Por lo general, en el arte cinematográfico, las fuerzas que permiten desarrollar la historia están en los personajes, incluso en ciertos objetos, pero muy pocas veces están en los espacios donde suceden los hechos. Existen contadas películas que muestran la fuerza “actancial” de los escenarios. Si bien el término actante deriva de la semiótica literaria, es posible aplicarlo en la cinematografía, ya que aquí también se cuentan historias.
El concepto actante permite ampliar el término del personaje, el cual no sólo es sujeto de la historia, sino también cumple un papel y actúa. Y todo ello de modo integral. Por otro lado, el actante puede presentar una diversidad de roles: el de héroe o villano, el de ayudante o comparsa, entre otros. A veces un objeto puede promover la narración o impulsar a los personajes a actuar. Aunque difícilmente los escenarios de un relato literario pueden ser actantes, en una película esto sí llega a ocurrir debido a la dinámica que tiene el cine.
Un ejemplo de lo señalado es la película La familia, del director italiano Ettore Scola, de 1987, y que obtuvo alrededor de 40 reconocimientos, entre premios y nominaciones. El filme relata la crónica de la vida de una familia y sus varias generaciones, la cual pertenece a la burguesía romana. La historia arranca en 1906, fecha en que nace el protagonista central, y culmina en 1986. La narración es relatada por Carlo, el protagonista principal, que es profesor de letras. En una retrospectiva de su vida, a los 80 años de edad, Carlo hace una recapitulación desde su niñez hasta la vejez.
El protagonista de esta película nació en una familia burguesa a comienzos del siglo XX y cuyos padres eran artistas. En su adolescencia ocurre la Primera Guerra Mundial y la llegada al poder del fascismo italiano. Más adelante, contrae matrimonio con la que fuera su alumna, con quien procrea dos hijos. Su hermano Giulio formará parte de su familia luego de pasar largo tiempo en la cárcel. Y cuando llegan sus 80 años, Carlo vuelve tener una relación, aunque distante, con una antigua novia con la que rompió, y que casualmente es la hermana de su difunta esposa.
Vale destacar que las acciones de todos y que cada uno de los personajes de la película, son realizadas en el apartamento donde Carlo nació y creció junto con los de su generación. Conforme el protagonista principal avanza en su vida, surge la nueva generación, que está representada por sus hijos. Y así, más adelante, nacen los nietos, quienes habitan y hacen y deshacen en el mismo apartamento. El resultado es una crónica de varias generaciones que se mueven en el mismo espacio familiar.
Por lo anterior, es posible considerar que el apartamento de Carlo promueve a todos los que en él llegan y habitan. Si el espectador es escrupuloso en lo que mira, se dará cuenta de que no hay acontecimientos que sucedan fuera de dicho apartamento, que es el único escenario cinematográfico. Tal vez por ello y otras razones, el apartamento presenta una fuerza actancial que impulsa el desarrollo de todos los hechos de la historia. Sin moverse, el apartamento hace mover a todos, cada quien en lo suyo. Sin actuar, porque es un simple escenario, permite que la película discurra por todos sus rincones.
Tráiler oficial de La familia, Ettore Scola, 1987
Otro caso en el que destaca la fuerza actancial del escenario cinematográfico es el filme Ciudad de ciegos, del director mexicano Alberto Cortés, el cual recibió varios reconocimientos, entre los que destaca el Ariel por el tema musical compuesto por José Elorza e interpretado por Rita Guerrero (de Santa Sabina), Saúl Hernández (de Caifanes) y Sax (de Maldita Vecindad). Cabe destacar que, entre las diversas nominaciones al Ariel, está la de escenografía, que es clave para esta revisión.
La película está dividida en varios segmentos, que son las diez historias que integran el filme y que fueron escritas por distintos guionistas. Los diversos acontecimientos ocurren en el interior de un departamento de la colonia Condesa, en la Ciudad de México, a lo largo de treinta años. Al final, a consecuencia del terremoto que sucedió en la ciudad en 1985, el edificio donde estaba el departamento de la película sucumbe y ahí mismo culmina la historia.
Al igual que La familia, donde las historias de una familia y sus diversas generaciones ocurren en un apartamento, Ciudad de ciegos presenta las historias de diez inquilinos en el interior de un departamento. Además, este espacio escenográfico integra las diversas historias en una sola, la del departamento. Es por ello que en el mismo lugar entran y salen inquilinos, y dejan sus historias en los muros del departamento.
De manera semejante al filme La familia, en Ciudad de ciegos los protagonistas se desplazan por los pasillos del departamento y las habitaciones, y hacen su vida. Eso sí, todos tienen en común el mismo espacio. Ahora bien, de igual forma que en la película italiana, no es posible ver el mundo de afuera. Lo que ocurre en el mundo exterior se asoma en los comentarios de los personajes, la televisión, las conversaciones telefónicas, la radio, el vestuario y hasta la decoración. Sin que el espectador pueda ver nada del exterior, adivina el mundo de afuera y la época.
Nuevamente es el escenario cinematográfico el que promueve las acciones de los protagonistas e impulsa las narraciones, una detrás de la otra. Y en el transcurso de los treinta años que duran las distintas historias de la película, el departamento, que nació años atrás, siguió creciendo hasta morir. En ese instante, marcado por el terremoto de 1985, el departamento se derrumba. Por ello, al final, entre los escombros de aquel escenario donde sucedieron las historias, todo culmina con una canción que interpreta una banda de rock urbano sin que sus integrantes sean siquiera los últimos inquilinos.
Película Ciudad de ciegos, Alberto Cortés, 1991, completa
Hay otros filmes que, como La familia y Ciudad de ciegos, los escenarios, luego de promover los hechos, son testigos de los acontecimientos y los registran como suyos. Entre otras películas de este tipo, con escenarios cerrados, destaca el filme Intimidades en un cuarto de baño, de Jaime Humberto Hermosillo, de 1989. En éste, la historia ocurre, en efecto, en un cuarto de baño, donde el espejo juega una función especial: es el espectador virtual, una especie de ventana o cámara que da cuenta a los espectadores de todo lo que sucede en ese baño.
Ver en YouTube: Intimidades en un cuarto de baño [1ª parte]
Ver en YouTube: Intimidades en un cuarto de baño [2ª parte]
En otra película semejante, también de Jaime Humberto Hermosillo titulada La tarea, de 1991, los acontecimientos discurren en un departamento, el cual es testigo de todo lo ocurrido y filmado por la propia protagonista. En este caso, el escenario, además de contribuir en la provocación de los sucesos, es como cómplice de la protagonista que filma secretamente todo, de manera semejante como ocurriría con un personaje comparsa.
Tráiler del filme La tarea, de Jaime Humberto Hermosillo