Memorias del taller de Enrique Gottdiener Soto.
El hetzmek, es un ritual sagrado entre el pueblo maya, su importancia es equiparable con la del bautizo entre los cristianos. El hetzmek es el momento en el que el padrino de una criatura la sienta a horcajadas sobre su cadera, para anunciar su apadrinamiento a toda la comunidad. Esta importante tradición no escapó al ojo alerta del Abuelo, y la plasmó magistralmente en piedra. Pero la historia de la estatua llamada “Hetzmek” va acompañada de sucesos relacionados con otra estatua: “La Jarana”, imagen de una elegante mestiza bailando nuestra tradicional danza en posición de ejecutar lo que se conoce como “guachapeo”, levantado para ello un pie en la ejecución de la misma.
Esta escultura se encuentra en una glorieta de la Colonia Nueva Alemán, a sólo unos pasos del popular cohete, estatua inaugurada en 1976, por el entonces gobernador Carlos Loret de Mola Mediz. Equivocadamente, esta escultura se conoce popularmente como “La Mestiza”, pero realmente se llama “La Jarana”. “La Mestiza” es una escultura del Mtro. Rómulo Rozo, y se encuentra en el parque de la Colonia Yucatán de Mérida.
Entre 1974 y 1975, el sistema circulatorio del Abuelo Gottdiener empezó a darle problemas, por lo que caminaba con gran dificultad, y casi no podía manejar su proverbial camioncito de redilas, por lo que fui por él a su casa de la Colonia Pensiones, para ir a la ceremonia de inauguración de su obra “La Jarana”. Llegamos con bastante anticipación, así que nos sentamos en la base de la estatua, mientras la gente de Servicios Generales del Gobierno del Estado se ocupaba de armar toda la logística del evento.
Fue llegando el público y las autoridades, al llegar el gobernador, se dirigió directo al abuelo y bromeando le dijo: “Ya me contaron que no estás trabajando, que andas de flojo”. Ambos rieron de la broma, y luego Loret de Mola le dijo: “Tengo planes para varios parques del interior del estado. ¿Tienes algo de formato grande como para eso?”. El Abuelo se quedó pensativo y le dijo: “Tengo algo en preparación que te puede servir. Ve a verme al taller y te lo muestro”. Y quedaron de acuerdo en ello. La ceremonia de inauguración se llevó a cabo y terminada ésta nos fuimos para la casa del Abuelo.
Pasada poco más de una semana, Calos Loret llegó al taller por la noche y el Abuelo se dedicó a mostrarle los trabajos en proceso, entre ellos el busto del prócer yucateco, Don Eligio Ancona. Loret fue viendo con gran interés lo hecho por el Abuelo, al pasar al corredor trasero, lanzó una exclamación: “¡Esto es ideal para lo que quiero!” El gobernador fue girando lentamente alrededor de una inacaba estatua de piedra que era la figura de una mujer maya con una criatura sentada sobre su cadera, era una magistral interpretación del Abuelo de un apunte tomado en algún pueblo de Yucatán, en el que se había efectuado la ceremonia del hetzmek.
La estatua en proceso aún no mostraba los rasgos definidos ni de la mujer ni del niño, pero ya tenía la fuerza de la expresión que lo auténtico tiene y transmite a quien entra en contacto con ella. “¡Esto viene perfecto a mi plan para los municipios del interior!”, dijo Carlos Loret; el Abuelo miraba sin entender muy bien de que se trataba y el porqué del entusiasmo del gobernador. “¿Qué quieres hacer con Hetzmek?” “¡No es hetzmek, es la imagen de una madre yucateca con su hijo!”, dijo con gran entusiasmo Carlos Loret. “En todos los lugares del interior del estado en dónde hay Parque de la Madre, hay la imagen de una mujer blanca con sus hijos. Ha llegado el momento de que tengamos ahí la imagen de una madre yucateca”, sentenció Carlos Loret de Mola.
Luego vinieron una serie de negociaciones. Loret quería que de la estatua se hiciera un gran número de copias y en varias versiones. El Abuelo le dijo: “Desde luego que es posible, el original de piedra puede servir de plantilla, se saca un negativo y se hacen las copias en cemento, al que con el sistema de matilinado se les da el acabado cómo si fueran de piedra. Pueden ser unas de cuerpo entero y otras solo el busto en una base. Desde luego fundiría unos originales en bronce”, dijo el Abuelo. Con gran entusiasmo, Loret dijo: “No se diga más, haremos los parques de la madre del interior del estado, al fin con la imagen de una mestiza, de una madre yucateca auténtica, cómo debe ser”.
Luego vino un largo período de trabajo del Abuelo. Primero hubo de concluir el original en piedra detallando los rasgos de ambas figuras, y después vino un trabajo titánico al llegar las copias, las de cuerpo entero y las de busto, las cuales fueron alineadas en el corredor, como los famosos guerreros de terracota de la tumba del Emperador de la China. Largo tiempo pasó el abuelo aplicando el martilinado a todas y cada una de las figuras, hasta que todas quedaron con un aspecto como si fueran de piedra chiluca de cantera, como el Monumento a la Patria.
Durante el resto del sexenio de Carlos Loret de Mola, uno a uno se fueron inaugurando en los pueblos de Yucatán muchos parques de la madre, con las esculturas de Gottdiener, la madre maya, en su acepción de mestiza ocupó al fin su lugar correspondiente en estos espacios públicos. Si bien, el apunte del Abuelo Gottdiener era referencia de una ceremonia ancestral, el hetzmek, mirado como madre maya genuina, es también una mirada de una realidad cotidiana de nuestros pueblos.
¿Quién de nosotros no ha pasado por un pueblo, y en el centro del mismo ha mirado una mujer con su hijo cargado a horcajadas sobre su cadera? Ahí está la madre maya eterna, la madre maya auténtica, la imagen recogida por el Abuelo Gottdiener en algún pueblo de Yucatán y que hizo eterna y permanente en las estatuas de muchos parques de los pueblos yucatecos.