Merlí o la inspiración del docente

Las tres temporadas de la serie “Merlí” están disponibles en Netflix

Existe todo un subgénero en el mundo de lo audiovisual que gira alrededor de lo que podríamos definir como “el docente inspirador”. Se trata de un maestro o maestra que llega en un momento determinado ante un grupo de estudiantes, casi siempre desadaptados sociales, para generar en ellos un profundo deseo de transformación. Hollywood ha sido especialista en usar al docente inspirador en un sin fin de filmes que van desde la clásica “To Sir With Love” hasta largometrajes como “The Dead Poets Society”, “Mona Lisa Smile” o “Lean on Me” sólo por citar algunos ejemplos.

En casi todos los productos audiovisuales que tienen al docente inspirador como su figura principal, éste es mostrado como un hombre o una mujer con pocos o nulos conflictos de orden moral. Se trata de un personaje que inspira admiración y respeto por su conducta intachable, por la manera revolucionaria como suele enfrentar a la autoridad o por como logra a través de novedosos métodos provocar en sus alumnos las ganas de superarse e imponerse a sus casi siempre complicados contextos sociales. Es una efigie que deja pocas dudas en su accionar y que – en la mayoría de los casos – lleva una vida privada que corresponde a lo que se puede esperar de un personaje con su calidad moral.

Merlí es una serie de televisión que retoma a la figura del docente inspirador y tiene entre sus enormes méritos el transformarle para convertirle en un personaje más humano, con una moral cuestionable y con una serie de defectos que en otras producciones de la misma naturaleza resultan impensables. Pero quizá esa ruptura del canon genérico es lo que hace que el programa y los personajes que lo conforman presenten conflictos muy humanos, muy naturales, muy propios de la vida cotidiana.

En otras palabras: Merlí es un docente inspirador porque es un tipo como cualquier otro, enfrentado a circunstancias completamente ordinarias y que tiene ante sí la tarea de formar a adolescentes a los que la época en la que les ha tocado vivir los ha convertido en chicas y chicos más inseguros, con mayor dificultad para hallar su lugar en el mundo, por lo que a pesar de sus defectos tendrá la enorme virtud de interesarse por sus alumnos para tratar de guiarlos para que logren sobreponerse a sus múltiples problemas familiares y/o personales y logren hallar el camino que les conduzca hacía un mejor futuro.

Además de lo anterior Merlí no enseña cualquier materia. Imparte la cátedra de una asignatura que, para los más superficiales, parece destinada a fracasar cuando se habla de ella a chicas y chicos interesados más en la tecnología o insertos en un mundo en el que lo económico es lo único que parece ser viable para aprenderse como herramienta para el éxito. En las antípodas de lo anterior se halla a la filosofía. Pero lo que la serie rescata, es que el pensamiento es una herramienta fundamental para entenderse a sí mismo y para comprender mucho mejor a todos y todo lo que nos rodea.

Merlí utiliza la obra de los grandes maestros de la filosofía  – tanto clásicos como modernos – para confrontar a sus estudiantes – y a si mismo – con la vida y con todo aquello que ésta arroja consigo, a veces en forma de pétalos de rosa otras a través de potentes bofetadas. Cada uno de los episodios está sustentado en la corriente de pensamiento de uno o de un grupo de filósofos y será ésta la fuente de inspiración por las que transcurre todo el guión y las situaciones que éste describe con una abrumadora y a la vez gratificante naturalidad.

Lo que la serie presenta está enfocado en las problemáticas propias de adolescentes y del grupo de maestros del instituto presentado en el programa. Los chicos lidian con cuestiones como la muerte, la búsqueda de la identidad sexual, la falta de comunicación con sus padres, la maternidad adolescente, el amor o la amistad, todo presentado a la luz del pensamiento filosófico lo que incluso llega a dotar a los capítulos de secuencias poseedoras de un lirismo difícil de ver dentro la vasta oferta que la parrilla televisiva internacional nos ofrece en estos días.  

La serie no olvida que está envuelta en el contexto de una ciudad como Barcelona, cuya belleza y particularidad son presentadas como un personaje más de la trama. Hablada en catalán, la serie no deja de presumir la multiculturalidad de la región sin renunciar a mostrar problemas actuales de Cataluña como lo son el el independentismo y su contraparte, la crítica hacía el turismo depredador o las luchas propias del sector educativo y de quienes le conforman.

Merlí es un rediseño muy interesante e inteligente de la figura del  docente inspirador en el lenguaje audiovisual. Es un programa que desborda pasión y humanidad, estupendamente escrito y con personajes con arcos de transformación sencillos y logrados con un enorme acierto. Un programa en lo que todo encaja donde debe hacerlo y cuya carga emotiva es recetada con las dosis exactas para evitar convertirse en un producto edulcorado. Merlí es un delicioso viaje por lo cotidiano y es un regreso a esa etapa en la que uno no sabe ni donde se encuentra, en la que la búsqueda es desesperada y quizá dolorosa pero al mismo tiempo en ella recae una fascinante y desquiciada aventura. Un logro.

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