Hace un par de años escribí un breve relato en el que trataba de imaginar lo que había sido el ponerse el traje de Chewbacca. El 3 de mayo de 2019, Peter Mayhew, el actor que interpretaba al valiente Wookie en Star Wars, emprendió su propio viaje a otra galaxia. Creo que es buen momento para compartir esta historia como un homenaje a un tipo que le dio vida a uno de los personajes más queridos del universo creado por George Lucas.
A Peter Mayhew el disfraz simplemente no le acomodaba. La comezón que sentía por todo el cuerpo se acrecentaba cuando se ponía de pie, un gruñido se le escapó al momento de comenzar a caminar por primera vez hacia el set de filmación. Se sentía pesado e incómodo y trataba de rascarse la espalda, a pesar de contar con unos larguísimos brazos no podía alcanzar al maldito punto que parecía el origen de tan incómoda sensación. Tampoco era fácil articular palabra alguna con la máscara puesta pues no solamente era pesada, sino que por alguna razón parecía apretarle la boca de tal manera que mover los labios era prácticamente imposible. Todo lo que Mayhew podía hacer era emitir gruñidos, quejidos provocados por la molestia producida por la bola de pelos que llevaba puesta encima. Pero ahí estaba el actor, caminando entre cables y luces tratando de llegar a su primer llamado.
Mientras esquivaba los obstáculos, Mayhew pensó que debería verse como un inmenso San Bernardo. Su gran altura –dos metros con dieciocho centímetros– era en primera instancia lo que le tenía en ese nuevo oficio: el de actor. Apenas unos años antes trabajaba en un hospital cercano a Londres en el que fue internado el productor de cine Charles H. Sneer, quien al verlo caminar por los pasillos y literalmente sacarle un par de cabezas a la gente que pasaba junto a él le ofreció inmediatamente un papel en su nueva producción: Simbad y el ojo del tigre.
A Mayhew la idea le pareció muy divertida y aceptó. Disfrutó inmensamente el trabajo en el que interpretó un minotauro que ayudaba al héroe del filme a vencer a los malvados y rescatar a su amada. Cuando su participación terminó, le dieron las gracias y un cheque. Al recibirlo, Peter Mayhew pensó que su carrera fílmica había terminado y que tendría una buena anécdota para contarle a sus hijos y nietos.
Pero unos meses después recibió un telefonema en el que le invitaban a participar en una película norteamericana de fantasía y ciencia ficción que comenzaría a rodarse en Londres. Mayhew acudió a una audición en la que le presentaron a un joven y amable director llamado George Lucas, quien dijo que necesitaban a un actor alto para interpretar a Chewbacca, una bestia peluda y muda cuya raza era conocida como los “Wookies”; esto en un filme de presupuesto reducido que se llamaría Star Wars. A Peter Mayhew le pareció divertida la propuesta así que aceptó, no solamente porque le ofrecieron la posibilidad de filmar por las tardes –no pensaba abandonar su trabajo en el hospital–, sino porque prácticamente no tendría que emitir ningún diálogo y además porque le dijeron que su personaje poseería un arma especial: una ballesta que disparaba rayos.
Ahora –mientras caminaba al set de filmación– se preguntaba si aquella había sido una decisión inteligente. Pensó que el público no se identificaría con un silente y gigante animal que servía de leal acompañante a un vaquero espacial que se llamaría Han Solo. La historia misma del filme le parecía un poco inverosímil, pero ahí estaba llegando a lo que sería su primer día a bordo de una nave espacial.
Cuando se presentó en el plató miró la locura que se representaba en él mismo. Filmarían la escena de una cantina enclavada en un desértico poblado inserto –según el guion-, en una galaxia muy lejana. Mayhew respiró un tanto aliviado cuando notó que no era el único que sufría por el traje que llevaba encima. Un par de asistentes trataban de cerrar la armadura de hojalata que Anthony Daniels (C3PO) –un amable y estupendo actor galés– tendría que llevar durante toda la filmación de la película. Pero la sonrisa que se dibujó detrás de la máscara de Chewbacca se borró cuando intentó decirle algo a Daniels y lo único que salió fue un gruñido.
Uno de los asistentes se partió de risa al escuchar lo que salió de la “boca” del personaje. Mayhew lo notó y trató de reclamarle, pero solamente consiguió emitir una especie de agudo ladrido. George Lucas –que conversaba en ese momento con Sir Alec Guinness sobre la escena que estaban a punto de filmar–, volteó inmediatamente cuando escuchó el gruñido.
-¡Peter, eso es! –exclamó un emocionado Lucas mientras Guinness le miraba extrañado. -¡Hazlo de nuevo!
-¿Hacer qué? –se preguntó Mayhew, mientras miraba al director acercarse a él. Cuando lo tuvo justo enfrente, Peter Mayhew bajó la mirada y se encogió de hombros, mientras trataba de articular algo parecido a un “qué”. Lo único que consiguió fue la exclamación de duda propia del gigantesco San Bernardo que parecía ahora.
-¡Eso es! –dijo Lucas con alegría. –Esa es la voz de Chewbacca. Al interior del disfraz, Mayhew se quedó petrificado mientras Lucas le indicaba que cuando se refirieran a su personaje él respondiera con esos diálogos. -¿Cuáles diálogos? -pensó Mayhew. -Simplemente no puedo mover bien la boca con este disfraz encima. Y así comenzó todo…
Harrison Ford se partió de risa la primera vez que escuchó a Mayhew “hablar” como Chewbacca, al grado que tuvo que repetir su toma unas 12 veces. Mark Hamill le daba una amigable palmada en la espalda cada vez que lo veía mientras trataba de disimular la sonrisa burlona, y Carrie Fisher le pedía instrucciones a Lucas para interactuar correctamente con lo que le parecía un simple tapete gruñón. Quizá encontraba cierta empatía por parte de Kenny Baker -que tenía que entrar todos los días en el traje de lavadora rodante de R2D2-, junto a quien solía sentarse a descansar formando un cuadro digno de fotografía: el gigante de 2.18 platicando animadamente con el hombrecillo de menos de un metro de estatura.