Novela gráfica vs. Cómic: ¿un falso debate?

¿Formato novedoso o nombre pomposo? ¿Escaparate artístico o acomplejada apología? Estas y otras preguntas tratarán de ser resueltas en el que ya se ha convertido en uno de los debates que, posiblemente, definan el futuro del cómic y su mercado.

En el principio, fue el cómic…

Ya desde sus orígenes, los cómics llevaban en el nombre su penitencia: de las comic strips (tiras cómicas) aparecidas en los periódicos -cuyo público meta eran los niños, pero igualmente eran disfrutadas por adultos- surgió el más corto comic, para referirse a los pasquines baratos cuyo único objetivo era entretener y si podían hacer reír, tanto mejor. El problema con ese nombre es que se asoció de manera indisoluble con historias pueriles, estigmatizando a un novedoso medio de comunicación de por vida.

Aunque lo anterior no es necesariamente malo, hasta cierto punto fue lo que impidió que el cómic evolucionara tan rápido como lo hizo el cine o la televisión, donde la experimentación en sus formas y formatos ayudó a masificarlo, cosa que no ocurriría a nivel global con el cómic hasta finales del siglo XX.

El cómic ha sido históricamente el patito feo de la transmisión de ideas, y aunque a últimas fechas ha conseguido cierto respeto -debido en parte a que muchos consumidores que crecieron con el hábito de su lectura no lo abandonaron y en determinado momento comenzaron a exigir productos más serios o maduros-, sigue sin dar ese salto que lo ubique como gran género. El que hagan falta más escritores que exploten a cabalidad sus posibilidades narrativas también es otro problema (Alan Moore no puede hacerlo todo).

Contrato con Dios

¿Pueden meterse en un mismo saco Maus de Art Spiegelman, The Dark Knight Returns de Frank Miller, Gulliveriana de Milo Manara o The Walking Dead de Robert Kirkman? ¿Es comparable el trabajo de Winsor McCay con el de Peter Kuper? ¿O con el de Jack Kirby? En caso de ser negativas las respuestas la pregunta que corresponde hacerse es, ¿por qué? ¿Por qué la obra de Spiegelman ganó el Premio Pulitzer mientras que del cuento de Batman ni siquiera puede hacerse una versión decente para cine? ¿Por qué el exquisito dibujo de McCay no se convirtió en el estándar de una incipiente industria? ¿Por qué el cómic de superhéroes nació y perduró con dibujos feos como los de Joe Shuster y los del merecidamente apodado “El Rey”? ¿En qué radica la diferencia?

Es sencillo: el público al que están dirigidos. Mientras que los cómics de superhéroes pretenden atraer a niños y no tan niños a su lectura, hay autores que desean llegar a otros públicos. Las grandes editoriales de cómics son un negocio, y como tal el éxito de sus publicaciones no está determinado por la fineza del producto sino por la cantidad de dinero que ingrese a sus arcas (aunque de vez en cuando se cuelen en sus planes editoriales cosas como Omega the Unknown de Jonatham Lethem, The Sandman de Neil Gaiman o la ya mencionada obra maestra de Frank Miller), y casi siempre, la cantidad de dinero que una serie deja es directamente proporcional al mantenimiento del status quo de los personajes.

¿Qué puede entonces hacer un creador con sus propias ideas? Sencillo, plasmarlas en papel (o, a últimas fechas, subirlas a internet, pero ese es un fenómeno que no abarcaremos aquí) mediante la libertad creativa de la autopublicación –con la esclavitud económica que conlleva- o engatusar a alguna editorial de libros diciendo que realizó una “novela gráfica” y esperar que se lo traguen.

Esplendor americano

Viéndolo así, el término “novela gráfica” es sólo una etiqueta que intenta acabar con el estigma infantil del medio comiqueril, cambiando únicamente el nivel de formato, porque la realización viene siendo la misma. Aunque en realidad solamente se trate de un cambio de forma y no de fondo, porque en el fondo siguen siendo cómics, al punto de que Marvel y DC les ha dado por hacer recopilados de números sueltos de sus series mensuales y les han llamado así, ¿por qué?

“Esplendor Americano” pasó del cómic al cine.

