Ganar el Nobel resulta en una invocación de la obra y el autor, de su visibilización mediática. Más bien, deriva en un reclamo de atención de los lectores que, en su mayoría, asumen este canon impuesto como propio, siguiendo tendencias y modas. Hay algo de esnobismo en la ceremonia de premiar la trayectoria de un autor a nivel global: la necesidad de poner al autor en el punto de mira de la crítica y los lectores, y redefinir todo aquello que debemos valorar como gran literatura. El autor se vuelve tendencia. De pertenecer a un nicho determinado, se vuelve traducible, global, mediático, editable. Comienzan las negociaciones por los derechos de distribución y traducción, el autor se convierte en un fenómeno de ventas. Abundan los reportajes y los artículos. Bastan unas cuantas declaraciones de un grupo de opacos individuos en Suecia para revolucionar la comprensión de aquello a lo que debemos llamar «excelencia literaria».
Del elitismo —en ocasiones— a la apropiación en la cultura popular solo hay un paso y tiene que ver con una sola decisión. Este año, como en los anteriores, la posibilidad de predecir las decisiones de la Academia Sueca, se vieron superadas por la imprevisibilidad de los suecos. Cada año se juega el juego de las adivinanzas más difícil tratando de escrutar lo inescrutable, de predecir lo impredecible. Muy pocos pudieron conocer con antelación el premio a Louise Glück o de Abdulrazak Gurnah y lo mismo sucedió con Annie Ernaux. Predecir el Nobel de literatura vuelve locos a los apostadores de Las Vegas y lleva al desconcierto de los lectores — ¿quién hubiera imaginado ese premio para Bob Dylan?—. Parecería que el mecanismo de premiación es una tómbola o una ruleta en donde se le deja todo a la suerte, una especie de siniestra Lotería de Babilonia. Es definitivo que los caminos de la Academia Sueca son misteriosos.
En el 2023, la Academia Sueca premia a Noruega y la trayectoria de Jon Fosse. El carácter de un país, la visión que tenemos de él obedece a prejuicios, ideas prefiguradas, preconcebidas en la imaginación. Cada reino lleva la impronta de sus personajes, de sus héroes y leyendas. De ahí esa suma de malos entendidos que supone la fama, y Noruega tiene fama de ser tierra de cuentos y leyendas. De niños, algo sabíamos de Noruega sin saberlo, de las sagas nórdicas, de relatos, sobre todo. Historias que remiten a la tradición oral y mucho de esta oralidad existe en Trilogía (Deconatus, 2018) de Jon Fosse. Leer su narrativa también es una forma de «escuchar». Hay un elemento de audición natural en donde las frases parecen reincidir para enfatizar una idea, para que quien escucha no la pierda, o para indicar la importancia de ciertos hechos relatados.
Jon Fosse afirmaba en alguna entrevista que creció escuchando cuentos de hadas tradicionales contados por su madre cuando era niño. Algo hay de eso en su manera de narrar, cierta musicalidad del habla popular que no tiene segundas intenciones más que referir sin entrar en estilizaciones, academicismos, definiciones, adornos o ampulosidades innecesarias. La musicalidad de esa lengua abunda en reiteraciones que dan un efecto de «tempo» o de ritmo. Es la razón de que algunos han definido esa prosa como «hipnótica» debido a ciertas redundancias, ciertas frases o palabras que se repiten.
Los relatos que forman esta Trilogía son: «Vigilia», «Los sueños de Olav» y «Desaliento». Lo que une a estas historias tiene que ver con los personajes que transitan por ellas y hay algo que parece definirlas: la precariedad. Un dejo de fragilidad y vulnerabilidad de alguien que ha sido abandonado a la intemperie frente a la destrucción del tiempo, al azar de las circunstancias, a la rigurosidad del clima, a la gelidez de las costumbres o los prejuicios de nuestros semejantes que nos juzgan. Menciona William Faulkner en El sonido y la furia que «Los hombres, sus voces, sus esfuerzos, son una gota de agua en el mar que se evapora y cae otra vez». Así podemos concebir el carácter de quienes pueblan estas páginas: la debilidad y la insignificancia de quien va y viene al azar de las circunstancias. Personajes atribulados y abrumados ante la enormidad de un entorno que no logran comprender. Distinguimos algo de etéreo y de fantasmal en la presencia de éstos, cierta vaguedad y displicencia en la forma de interactuar con el mundo que les rodea. En ocasiones, el estoicismo que les permite afrontar su sufrimiento.
La trilogía abre con «Vigilia». En este relato seguimos el periplo de los dos personajes centrales de la obra que se llaman Alida y Asle. Ellos son un par de adolescentes que llegan a la ciudad de Bjørgvin. El ambiente es desalentador y gélido. Desde aquí se delimita el carácter de una obra que antagoniza la rigurosidad del paisaje con los deseos de felicidad humana. Alida y Asle van de casa en casa buscando alojamiento y calor, en cada una de ellas reciben una negativa. No ayuda mucho el hecho de que parecen ser de alguna provincia, que no están casados y que Asle está embarazada. Con frecuencia hablan de un futuro matrimonio cuando se establezcan y las cosas mejoren.
