El cineasta francés Jean-Luc Godard falleció el 13 de septiembre de 2022. Este texto va dedicado a su memoria.
Me acuerdo cuando vi por primera vez “A bout de souffle” en la videosala del Centro Cultural Olimpo en Mérida, como parte de los ciclos que Mario Helguera Bolio solía coordinar en dicho recinto. En ese entonces -principios de los dosmiles- yo era un adolescente y las películas todavía se veían en VHS, algunas grabadas directamente de la televisión en canales como el 22 o el de la UNAM, pues el cine de arte en DVD era caro y casi inconseguible por estos lares. Si uno quería ver y consumir cine de autor había que tener servicio de cable o, cosa extraña para los cinéfilos de hoy en día, había que ir irremediablemente a las salas de cine.
Me acuerdo que me impresionó. Era algo diferente a todo lo que yo había visto y eso de la “Nueva Ola” francesa me sonaba a otro mundo, a otras posibilidades de hacer cine. Y tal cual, así fue… Esa proyección me marcó al grado de que muchos años después cuando fui a París, lo primero que hice fue conseguirme unos cigarrillos Gauloises, todo porque quería caminar por las calles sintiéndome como Belmondo en “Sin aliento”, echando humo y tocándome los labios después de cada bocanada. Así de fijas quedaron sus imágenes en mi itinerario personal y en el imaginario colectivo de todo el globo.
Me acuerdo de haber visto “Nuestra música” en el Teatro Mérida, en una época cuando aún traían la Muestra Internacional de Cine a la aldea, en un sexenio donde el oficio de programador y el interés por traer ciclos de calidad todavía era una prioridad -no como ahora-. “¿Ya viste la nueva de Godard? ¿La más reciente de Cronenberg?” Mis compañeros de universidad y yo solíamos discutir siempre los estrenos de cine de autor, estábamos pendientes de las novedades y cultivábamos una sana competencia por estar al día en cuanto a los estrenos del llamado séptimo arte. Diablos, cómo extraño esas charlas.
Me acuerdo también del estreno de “Adiós al lenguaje” en tercera dimensión, cuando ya vivía en CDMX por ahí del 2014 y era visitante habitual de la Cineteca Nacional. En una de sus butacas me arrellané para ese viaje onírico y visual de un director consagrado que, a pesar de todo, seguía estirando los límites del lenguaje cinematográfico hasta sus últimas consecuencias.
Me acuerdo, cómo no, que apenas hace unos meses en la plataforma MUBI LAT hicieron una retrospectiva de su filmografía, por lo que alcancé a ver algunas cintas que me faltaban, como el musical experimental “Una mujer es una mujer”, el neonoir y comedia del absurdo “Hecho en USA”, “Masculino femenino” y “Una mujer casada”, ambos clásicos de su etapa temprana de los sesenta.
Me acuerdo que su dilatada filmografía comprende un cuerpo de trabajo de casi seis décadas, una extensa obra que todavía no he visto ni mucho menos apreciado por completo. Eso es lo importante a pesar de su partida, que tenemos mucho Godard para rato, un Jean-Luc de y para todas las épocas. Ese libro de imágenes que fue su vida se ha cerrado y otro, uno más extenso y atemporal, se ha abierto.
Me acuerdo y siempre me acordaré de usted, Jean-Luc Godard.