes, nota 1.