“El canto de los grillos”, imagen primera del teatro garciaponciano

"El canto de los grillos" resulta esencial para entender a cabalidad la obra de Juan García Ponce, en tanto es la imagen primera de la biografía de sus ideas”. Texto leído por María Luisa Herrera en el Palacio de Bellas Artes en la presentación del libro reeditado por Ediciones Odradek.

*Texto leído durante la presentación de “El canto de los grillos”, reeditada por Ediciones Odradek, ocurrida el 21 de junio de 2023 en el Palacio de Bellas Artes.

Como no hay presentaciones de libros sin libros, quiero comenzar mi participación en esta mesa agradeciendo la labor que realizan, bajo el sello de Ediciones Odradek, Alfonso D’Aquino y su grupo de colaboradores. Traer de vuelta títulos que a las “grandes” editoriales ya no les interesa reeditar o simplemente no les parece redituable, recuperar textos olvidados y dar cabida a propuestas nuevas, no es apuesta menor. Se requiere de un auténtico amor por la literatura y de la voluntad altruista de compartir. Supongo que no es tarea fácil. Reitero entonces, mi agradecimiento como lectora y les deseo mucho éxito.

El teatro

Cuando hizo pública su decisión de ser escritor, Juan García Ponce sólo había escrito un cuento, que guardaba celosamente en un cajón. Entonces todavía, como primogénito de una familia tradicional, se esperaba que continuara con los negocios familiares y se convirtiera en un hombre de “provecho”. Nada más lejano a sus intenciones. Para él, la consecuencia lógica de ser un atento y ávido lector era convertirse en escritor. Comenzó a asistir, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, al curso de Composición Dramática que impartía Jorge Ibargüengoitia, de quien era amigo porque habían coincidido en el mismo grupo de scouts. Después, cuando Ibargüengoitia obtuvo la beca Rockefeller, continuó tomando el curso con Luisa Josefina Hernández. Ahí conoció y se hizo amigo de los ya reconocidos dramaturgos, aunque eran de su misma edad, Héctor Mendoza y José Luis Ibáñez.

La reedición estuvo a cargo de Alfonso D´Aquino con prólogo de Ricardo E. Tatto (Ediciones Odradek, 2022).

 

En ese tiempo escribió, una tras otra, las obras de teatro Alrededor de las anémonasLa feria distante y El canto de los grillos. Con esta última, obtuvo el premio Ciudad de México en 1956. Este hecho fue fundamental para sus aspiraciones. Por un lado, fue el respaldo que necesitaba frente a su familia; y por otro, más importante, le dio la notoriedad y la confianza necesarias para entrar al ambiente literario de la época, por la puerta grande.

Para 1957, ya era becario del Centro Mexicano de Escritores, se había puesto en escena, sin éxito -hay que decirlo- La feria distante y era el encargado de hacer la crítica de teatro para la Revista de la Universidad, donde después fue nombrado secretario de Redacción. En 1958, se publicó y llevó a escena El canto de los grillos, con mejor suerte que La feria distante, aunque tampoco fue un éxito. El hecho de que las puestas en escena tanto de La feria distante como de El canto de los grillos no hayan tenido buena respuesta de la crítica, en realidad no tuvo ninguna repercusión.

A esas alturas, García Ponce ya estaba donde quería estar y ya hacía lo que quería hacer, era reconocido y se movía con soltura no sólo en el ambiente del teatro, sino en el medio cultural en general. Su influencia empezaba a sentirse cada vez con más fuerza. Nada ni nadie iba a cambiar eso. En 1959, además de secretario de Redacción en la Revista de la Universidad, donde seguía haciendo crítica de teatro principalmente y de escribir con regularidad en diferentes suplementos y revistas, era director de la Revista Mexicana de Literatura. Ahí se publicó su pieza en un acto, Sombras, muy distinta a las obras que había presentado antes, no sólo en cuanto al tema, sino al tratamiento, un tanto más íntimo, de los personajes.

Ángel Cuevas y María Luisa Herrera durante la presentación del libro.
Ángel Cuevas y María Luisa Herrera durante la presentación del libro en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.

Para 1961, cuando obtuvo la beca Rockefeller para estudiar teatro en Nueva York, Juan García Ponce había ampliado considerablemente sus intereses y su campo de acción. Aunque la beca Rockefeller, como él mismo dijo muchas veces, debía servir para fortalecer su carrera como dramaturgo, en realidad reforzó su inclinación por la narrativa –donde sin duda se encuentran sus obras más importantes-, el ensayo y la crítica de arte.

