Una noche con el Cuarteto Internacional de Cuerdas de Yucatán

Inspiración compartida en el recital ofrecido en la Hacienda Santa Cruz

La velada con un cuarteto de cuerdas excede cualquier expectativa. Estos cuatro instrumentos, dos violines, viola y chelo, son capaces de crear una paleta de sensaciones tan amplia como la imaginación de cada compositor. Los resultados pueden ser espectaculares. A grandes rasgos, algo así se espera de una presentación del International String Quartet of Yucatán…

La elegancia en la noche del 20 de abril de 2017 estaba enmarcada por la sencillez. La cita fue en uno de los salones de la bellísima Hacienda Santa Cruz. Christopher Collins Lee y Timothy Myall en primero y segundo violín respectivamente, fueron complementados por Nikolay Dimitrov en la viola y con el cello de Nadezda Golubeva, todos miembros de la Orquesta Sinfónica de Yucatán. El repertorio presentaba una mezcla deliciosa de obras del siglo pasado, fastuosas por sus lenguajes musicales enmarcando la lejana belleza de una creación del siglo XIX, que en sí misma es un tratado de perfección y de refinamiento.

Grażyna Bacewicz, compositora polaca fallecida en 1969, fue la primera en ser escuchada. Su celebrado cuarteto No. 4, con el que obtuvo el primer lugar en el concurso de cuartetos de cuerda en la ciudad de Lieja (Bélgica) hace casi siete décadas, presenta un formato tradicional de tres movimientos. En apariencia no hay nada atípico, salvo la riqueza sonora que es norma en su legado. Sus ideas musicales sorprenden, por su emocionalidad minuciosa. A cada instrumento pide matices y más matices, hasta lograr un equilibrio que hace parecer más grande al pequeño conjunto. La obra está integrada por una secuencia de ritmos variados. Comienza con un Andante que se convierte en Allegro. Le sigue otro nuevo Andante como segundo movimiento, ahora con una introspección que complementa lo expuesto al inicio. Es como mirar el mismo paisaje buscando un ángulo diferente. El movimiento final, un Allegro Giocoso, cierra el círculo virtuoso. Su trepidante ocurrencia de armonías, deja una sensación de querer más de su belleza tan peculiar.

A mitad del concierto, el cuarteto de cuerda número 1 opus 44 en Re – de Félix Mendelssohn – contrastó lo ya escuchado. Estuvo perfecto allí, para transmitir la alegría que encierra su espíritu. Un impacto difícil de olvidar, por su importante vigencia: tal pareciera que hubiera sido compuesto hace relativamente poco tiempo.

Si hay una relación en el ánimo de su creador con dicho impacto, entonces fue un atisbo a la felicidad que vivía el hijo de Hamburgo, en aquel año 1838. En forma de sonata, está formado de cuatro movimientos: inicia con un Molto Allegro Vivace (Muy Alegre Vivo), continúa con un Menuetto Poco Allegro (Minueto Poco Alegre), alcanza sus mejores destellos con un Andante espressivo ma con moto (Andante expresivo pero con movimiento) y cierra con Presto Con Brío (Rápido con fuerza).

En pocas palabras, esta obra fascina no solamente por la diversidad de su riqueza melódica, sino por la extraña dulzura que posee, como un río que llega caudaloso a cascadas espectaculares y a remansos de paz que motivan a vivir en la bondad. Para finalizar la ocasión, Astor Piazzolla, el argentino que todos queremos, vertió en el ánimo un regocijo de proporciones insospechadas. Fueron dos sus obras, “La Muerte del Ángel” y “Tango a Cuatro”, las que en su brevedad, intencionalmente crearon el deseo de más de aquella naturaleza suya, de la que nunca podrá saberse qué tanto más encierra.

La dicha que produce el International String Quartet of Yucatan va más allá de lo escrito en una partitura. Cuatro arcos traducen cada pequeño sentimiento de cada compositor, mediante un proceso que en apariencia se describiría como pensar igual, respirar igual. Lo cierto es que poseen una magia interior que no admite definiciones. Ellos se encargarán de crear un universo nuevo, semejante a permitirnos conocer en persona a esos que inventaron las obras que amamos y que seguiremos amando. ¡Bravo!

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