La Sedeculta no los contempla y las peticiones de los escritores aún no se han cumplido.
A mediados del mes pasado la Secretaría de la Cultura y las Artes lanzó seis convocatorias para apoyar a distintas disciplinas artísticas. Entre ellas, la denominada “Tiempos de Escritura: Premio Estatal de Poesía, Cuento corto, Minificción y Novela corta”, la cual cuenta con una bolsa de $240,000 pesos dividida en seis categorías.
Si bien lo anterior es loable, también llama la atención que esta convocatoria “innovadora” contempla a la minificción como género, aunque a expensas del ensayo literario, una omisión imperdonable la de no incluirlo, siendo uno de los pocos géneros que sí lo abarca todo -o casi-, ya que dicha expresión escrita es cumbre del pensamiento y la creatividad de escritores e intelectuales desde Montaigne hasta Walter Benjamin. Fue el mexicano Alfonso Reyes quien definió al ensayo como el “centauro de los géneros”, donde, “hay de todo y cabe todo, propio hijo caprichoso de una cultura que no puede ya responder al orbe circular y cerrado de los antiguos, sino a la curva abierta, al proceso en marcha, al etcétera”.
En lugar de tomar en cuenta algo tan evidente, la Sedeculta ha preferido dejar de lado un género que constantemente se reinventa, siendo además cuna de grandes ensayistas como Ermilo Abreu Gómez y Juan García Ponce. Eso sin mencionar a Carlos Echánove Trujillo, en cuyo honor se estableció el Premio Nacional de Ensayo, el cual tuvo sucesivas ediciones desde 1986 hasta que desapareció alrededor del 2010, al igual que la extinta Bienal de Literatura, teniendo entre algunos de sus notables ganadores a Luis Jorge Boone, Heriberto Yépez y al yucateco Jorge Pech Casanova.
Tampoco podemos soslayar que, en el 2008, Yucatán fue sede del Encuentro Nacional de Ensayistas “Tierra Adentro”, con una destacada participación de autores locales que cultivan este género, que al menos en este estado, son más abundantes que los que han publicado novela corta, por dar un ejemplo. Por ello, resulta inexplicable que al ensayo y a los ensayistas locales se les haya dejado fuera de un arbitrario plumazo.
Desde luego, esto obedece al descuido institucional que ha tenido el Departamento de fomento literario y promoción editorial, que en lo que va del sexenio ya ha tenido como titulares a Nadia Pérez y, actualmente, a Rosely Quijano León. La política hasta el momento ha sido promover la lectura -que no necesariamente es literatura-, y brindar talleres gratuitos con facilitadores de incipiente trayectoria (en una era cuando es preferible tomar un webinar con alguna figura nacional o internacional con experiencia comprobable).
El plan editorial es desconocido hasta la fecha, lo cual sorprende, pues una de las principales peticiones de los escritores durante los foros ciudadanos organizados por el Gobierno del Estado, fue la de contar con publicaciones y coediciones nacionales. A la fecha no hay ninguna en su haber, y ahora con el ensayo literario fuera de los premios estatales, cabe preguntarse si el gobernador Mauricio Vila no considera necesaria la conciencia, el sano debate y la reflexión intelectual dentro de una sociedad madura. Creo que la literatura yucateca merece esa oportunidad y, sobre todo, que se cumpla esa promesa.