El poder del perro: del neowestern al thriller dramático

En su reseña, Anahí García Jáquez hace un recorrido por los paisajes de Montana, al tiempo que devela los aspectos menos evidentes en este filme de Jane Campion que trasciende las fronteras entre géneros cinematográficos. Disponible en Netflix...

Phil y George Burbank son un par de hermanos propietarios de un rancho en Montana. Phil es quien se encarga de las labores duras mientras que George lo administra. Esta dinámica ha funcionado hasta el momento en el que George decide casarse con la viuda Rose y ella y su hijo Peter se mudan. La relación y la vida de los hermanos Burbank cambian de la noche a la mañana de forma irreversible.

Éstas son las bases de la trama de El poder del perro, cinta dirigida por Jane Campion basada en una novela del autor Thomas Savage, quien sitúa su texto en los años 20´s y usa de escenario los campos del oeste americano para contar una historia de dos hermanos que son como el día y la noche: Phil (Benedict Cumberbatch) es un vaquero que se deleita en las faenas del campo al mismo tiempo que usa las palabras para herir; mientras que George (Jesse Plemons), es un hombre sereno y de buen trato que lleva los números del rancho.

Aún y cuando son diametralmente opuestos, han podido convivir y tener un lazo fuerte, pero en cuanto entran a escena Rose (Kirsten Dunst), la dueña de un pequeño hotel y su hijo adolescente Peter (Kodi Smit-McPhee), nada es igual, puesto que ambos serán víctimas de Phil, quien los atormenta como sólo él sabe ya que los considera una amenaza al orden establecido en ese rancho.

El poder del perro toca un tema muy en boga en estos días y es el concepto de la masculinidad tóxica, ésa que obliga a muchos hombres a interpretar un papel ante la sociedad y que, en algunas ocasiones, consiste en negar la realidad propia, llevando a la persona a desarrollar un odio ante su condición y lo que ésta representa, tomando para este caso en particular la figura del ranchero, ese hombre rudo que se conduce entre animales y labores que involucran fuerza física exudando testosterona y al que, por lo tanto, no se le permiten momentos de debilidad o de mostrar sus sentimientos, provocando que se ponga en contra de quien sí lo hace.

Y justamente ese es el caso de Phil y la relación que establece con Peter, a quien hostiliza (en un menor grado que a su madre), aunque con el tiempo termina tomándolo bajo su protección, enseñándole todo lo que aprendió de un vaquero legendario que le antecedió en el rancho y al que venera: Bronco Henry. Este nexo surge quizá porque ve demasiado de sí mismo en ese chico de apariencia frágil y desvalida que, como se nos mostrará más adelante, no tiene nada de eso.

Esta cinta, que ha sido nominada para 12 premios Oscar -entre ellos uno para el elenco principal-, comienza con un ritmo lento, como suele transcurrir el tiempo en ese espacio tan vasto que es el campo, pero que también asfixia y en el que se respira desolación. Asimismo, hay que destacar que este filme es bellamente fotografiado, convirtiendo el paisaje en un personaje más. La cinefotógrafa Ari Vegner captura de manera por demás elegante los paisajes de Nueva Zelanda (que para efectos de la trama es Montana), logrando mostrar a ese perro que parece surcar las montañas y con el que Phil tiene una relación particular ya que cree que sólo él puede verlo, además de hacer contraste entre la luminosidad del exterior y la oscuridad que priva dentro de la mansión, que ni con el amor ni la presencia de una nueva vida puede cobrar algo de luz.

Benedict Cumberbatch domina la escena al usar su caminar para hacer saber de su presencia y su penetrante y afilada mirada azul para inspirar terror, así como manifestar su desprecio a una Kirsten Dunst que, aunque se va quebrando de poco en poco debido al bullying del que es víctima, se limita sólo a languidecer, mientras que Jesse Plemons, en su papel de hombre tranquilo, no tiene un peso escénico tan fuerte en comparación con Kodi Smit-McPhee, que con su lenguaje corporal proyecta cierta indefensión y delicadeza (como cuando elabora sus flores de papel o disecciona animales).

Lo anterior sirve para mostrar también la dedicación y precisión en todo lo que hace, lo que provoca que Phil quiera adiestrarlo en el trabajo del campo y es durante esas secuencias, en las que pareciese que se da un juego de seducción, donde más se percibe el elemento homoerótico que flota en el ambiente, un aspecto velado en las escenas donde los vaqueros se bañan en conjunto o en la bellísima y poderosa escena en donde Phil juguetea con el pañuelo que alguna vez le perteneció al amor de su vida.

La banda sonora está a cargo de Johnny Greenwood (guitarrista de Radiohead), compuesto con base a música de cuerdas, anunciando cómo va en ascenso la tensión, ésa que Phil usa para tejer las cuerdas de cuero que tanto ama, además de advertirle al espectador que algo está por suceder, aumentando con ello la expectación y dando a ratos ese toque siniestro tan necesario, sobre todo cuando se hace patente uno de los temas más importantes que toca la película, que es el de la venganza.

Por otro lado, los sentimientos reprimidos convierten a los personajes en auténticas bombas de tiempo a punto de estallar y esto se manifiesta en las melodías que van in crescendo, poniendo al espectador en los zapatos del personaje en cuestión. Es así como El poder del perro es un neowestern que evoluciona a un romance, culminando en un thriller rural que funciona de principio a fin mostrando que no todo es lo que parece, como en los buenos dramas psicológicos.

El poder del perro. Jane Campion. 2021. New Zealand Film Commission y BBC Films.

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1 Comments

  1. Otra producción magistral de Netflix, lástima que por cada buena película salgan como 3 que dejan mucho que desear. En lo personal disfruté mucho con El poder del perro y espero que se lleve algo en los Oscars. Ya es tiempo de revivir los westerns.

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