Independientemente de la historia del término1, el éxito de obras como Maus, Black Hole de Charles Burns y el mismo Watchmen, ha demostrado que hay público dispuesto a leer cómics que no sean de temática superheroica, o que lo sean, pero desde una perspectiva “madura” o “deconstructiva”2. Obviamente tales obras logran permear a otras capas del estrato cultural, accediendo a círculos que previamente los habían desdeñado, como el académico o el intelectual (tales denominaciones son tradicionalistas y no atienden a características definidas para ninguno de ambos; de hecho, son autorreferenciales), lo que ha permitido que se ganen cierto respeto y que a la larga ha facilitado que el cómic como conjunto esté teniendo una revaloración cultural importante.

En pocas palabras, si ustedes son ñoños leen cómics, si fueran snobs leerían novelas gráficas. Esa es la diferencia: un mero complejo de inferioridad que debe erradicarse para que el cómic (llamémoslo así, la tradición obliga) por fin pueda acceder a toda la gama de oportunidades que otros medios y expresiones artísticas han podido gozar.

Mundo fantasma

Mundo fantasma (Ghost World), de Daniel Clowes.

Sin embargo, lo anterior es una mirada superficial a las diferencias entre la novela gráfica y el cómic. Si analizamos detenidamente, mientras que los cómics normalmente se imprimen en papel barato, son fascículos de pocas páginas y casi (y subrayo el casi) siempre tratan temas escapistas (con todos los estereotipos que puedan darse dentro de esos temas: héroes masculinos, mujeres hiperdesarrolladas, situaciones fantásticas), la novel gráfica normalmente consta de tomos con historias completas, suela tratar temas más “profundos” (la autobiografía o el periodismo son recurrentes) y se permite trastocar las reglas narrativas, es decir, experimenta con los formatos, técnicas de dibujo, estilo narrativo, etc.

En otras palabras, es en la novela gráfica –entendida como el “otro” cómic, aquel lejos de las masas habitualmente consumidoras- donde la exploración permite que se innove y se amplíe el espectro creativo. Es ahí donde el cómic puede ser arte en su forma más pura (lo que no niega que el “cómic” también pueda serlo), o por lo menos ahí se realiza el intento. Así, la novela gráfica sería un formato distinto para presentar cómics de variadas temáticas, que promuevan el pensamiento y que amplíen su área de influencia. Nada mal para una mera diferencia semántica.

La nueva frontera

Entonces, ¿es o no válida la etiqueta de novela gráfica? Si lo que se pretende es presentar un producto dirigido a un público no acostumbrado a leer cómic, con contenido diferente al que podemos encontrar en los cuentitos y presentado en un formato que contenga la obra en su conjunto, o por lo menos más grande  lo normal, me parece que sí. A fin de cuentas, ese sería el nombre del formato, no del medio.

Cómics o novelas gráficas de imperdible lectura.

Por el contrario, si lo que se desea es separarse de un submundillo non grato, y ganarse una reputación combinando dibujos con palabras, pero tratando de justificar su valor asociándolo con la literatura, de esta manera intentando entrar en el mundo de la alta cultura, entonces el apelativo novela gráfica se convierte en algo discriminador que no debería ser considerado seriamente.

El cómic puede perfectamente seguir viviendo sin autores mamilas, presentando historias a través de un medio de comunicación que lleva más de un siglo saludable y cuyo futuro, gracias a quienes lo crean, pero sobre todo a los que lo leen, se encuentra asegurado. Ya sea a través de fascículos, tomos, álbumes o páginas web, lo seguiremos disfrutando por muchas páginas más…

Notas:

  1. Si desean conocer el largo camino que ha sufrido el apelativo –y el formato- asómense al libro “La Novela Gráfica”, de Santiago García, publicado por Astiberri. Completísimo ensayo sobre la cuestión.
  2. En pocas palabras, deconstruir es analizar un concepto y mostrar que sus obviedades en realidad no lo son. Por ejemplo, al iniciar Watchmen estamos convencidos de que todos son héroes en el sentido clásico de la acepción. Conforme avanza la historia se nos va demostrando que no existen ni los héroes ni los villanos, lo que hay son personas con diferentes motivaciones y escalas de valores.
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