Sin embargo, nunca perdió del todo el interés por el teatro. Todavía en 1962 publicó Doce y una trece en la Revista de la Universidad y 20 años después, Catálogo razonado. Con este recuento, lo que quiero subrayar en realidad, es que esos primeros años en los que García Ponce principalmente se dedicó a escribir obras dramáticas y crítica de teatro, pueden considerarse de aprendizaje del oficio y fortalecimiento de su vocación hasta hacerla inquebrantable, El canto de los grillos resulta entonces esencial para entender a cabalidad la obra de Juan García Ponce, en tanto es la imagen primera de la “biografía de sus ideas”.

Mérida

“Mérida se convirtió en la Mérida de mis recuerdos cuando me fui por primera vez a los 12 años. Estos recuerdos se acercaban algunas veces a las más inesperadas nostalgias sin motivo preciso, simplemente como un pasado regresaban con una naturaleza física cuya realidad en el momento de presentarse era muy concreta: lugares, situaciones, formas de algún juego.” Escribió Juan García Ponce en 2002.

Ángel Cuevas, María Luisa Herrera, Ángel González Amozorrutia y Ricardo E. Tatto durante la presentación del libro.

Cuando regresó a Mérida, después de casi 10 años de vivir en la Ciudad de México, obviamente ya no era el niño que se había ido: había perdido la fe; había leído ya a algunos de sus autores imprescindibles, como Pavese, Thomas Mann, Nietzsche, entre muchos otros; había pasado por una adolescencia un tanto desastrosa; tenía 21 años y ya había decidido ser escritor. No es gratuito que ese viaje de vacaciones le haya dado motivos para escribir sus primeras tres obras de teatro.

“Exteriormente existen también toda esa serie de coincidencias que conducen, por el camino del azar en que se manifiesta el imprevisible movimiento de la vida, hacia la creación; pero es indispensable tener, aun inconscientemente, o sea, sin saberlo, la exigencia interior que permite su reconocimiento, la capacidad de utilizarlas”.

El tema central de El canto de los grillos, mismo que desarrolló después en la novela La casa en la playa, es a grandes rasgos, el caos transitorio que ocasiona en una sociedad de provincia -un tanto anquilosada por las costumbres, la moral y la estrechez de pensamiento-, quien llega de fuera, precisamente porque hace evidente el contraste entre unos y otros, al tiempo que subraya la imposibilidad de que la situación de los personajes que se mueven en ese entorno cerrado cambie, porque sus decisiones y de hecho, sus intenciones, tienen que pasar por el tamiz de los otros, de la familia, de la sociedad en su conjunto.

Durante la presentación, la actriz yucateca Susi Estrada realizó una lectura dramatizada.

Juan García Ponce de algún modo ya era ese que venía de fuera, ya veía a la sociedad en la que había pasado su niñez, con ojos críticos. En una entrevista que le hicieron en 1996, lo dice con claridad: “Mi regreso a Mérida fue tan útil… Entre otras cosas, consolidó mi nostalgia por la infancia en Mérida y al mismo tiempo me hizo ver las cosas tal cual eran”.

Y efectivamente, Mérida fue más que la crítica implícita en el teatro del escritor yucateco. El constante fluir de los recuerdos de esos años de infancia vividos ahí, encontró siempre remanso en la literatura. Su infancia, personas, lugares y anexas se convirtieron en un tema recurrente y entrañable a lo largo de su obra.

Con motivo de un homenaje que le hizo la Universidad Autónoma de Yucatán, en 2002 fui a Mérida con Juan y tuve la oportunidad de asistir con él a la puesta en escena de El canto de los grillos. Cuando llegamos al teatro estaba un poco inquieto, no la había vuelto a ver desde aquel lejano 1958 en que se estrenó por primera vez. Conforme transcurría la obra se fue relajando, de pronto se reía con alguna ocurrencia de la honesta e impertinente Miguela. Creo que yo, muy pronto, empecé a estar más atenta a sus reacciones que a la obra misma.

Los panelistas y el Dr. Esteban García Brosseau, sobrino de Juan García Ponce, al finalizar la presentación.

Poco a poco su cara fue cambiando: su mirada tenía un dejo de nostalgia y apareció en sus labios una ligera sonrisa de satisfacción. Mi cara, seguramente, tenía la misma expresión que la suya, pero no por la obra, sino por lo que veía en Juan.  Me daba cuenta de que casi al final de su vida, se había reconocido en ese joven tan lleno de sueños, que había escrito El canto de los grillos y, finalmente se había reconciliado con esa primera obra que durante un tiempo consideró menor. Es para mí, una de las muchas experiencias inolvidables que viví con él. Cuando salimos del teatro me preguntó, como siempre lo hacía, a sabiendas de lo que le iba a responder: ¿Te gusta?

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