Cronista de la luz y el color: In memoriam, Manuel Lizama

Ariel Avilés escribe a la memoria del maestro y artista yucateco Manuel Lizama (1931-2021). Que en paz descanse...

Sus dedos tenían una delicadeza especial cuando tomaban los pinceles, y su sensibilidad sabía capturar el alma de las cosas. Era un alma joven y antigua a la vez, por eso los misterios de las tradiciones del Mayab antepasado, encontraban reflejo inigualable en sus lienzos. Supo retratar el alma antigua de un Mérida que fue, que no volverá, pero que se añora a cada instante y captura la luz de las miradas de quienes hacen contacto con su obra. Manuel Lizama, supo ser el capitán de intrépidos navíos donde el arte navegaba a contra corriente y capeaba los más violentos temporales.

Supo ser el hermano mayor que arropaba en su pecho a los menores, como el abundante follaje de un corpulento algarrobo. Columna de hierro insustituible, deja un vacío en su comunidad de artistas gráficos, cuyo índice marcaba el camino que conducía a feliz puerto. Manuel Lizama se ha ido, su lugar en el Parnaso lo estaba esperando, ahora se encontrará con Ermilo y Faustino, y los tres nos pintaran atardeceres coloridos como nunca antes habíamos visto en nuestras tierras. El color, fue la lengua de amor que Manuel Lizama nos regaló, y sus poemas de luz perduraran entre nosotros para siempre.

Manuel Lizama, fue un pintor extraordinario, de esos que se dan una vez cada tanto; de los elegidos que saben poner alma a las cosas que plasman en sus lienzos y que, desde ellos, nos mandan un lenguaje de colores y de luz que les da vida. Su trayectoria creativa abarca etapas que la van definiendo como una senda donde fueron coexistiendo temas diversos, cada uno en su tiempo y su momento, y todos juntos, como un universo total de una plástica regional del más alto nivel. De la misma forma, fue el líder natural de varias generaciones de artistas de la plástica regional; fue el primero en romper con la formalidad de las galerías, y se lanzó a los espacios públicos y abiertos, para tomarlos para el arte, sin esperar permisos ni favores. En este rubro, fue un auténtico precursor y un iconoclasta maravilloso. De formación totalmente local, a esta tierra dónde se formó, le devolvió en especie los dones recibidos y la inmortalizó a los ojos del mundo. Además, fue muy generoso con los artistas jóvenes, a quienes dio siempre un impulso y les extendió siempre su mano amiga.

Manuel Lizama Salazar, nace en Mérida el 25 de junio de 1931, por lo que se ha ido cuando recién había cumplido noventa gloriosos años de fecunda vida. Se forma profesionalmente en la antigua Escuela de Artes Plásticas local. Posteriormente, ejerce la docencia en este mismo centro educativo, hasta su transformación en Centro Estatal de Bellas Artes, y permanece enseñando por más de treinta años, hasta su jubilación. Su labor creadora se puede dividir en etapas muy bien marcadas; y su participación en exposiciones se inicia en 1955 y perdura a lo largo de toda su vida. Fue un expositor tanto en forma colectiva, cómo individual.

Su obra fue presentada tanto a nivel local, como en diferentes estados de la república y también en el extranjero. Podemos señalar tres vertientes en su trayectoria creadora. Una de ellas, de la mayor importancia. Por un largo período, Manuel Lizama dedicó sus pinceles a recrear una Mérida ida en el tiempo. De una exhaustiva investigación en archivos gráficos, Lizama nos legó una larga y rica colección de imágenes de una Mérida de fines del S. XIX, e inicios del XX. Esta etapa creativa lo consagra como un cronista gráfico de Mérida. Una parte muy importante de esta producción, es propiedad del Ayuntamiento de Mérida, y es un verdadero tesoro del arte.

Después de esta etapa de retrospectiva pictórica, Manuel Lizama vuelca su labor creadora a sus raíces mayas. Usos, costumbres, ceremonias de un Mayab que se ha ido, pero que vive en la memoria del pueblo, reencuentra la vida en las formas y colores de su paleta. Las obras de este período, tienen la forma y los colores que nos evocan los viejos códices mayas. En ellas retrata escenas de la vida cotidiana, pero con un alma sensible y construye unas metáforas visuales de profundidad asombrosa. De esta etapa, me ha llamado la atención la obra titulada “Entretenimiento”, que es una escena de la vida cotidiana de un pueblo, pero en la que el mensaje del artista va mucho más allá. En este cuadro, Lizama plasma la figura de una mujer maya, está sentada a la manera de los antiguos sacerdotes retratados en los viejos códices, y alarga la mano para dar de comer a dos animales, míticos los dos, un ciervo y un x’kau; la mujer los está alimentando con granos de blanco maíz, el alimento que los dioses han usado en el proceso de creación del hombre. La estampa, bien podría ser sacada directamente del Popol Vuh. Esta es el alma que vive en la obra de este período creativo de Manuel Lizama, y que lo pone en la categoría de un pintor de gran entraña regional.

La tercera vertiente, es su incursión al muralismo. En esta etapa, encontramos su obra en lugares de primera importancia; tal vez la obra más conocida de este género, sea su mural en el Salón del Consejo Universitario de la UADY, pero también son importantes los de la JAPAY, el del Palacio Municipal de Valladolid, así como el de la Escuela Normal Urbana “Rodolfo Menéndez de la Peña” (este último no sabemos si ha sobrevivido al cambio de local reciente de la institución). También, en este giro, ha dejado obra fuera del estado, como el del Hospital “Victoriano Nieves” de Ciudad del Carmen, y el del Centro Cívico de Glendora, California, USA.

En su fase de organizador de los artistas plásticos locales, cabe destacar la integración de importantes grupos de creadores, como lo han sido, la Galería Ichcaansihó, el grupo Art-Hó y El Jardín del Arte. Por su amplia trayectoria, recibió los reconocimientos más importantes que se otorgan en el Estado de Yucatán, como las medallas Bellas Artes, Silvio Zavala, Yucatán y Eligio Ancona. En el momento en el que la parca inexorable se lo ha llevado, los esfuerzos del Mtro. Lizama estaban volcados a organizar dignamente el centenario del natalicio de otro gran artista de la plástica, Emilio Vera Granados. Celebraremos al querido Mtro. Vera, recordando también a Manuel Lizama.

Manuel Lizama se ha marchado al eterno mundo de la luz y del color, nos deja su creación y recreación de una Mérida ida, de una Mérida entrañable, una Mérida de la que él fue un cronista gráfico insustituible.

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