Ellos provienen de Dylgja, una pequeña aldea pesquera a la orilla del mar en donde los habitantes se ven forzados a convertirse en pescadores para ganar el sustento. Alida es hija de Herdis y Aslak; mientras que Asle es hijo de Sigvald y Silja. Hay una leve sutura que intercala, en el curso del relato, pasajes y reminiscencias que nos permiten conocer su pasado, sus recuerdos entrañables y sus motivaciones. Estos entrecruzamientos espacio-temporales dentro del curso del relato nos dan la imagen de ser bisagras que abren y cierran eventos que los acompañan. Alida y Asle —como todos— llevan los fantasmas que dejaron en aquella lejana Dylgja.
Esas alternancias puestas en un mismo párrafo crean un efecto de simultaneidad en donde pasado y presente forman dos líneas que se entrecruzan formando un tejido casi imperceptible. El lector ve pasar frente a sí mismo esas cronologías que no interrumpen el ritmo de la narración. Estas evocaciones se hacen de manera natural como si se tratara de digresiones que redondean la trama y completan el cuadro del personaje. Mientras Alida y Asle buscan refugio como la Sagrada Familia en Belén, se nos da a entender que los pobladores de Bjørgvin tienen el alma fría e insensible.
Mientras que a los habitantes de la ciudad los mueve el cálculo egoísta al prejuzgar la moralidad de Alida por estar embarazada, lo que motiva a estos dos adolescentes es la creencia en el amor y la esperanza de una mejor vida. Asle lleva un violín porque también es músico, como su padre Sigvald. El violín es una parte importante del relato. Es una metáfora sobre los sueños, el transporte hacia un mundo mejor y más justo. Cuando Asle toca su violín puede elevarse sobre sus penurias y limitaciones. Toca para Alida y puede «volar alto», según él.
La segunda parte se llama «El sueño de Olav». Los dos personajes se han cambiado los nombres. Ahora son Olav y Ǻsta y viven a las afueras de Bjørgvin. A Olav le persigue su pasado. Se advierten ciertos ocultamientos en la narración ya que el autor no menciona la razón por la cual nuestros personajes se han tenido que cambiar la identidad. Lo sabremos después, conforme se vaya desenredando la madeja. Olav teme que lo reconozcan pero aparecen dos personajes que parecen acordarse de él de aquella época cuando buscaba alojamiento en Bjørgvin: la Muchacha y El Viejo. Dos nombres genéricos para un relato austero hecho con los materiales más bastos y que sin embargo, refieren insondables dramas y profundas motivaciones. Se nos da a entender que Olav podría ser enjuiciado por algunas acciones reprobables. Teme que lo reconozcan a pesar de que El Viejo le llama por su nombre anterior, éste sabe que buscan a Asle por el asesinato de un hombre en Dylgja; y La Muchacha insiste en humillarlo mencionar su encuentro con Alida. Ǻsta, Olav y su pequeño hijo huyen de casa.
El último relato, «Desaliento», es narrado por Ales una de las hijas de Alida, quien para este momento en un futuro lejano ya no vive, pero no cesa de estar presente en el relato como evocación. A partir de la memoria de Ales conocemos el destino del pequeño Sigvald, hijo de Asle y Alida, quien creció, llegó a tocar el violín como su padre y abandonó la casa en circunstancias misteriosas. Ales ya es mayor y la acompañamos en su presente y sus recuerdos.
Algo que se advierte es que, en un mismo párrafo pueden coexistir diferentes personajes y tiempos, aunque el espacio sea el mismo. Asle recuerda a Alida en líneas temporales que convergen, como si cada personaje se expresara en duplas de presencia-evocación. Aquí se habla del destino de Asle, quien fue ahorcado en la ciudad de Bjørgvin luego de que El Viejo lo delató con las autoridades. Previamente, Asle había comprado una pulsera de oro y pedrería para regalársela a Alida. La pulsera es robada por La Muchacha mientras Asle es detenido. Alida no sabe que Asle no regresará jamás. Ella y su hijo Sigvald terminan vagando por la ciudad, hambrientos y desorientados. Mientras camina por la playa, La Muchacha pierde la pulsera robada a Asle y esta pulsera, a su vez, habrá de ser encontrada por Alida.
La pulsera es una metáfora del vínculo extra temporal que unirá a la pareja de una forma simbólica. Ella quiere creer que esa pulsera fue enviada por Asle y, de alguna forma, esto es cierto; pero ella no nunca sabrá cómo llegó a sus manos. Es un lazo que habrá de unirlos para siempre a pesar de la muerte, del abandono, la miseria y el deterioro de vejez. Alida es reconocida por Ǻsleik o Cala, quien es un hombre mayor que ella y antiguo conocido de Dylgja. Ǻsleik decide llevarla con su pequeño hijo Sigvald, a su casa como su empleada y más tarde será su concubina. Ales recuerda el suicido de Alida, quien ya de avanzada edad decide sumergirse en el mar.
Fosse presenta los hechos de una manera simple y con aparente frialdad. Como lectores, llenamos el vacío que nos provocan los cuestionamientos acerca de su muerte. ¿Por qué lo hizo? ¿Cuál era ese drama interior que la lleva a poner fin a su vida al hundirse en las frías e intempestivas aguas? Con este cierre, la historia de dos adolescentes que buscan refugio de las inclemencias de tiempo se convierte en una saga familiar de bolsillo. Un cuento de hadas para adultos hecho con los materiales más simples pero que sugieren hondas emociones.