Estos textos aparecen en el poemario “Derrota de mar” (Jaguar ediciones, 2019).
Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.
Eliseo Diego
TRABAJOS DEL EBANISTA (FRAGMENTOS)
3
Sobre la mesa
persiste la mujer en su descanso:
la profundidad del sueño
mantiene en vilo
los objetos y fantasmas
de la casa.
4
Cuando un hombre astilla la mano
en el cuerpo de la mujer,
una espina de dolor palpita en la casa
y apenas logra despertar el agua
de un espíritu que habita un mar petrificado.
El dolor del cuerpo que siente
podría volverse un remo,
una lancha a la deriva,
una campana en la tormenta:
−Cuando al fin tu mascarón se doble bajo la tormenta, y hecha pedazos se hunda en el agua, su espíritu, entonces, como una lámpara serenará los mares, devolverá el aliento a los ahogados.
5
Cada vez que el ebanista duerme
mira a la mujer sobre la arena
parece ahogarse en sus párpados
entonces despierta contra el reflujo del mar
otras veces
adentro del sueño
ella sueña
siente el agua oprimirle el cuello
arrastrar sus ojos al fondo de la angustia
del otro que la sueña.
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SAINT JOHN PERSE CORRIGE AMERS
Quien a pesar del frío ama a una mujer y escucha su voz abrirse, siente el mar despedazarse en su corazón. Puede ser que al tocarla el agua se evapore y el canto de ella se vuelva sal. Entonces nadie habrá partido de ningún lado. La vida es un viento que ya no sopla, el aire gime si lo respiras. Amanece. Quien cierra los ojos no regresa al polvo, sino a la espuma, y vuelve a sentir el pulso de las primeras aguas.
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UMBRAL
Soñé con la poesía,
la soñé pequeña y temblorosa como una salamandra,
negra como la sed de no haber visto el mar desde hace años.
El bosque del lenguaje ardía toda la noche en el vientre de
mi madre
y la poesía corría y el fuego la alcanzaba.
La piel de la salamandra era el humo
de un enorme madero que ardía como una hermosa
muchacha.
Como una hermosa muchacha iba corriendo con su ardoroso
nombre
y cubría el otro lado del lenguaje
que sólo se ve a la luz de una lámpara lunar.
Del carbón manaba un idioma amarillo
que los hombres hablaban en secreto con pulmones
perforados
y mi corazón triste estaba lejos de la palabra asfixia.
No entendí lo que hablaban,
ni lo que sus ojos decían contra lo rojo que aún dormitaba
profundamente
en las hojas de la noche. Eso amarillo
que era el lenguaje de todos los hombres
y que al intentar hablarlo congelaba mi lengua.
Soñé con la poesía,
me dijeron que hablar de ella es quemarse las raíces
de la lengua,
estar ciego ante la palabra luz,
buscar inútilmente la claridad en la bruma de un bosque
de humo.
Yo busco esa claridad,
la busco como a un diente de león.
Tal vez nunca la encuentre.
Tengo el presentimiento de que el cielo está a punto de
partirse en una gota hacia el océano.