Contra Lázaro Azar y en defensa de la OSY

Felipe de Jesús Cervera arremete contra Lázaro Azar, crítico musical del periódico El Universal, quien en una publicación reciente denostó a la Orquesta Sinfónica de Yucatán, calificándola de "decadente" y, además, sólo valoró a los expatriados gentrificadores dentro de sus consideraciones. ¡Pasen a leer...!

No tuve más remedio que leer su nota acerca de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, “¿Me voy pa’ Mérida?”, publicada en Confabulario, suplemento de El Universal, periódico de circulación nacional, el veintitrés de marzo de 2025. Decidir por dónde empezar cuesta trabajo, por el extraño acomodo y desconcierto en sus consignas. Lo mejor será referirme a sus comentarios por orden de aparición, para delinear sus desbordes.

Usted señala a Mérida y a Yucatán con sorna, lo que no es de extrañar en el caso de los huaches. Les parece divertido siempre referirse así – como ahora usted lo ha hecho – acerca de nuestro pequeño país, configurado por una cosmogonía más allá de la comprensión de muchos en la condición de usted.

Pero resulta que, siendo campechano, usted no es huach. Eso es lo curioso: su gentilicio es adjetivo que describe la dulzura tradicional de sus verdaderos coterráneos, nada ajenos a mecerse en hamacas y patear la pared en el empeño. Clara es su autocolocación en el raro pedestal desde donde dicta sentencias, impulsado por una pasividad agresiva hacia una caricatura de lo que somos y cómo somos. Y está bien, es su criterio. En ningún sentido me parece respetable, pero a las personalidades quiméricas hay que dejarlas así –crédulas de tener razón y objetividad– nunca percatadas de la falacia ad hominem contra sí mismos.

Sí extraña la tendencia en su discurso, aunque no demasiado, esa dosis de lodo hacia el gran maestro Tomás Marín: pudiendo matizar para bien el cuadro de su vida y trayectoria –dada la cercanía que presume con la inolvidable maestra Stankovich– con tantos años significando –él– un signo de relevancia de Yucatán para el mundo solo aportó aquel desangelado comentario de Mata, como la cosa más relevante, a propósito de doctorizar una cátedra con el nombre ilustre de Tomás Marín.

Sus imprecisiones son incluso graciosas; cuando mucho, desventuradas. Actualmente es sencillo verificar algún dato, más allá de los buscadores de internet cotidianos. La Sinfónica de Yucatán, por ejemplo, debutó en febrero de 2002, bajo la batuta de Víctor Baruch Mayer y, como todo organismo vivo, la orquesta evoluciona. Está hecha de artistas dedicados al compromiso y al privilegio de integrarla. Suponiendo, sin conceder veracidad a ninguno de los planteamientos –de usted–, una nota puede sonar mal o incluso, peor. Es cierto, a Horowitz le pudo ocurrir; y es que a veces se tiene una mala tarde, como se dice en tauromaquia, sin menoscabo en la calidad artística de las partes o del todo.

Con cada esfuerzo de la sinfónica –directores titulares, directores invitados, solistas de casa, solistas visitantes de todas partes, repertorios amplios y una coordinación esmerada– se ha logrado solventar su valor, ajeno de aspectos administrativos que inciden, según usted, en la delicadeza del resultado artístico.

No siga preocupado, la Orquesta Sinfónica de Yucatán conservará su brillo. O quizá no, porque podría aumentarlo. Por otra parte, también es seguro que, a pesar del “amor” a sus raíces, usted no obtendría aquí más que desencuentros. No hay necesidad de poner a votación cómo sería recibido; desde luego es más útil que mejor no venga. Allí donde se encuentra, está usted muy bien.

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