El efecto espejo

CRÓNICAS MELÓMANAS DE PERRO NEGRO RECORDS IV.

Aquella mañana me encontré con Diana Rivero, luego de dos semanas de no saber de ella. Ambos nos alegramos de volvernos a ver y decidimos reencontrarnos al anochecer en el departamento de una amiga suya que había salido de viaje por un mes y que se lo cuidaría ese tiempo. Acordamos que ella prepararía espagueti para cenar y yo llevaría una botella de vino. Y con ese acuerdo, nos despedimos para que cada uno cumpliera con sus propias obligaciones durante el día.

Al atardecer, luego de terminar mi jornada de trabajo, salí de la oficina para ir a comprar el vino prometido. Pero en el camino, cerca de la Zona Rosa, pasé enfrente de Hip ’70, la disquería especializada en discos importados. Así que inevitablemente entré a ver las novedades y me encontré con el maravilloso disco Mirror Man, del Captain Beefheart & His Magic Band. Era un disco que hacía tiempo quería tener, y esa ocasión no pude evitar comprarlo de inmediato.

https://www.youtube.com/watch?v=Y2vuwuOl4Q8

Ya había escuchado algunas canciones de ese disco hacía mucho tiempo, algunas veces en la estación de FM La Chica Musical y otras ocasiones en el programa Vibraciones, de Radio Capital. Y realmente eran piezas monumentales. En los discos anteriores del Capitán Bistec de Corazón, por lo general las piezas que eran cortas. Pero este disco, por vez primera, contenía composiciones que rebasaban el tiempo standard: una de ellas tardaba poco más de 15 minutos y otra hasta 19 minutos. Aunque más que la extensión de las canciones lo mejor era su composición maravillosa.

Con el disco bajo el brazo y la botella de vino en la mano, llegué entonces al departamento de la amiga de Diana. Luego que me abrió la puerta y nos saludamos efusivamente, de inmediato y sin pedir permiso, puse a reproducir el disco en un equipo integrado que había en el departamento. Ya sabes, aquellos viejos equipos de sonido que incluían en el mismo mueble el tocadiscos, el reproductor de casete y el sintonizador de radio. El integrado no se veía tan antiguo; así que la reproducción de la música era como la del Olimpo. Enseguida abrí el vino y brindamos por aquel reencuentro y, claro, también por escuchar aquella música fantástica.

Mientras cenábamos el espagueti y terminábamos el vino, escuchamos con mucho placer aquel disco de Beefheart. Después de que levantamos la mesa, volví a poner el disco para escucharlo nuevamente, ahora sentados en el sofá, principalmente el lado B, en el que se encontraba la pieza que siempre me ha encantado: Mirror Man. Yo creo que Diana había tomado vino un poco más de la cuenta, porque ella me propuso que cantáramos al mismo tiempo que la pieza del disco pero jugando algo así como “el que hace la mano hace la tras”, aunque el uno enfrente de la otra.

Al principio nos costó un poco de trabajo coordinarnos el uno al otro cada vez que ella o yo marcábamos lo que debía hacer el de enfrente. A veces ella daba una pirueta sobre el piso y yo tenía que hacerlo al mismo tiempo. Otras veces yo brincaba como chango y ella imitaba mis movimientos hasta donde más pudiera. Eso sí, durante el juego del reflejo, cantábamos la canción del disco: mirror man, mirror me… Aunque luego le inventamos otra letra: mirror woman, mirror you.

En eso estábamos, saltando de aquí para allá y cantando, cuando, de repente, sin que nadie se diera cuenta al principio, me vi reflejado en ella, sí, pero materialmente, como si Diana fuera un espejo viviente y yo me reflejara tal como era. Y ella, por su parte, también estaba sorprendida de ver que yo era ella, como su reflejo, que bailaba y cantaba la pieza que ella misma danzaba y entonaba. Efectivamente, Diana ya era yo y yo, ella. No lo podíamos creer: cada uno de nosotros terminó en el otro. Lamentablemente, luego de ese hecho prodigioso, nunca logramos recuperarnos, y así nos quedamos.

A la fecha, ella trabaja en la oficina a donde yo asistía antes y yo doy las asesorías que Diana daba en la universidad donde la habían contratado. Claro, ella reniega de tener que usar siempre pantalón y yo, de ponerme algunas veces vestidos y faldas. Aunque confieso que, cuando tengo que vestirme con falda, me gusta verme al espejo: siempre me encantaron las piernas de Diana.

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