Los juegos del silencio III: cuando la edad no importa

David Moreno escribe sobre las adolescentes Momiji Nishiya y Rayssa Leal, y sobre los veteranos Nino Salukvadze y Jesús Ángel García Bragado. Cuatro personas a las que las dividen lustros de distancia. Cuatro historias diferentes, cuatro motivaciones olímpicas...

Los hombres y las mujeres no nacemos con fecha de caducidad como los yogures. Caducamos cuando nos da la gana. Olivia Ardey

            Momiji Nishiya tiene 13 años, la misma edad de Rayssa Leal. Nino Salukvadze tiene 53 años, Jesús Ángel García Bragado 51. Es probable que las chicas del Skateboard sean las atletas más jóvenes que compiten en Tokio. También que la tiradora ucraniania y el marchista español sean los de mayor edad. ¿Qué motiva a dos adolescentes y a dos personas que comienzan a tocar las puertas de la vejez a participar en la máxima justa deportiva, la de más alto nivel, la más exigente?

            Veo a Nishiya y a Leal competir sobre la patineta. El Skateboard debuta como deporte olímpico. La pista reproduce esos lugares en los que por años chicos y chicas de todo el mundo han girado sobre una tabla con ruedas desafiando a la gravedad, saboreando a la adrenalina y generando para si mismos toneladas de diversión. Las chicas que lo practican lo hacen con enorme desparpajo, como si estuvieran en el patio del colegio, felices, apoyándose las unas a las otras. La contienda no parece serlo o no en los términos en los que ésta se da en otro tipo de disciplinas. Hay camaradería, hay disfrute, hay unas ganas enormes de subirse a la patineta y sobre todo hay muchas ganas de pasarlo bien. La presión que se ve reflejada en los rostros de los deportistas de otras disciplinas está ausente. El Skateboard femenil viene a revitalizar a los juegos, a darles un aroma más citadino, terrenal. Nishiya, Leal y el resto de las competidoras están en un planeta olímpico nuevo al que descubren para el asombro y el disfrute de quienes miramos –tal vez por primera vez– al Skateboard.

            Entre Nishiya y Leal incluso existe una complicidad que parece romper las barreras culturales e idiomáticas. Hay lenguajes que son universales y que son traducidos por las sonrisas. No hay duda que éste es el caso. Me queda claro que tanto la japonesa como la brasileña representan a lo mejor de los juegos. Con ellas se ha recuperado la naturaleza del espíritu olímpico. Están ahí para disfrutar, para celebrar sus vidas, para recetarnos una espectacular y necesaria dosis de inocencia y felicidad que rompe al silencio de los Juegos como un rayo que parte a la noche por la cual atraviesa el mundo entero.

            En el otro extremo de la vida Salkukvadze y García Bragado se aprestan a competir en otros juegos olímpicos. La tiradora georgiana debutó en 1988 representando a un país que era conocido como la Unión Soviética. Se ha subido al podio en dos ocasiones: en los juegos coreanos y en Beijing en el 2008. Hace 5 años en Río compitió junto a su hijo de 18 años para conformar la primera pareja de madre e hijo en la historia de las olimpiadas.

En esta nueva edición olímpica fue la abanderada de su país en la ceremonia inaugural, un homenaje de una nación agradecida con una gran deportista. La georgiana está en sus últimos juegos. Lo anterior lo afirmó en una entrevista para la BBC antes de llegar a Tokio. “Mi mente está alerta, la técnica no se pierde, pero tus ojos ya no ven”. En un deporte de precisión visual como el tiro, Salukvadze está perdiendo en una carrera contra el tiempo. A pesar de eso, se aferra a la última posibilidad de salir al campo de tiro con algo que el calendario no puede borrarle: la competitividad.

            Jesús Ángel García Bragado va por sus octavos Juegos Olímpicos. Su longeva carrera incluye un título de campeón del mundo en la prueba de resistencia de mayor kilometraje: los 50 km de marcha. García Bragado tomará las calles olímpicas por última vez. No será el único adiós: el ultra fondo también se despide del programa olímpico. El COI ha decidido que esta competencia realizada desde 1932 no formará parte de París 2024. García Bragado resumía la razón en una entrevista para EFE: “Era una noticia esperada porque los argumentos para dejar la prueba fuera del programa olímpico decantaron la balanza hacia su desaparición: los Juegos del siglo XXI vienen marcados por las redes sociales, YouTube, deportes alternativos, y el COI no quiere dejarse comer la tostada de los derechos televisivos”. En los días de la inmediatez, una competencia que dura más de cuatro horas resulta en algo que despide cierto aroma a naftalina. La tradición dura hasta que la televisión lo decide.

Tokio despide a la caminata de 50 km y a García Bragado. En una conversación con El País, el madrileño decía que era más fácil continuar que dejarlo. Cuando se tiene toda una vida preparando unos Juegos Olímpicos ello se entiende. Desde los 40 se dio cuenta de que la posibilidad de una medalla se había alejado, pero nunca renunció a la idea de clasificarse, a seguir compitiendo como lo ha hecho: con toda la dignidad del mundo. Cuando camine por las calles japonesas estará representado a las ideas primigenias del olimpismo, las que le dan sustento aún en el medio del torrente económico que amenaza con devorarlas.

Momiji Nishiya, Rayssa Leal, Nino Salukvadze y Jesús Ángel García Bragado. Cuatro personas a las que las dividen lustros de distancia. Cuatro historias diferentes, cuatro motivaciones, cuatro maneras de sentir a los juegos. Las dos primeras desde la felicidad adolescente, de quien mira al horizonte con toda la vida por delante. Las dos segundas desde la óptica de quien ha llegado a la mitad del camino y sabe que es momento de hacer una pausa, de quien compite sobre todo contra si mismo para demostrar que aún es posible hacerlo en buen nivel, en buena lid, con el orgullo intacto.

Primer Epílogo: El softball hizo su debut olímpico y el equipo mexicano peleó gallardamente por la medalla de bronce. Al final una carrera fue la única diferencia con las canadienses. Hubo muchas críticas por el origen de las peloteras nacionales, la mayoría nacidas en Estados Unidos, pero con raíces mexicanas. Son una muestra de que la nacionalidad no se define por el lugar donde se ve la primera luz, sino que se forma por una serie de sentimientos, tradiciones, por la cultura en toda su expresión. Al final hicieron válida la frase de Chavela Vargas: “Los mexicanos nacemos en donde se nos da la chingada gana”, y en el terreno de juego lo demostraron mejor que muchos que llegaron al mundo al sur del Río Bravo.

Segundo Epílogo: Llegó la segunda medalla, fue de bronce y en la disciplina que más preseas le ha dado al país: los clavados. Alejandra Orozco y Gaby Agúndez se subieron a la plataforma de 10 metros para bajar de ella con la presea en sus cuellos. Una competencia espectacular que se definió en el último lanzamiento hacía la fosa. Brillante actuación. Son las mujeres las que van sacando adelante a la delegación mexicana.

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