50 aniversario de “El sonido del Eco”: una crónica musical

Con motivo de los 50 años de la banda rockera "El Sonido del Eco", Vicente Rivera Coronado escribe sobre el concierto de aniversario de esta agrupación yucateca en el Mérida Fest 2022.

Fotos: Ginón Bojórquez/Archivo

Aprovechando que se trataba de un evento al aire libre, con aforo limitado y muy bien cuidado, el viernes 14 de enero asistí al concierto “Come Together”, ofrecido por una de las bandas emblemáticas de nuestra juventud: El Sonido del Eco, que cumplía 50 años de fundada (Roberto Arcila dixit), en el marco del Mérida Fest 2022, organizado por el Ayuntamiento de Mérida.

Los reencuentros de esta banda siempre han sido gratificantes. Cada una de sus presentaciones han constituido un placentero viaje a esa época de los fuertes cambios que nos tocó vivir, a fines de los 60 y durante la década de los 70, en los que la música popular (con énfasis en el rock en sus diversos matices, blues, soul, gospel, rockabilly, jazz y funk) se enriqueció en ritmos, armonías y letras, devenidas en poesía y consignas de protesta, contra un sistema abusador que no reparaba en comerse (literalmente) a sus hijos, como en las pinturas de Francisco de Goya.

Con justicia se ha llamado al Rock la “nueva música clásica”. El Sonido del Eco, ha renacido una vez más con tres de sus elementos fundadores: Carlos Bojórquez (armónicas y guitarras), Fernando Valdez (batería y voz) y Roberto Arcila (bajo y voz), quienes presentaron un atractivo repertorio, complementado con reconocidos músicos locales y talentosos invitados. De rigor, el recuerdo y dedicatoria a dos de sus fundadores que se adelantaron en el gran viaje: Jorge Carlos Castro (director y tecladista) y Juan Cárdenas (guitarra líder).

Este tercer reencuentro (el primero en el Olimpo, el segundo en la FILEY y éste, al inicio de año en el emblemático Parque de Santa Lucía), nos trajo de nuevo agradables sorpresas: dos competentes vocalistas -Ellen Carol, canadiense radicada en Yucatán, de educada voz y Kenny Martin, un joven rockero emergente (y parte de la banda Becoming Ashes), con gran capacidad para el rock pesado y hard rock, además de la adición de una sección de metales originario de Cuba (que permitió la interpretación de grandes bandas del pasado (Chicago, Electric Flag de Buddy Miles, Idus de Marzo, Stevie Wonder, entre otras).

La incorporación emergente de Alger Erosa en la guitarra líder, ante la repentina enfermedad de Gabriel Rivas, permitió salvar el preciado repertorio, preparado con anticipacion. Este gran combo se complemento con Juan Ceh en los teclados y Miguel Mañaná en las tumbadoras. Un selecto repertorio se encargó de transportarnos al dorado pasado de nuestra juventud: los nuevos caminos de la música de rock, primeros romances, aventuras citadinas, conciertos en parques, escuelas, teatros, salas de la ciudad y del vecino puerto.

Época en la tuvimos tiempo para tomar noción de la represión oficial, mucha paz y amor, carnavales, bailes, hippiadas, la Era de Acuario, el arte Pop, la Psicodelia, el Hombre en la Luna, las comunas, Nixon, Regiones transparentes, Woodstock, Monterey Pop Festival, Altamont, Vietnam, las guerrillas en los montes, el Realismo Mágico y los Magical and Mistery Tours, entre otros hechos, de cuyas noticias, -pre Internet- nos llegaban a través de la prensa y las revistas (la llamada Dictadura del papel).

Todas estas cosas fueron, emergiendo esa noche en la memoria remota, mientras se desgranaban los éxitos el selecto repertorio. Un remanso, tras el encierro y la reserva social, con motivo de la perniciosa pandemia (inducida). Disfrutamos -fugazmente- éxitos de The Beatles, Chicago, Creedence, Santana, Billy Joel, Rolling Stones, Animals, Jeff Beck, Idus de Marzo, Buddy Miles, entre otras grandes bandas de Rock clásicas.

El clima fresco, noche despejada, aforo controlado, sana distancia, el romántico ambiente de Santa Lucía, ese acogedor rincón gastronómico, enológico y turístico en que se ha convertido el antiguo espacio de la trova de los jueves, cuyos bustos de ilustres compositores y músicos dieron fe del crossover hacia otros géneros musicales, como lo es el rock en sus diferentes vertientes.

La antigua raza Santiaguera se hizo manifiesta en este tercer reencuentro, en el que de nueva cuenta, fundadores e invitados dieron muestra de enjundia y conocimiento del paño, en el revolucionario género, creador de una subcultura que dejó una gran derrama económica por concepto de la puesta en valor de música, literatura, moda, merchandising y un amplio etcétera para la generación Boomer y descendencia adicta al vintage.

We came together…!

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