En el año de 1960, por un decreto del entonces gobernador de Yucatán, Agustín Franco Aguilar, se crea la Medalla “Eligio Ancona”, cuyo objetivo es distinguir y honrar a los yucatecos por nacimiento que hubieran destacado en el campo de las artes, las letras y la cultura en general, y que hubieran puesto en alto el nombre de Yucatán. En el mismo decreto, el ejecutivo del estado depositó en la Universidad de Yucatán la facultad de convocar a esta presea, e integrar un jurado calificador que emitiera un laudo confiriendo la medalla.
En septiembre de ese mismo año se hizo la primera entrega de este reconocimiento al gran poeta José Esquivel Pren. En los años subsecuentes la recibieron Gustavo Río Escalante, Gonzalo Cámara Zavala, Joaquín Ancona Albertos, Alfredo Barrera Vázquez y Santiago Burgos Brito, sentando con ello un precedente con un nivel de excelencia, y así sucesivamente la han recibido los personajes más distinguidos de nuestro estado en todos los campos de la cultura, el arte y las ciencias.
Otra importante faceta en la labor creativa del Abuelo Gottdiener era la de orfebre; así que, el ejecutivo del estado encomendó al artista de los metales preciosos la elaboración de la medalla, la cual era ejecutada totalmente a mano, sobre un centenario de oro puro. Cada año, en el mes de julio, un enviado del Gobierno del Estado llegaba al mágico taller de la 60, con un centenario de oro, se lo entregaba al Abuelo acompañado de un sobre con los datos del recipiendario y la fecha en la que sería entregada la distinción.
El Abuelo montaba el áureo círculo en una prensa en el banco de trabajo, y con el juego de gurbias más delicadas, el Abuelo iba trabajando la medalla para darle su forma definitiva. De un lado de la presea, el Abuelo iba trazando la efigie del prócer, que iba copiando de un grabado de la época del célebre personaje. – Hay que cuidar todos los detalles del rostro, sentenciaba el Abuelo. Y ponía mucho cuidado en el estrabismo de uno de los ojos del personaje representado, Don Eligio Ancona. Cuando el relieve estaba terminado, el parecido del grabado, con el rostro tallado por el Abuelo, era extraordinario. Así era su calidad como miniaturista.
Al reverso de la medalla se consignaba el nombre del personaje distinguido con la presea y se asentaba la fecha correspondiente. En julio de 1979, llegó al Taller de la 60 el Profr. Luis Hoyos Villanueva, secretario privado del gobernador Dr. Francisco Luna Kan. Cuando abrí la puerta, el profesor. me dijo: -Qué bueno que tú me abriste, pues voy a necesitar tu complicidad. Vengo a traer el centenario para la Medalla Eligio Ancona; pero hay un problema, ésta le fue conferida al propio Gottdiener, y como comprenderás, él no debe de saberlo todavía. Así que te voy a dejar la moneda y dile al Abuelo que olvidé el sobre con los datos, y que se lo traeré posteriormente. Don Luis Hoyos me entregó el centenario y se fue a toda prisa. Yo me quedé de una pieza, y empecé a meditar qué le iba a decir al Abuelo, con el peso de ser poseedor de un secreto: El Abuelo iba a elaborar, sin saberlo, su propia medalla, lo cual resultaba fuera de lo común.
Gottdiener, estaba en el banco de trabajo tallando una figura en la roja caoba, y llegué a él y le dije: Abuelo, acaba de venir el Profr. Luis Hoyos Villanueva y dejó el centenario para la Medalla Eligio Ancona, y qué crees, se le olvidó el sobre con los datos, dijo que te lo trae posteriormente. -¡Qué lata!, dijo el Abuelo –sólo voy a poder adelantar el frente de la medalla. Ni modo, así se hará. Y dejó su tallado de madera para proceder a montar en una prensa el centenario de oro. La efigie de Don Eligio fue grabada sobre el oro, y la moneda quedó montada en la prensa, en espera de los datos del reverso.
Una noche de agosto, se presentó al taller el gobernador, Dr. Francisco Luna Kan; el Abuelo lo recibió y se sentó junto a él en los butaques. El Dr. Luna dijo: -Enrique, vengo a traer una noticia y una disculpa; la noticia es que, te ha sido conferida la Medalla “Eligio Ancona”; y la disculpa es que, aquí con la complicidad de el joven Avilés, hijo de mi amigo el Lic. Ariel Avilés Cuevas, hemos hecho que elabores tu propia medalla, y por razones obvias, no te hemos dado los datos para completar la medalla. Dicho esto, el gobernador le dio un gran abrazo al Abuelo y lo felicitó por lo merecido de la distinción.
Después de que el gobernador se fue, el Abuelo me dijo: -Qué bien guardado te lo tenías. Y el rostro se le iluminó con una amplia sonrisa, y me dio un fuerte abrazo.
El otorgamiento de la Medalla Eligio Ancona al Abuelo Gottdiener fue un caso sin precedentes, pues el decreto de su creación especifica que ésta ha de otorgarse a personas nacidas en Yucatán, y el Abuelo no lo era. Para tal fin, el jurado calificador añadió al laudo de la medalla un transitorio que consignaba que: “En esta única ocasión, se confiere esta presea a Enrique Gottdiener Soto, en consideración que, la totalidad de su obra escultórica está dedicada totalmente al pueblo maya yucateco”. Ni antes ni después de esta presea al Abuelo, todas las conferidas han sido a personajes nacidos en Yucatán. El otorgamiento al Abuelo, fue un verdadero acto de justicia, pues fue un hombre con un profundo arraigo a Yucatán, lugar que él hizo su verdadera patria chica.
Qué buen precedente. Es tiempo de eliminar el lugar de origen como atributo esencial de cualquier gentilicio.