Los caballeros de la mesa redonda: el Rey Arturo y las masculinidades

"¿Qué mujer o ser humano no ambiciona convivir con un caballero, para entablar un vínculo de amistad o de pareja? Y entonces me cuestiono: ¿Un caballero seguirá siendo un referente utópico de nuestras relaciones o es solamente la idealización romántica del deseo de convivencias no violentas...?" En su columna. Mar Gómez reflexiona sobre la caballerosidad y las nuevas masculinidades.

“Me encuentro más perdido que un varón en la cuarta ola feminista”. Lucho Fabbri

Winchester, Reino Unido, es una ciudad medieval ubicada al sur de Inglaterra; la he visitado en varias ocasiones y en cada una de ellas es imperdible llegar al gran salón de su castillo, hogar de la legendaria mesa redonda del rey Arturo. Mi fascinación crece en cada cita concertada con la quimérica historia que lo envuelve, ya que veo detalles antes no vistos, sensaciones novedosas en cada regreso a este ancestral lugar.

Winchester fue por 200 años la primera capital inglesa. En la actualidad es la sede administrativa del condado de Hampshire. La ciudad tiene muchos otros importantes edificios históricos, tan fascinantes como este que ocupa hoy mi atención, la que tiene que ver con la histórica mesa construida con árboles cortados en 1275. La tabla redonda que tiene al centro la rosa roja de la Casa Tudor y los nombres de cada caballero en oro. La que el rey Enrique VIII, amante de la leyenda y mito artúrico mandó elaborar hace 700 años y cuelga al interior, en lo más alto de este majestuoso lugar.

Entrar a este fascinante recinto acelera la imaginación, los símbolos universales de la literatura son evocados al penetrar en él. Inevitable no pensar en Camelot, en la magia, en los encantamientos y hechizos. Imposible no recordar a Merlín, el mago de Britania, figura central del circulo artúrico como protagonista en tiempos de guerra y rituales; Merlín como consejero del rey Arturo y sus leales miembros. La espada mágica de Excalibur surge junto al Santo Grial como piezas históricas para ser custodiadas por la literatura.

Las cruzadas de los pobres caballeros cristianos, los Templarios, aludiendo a la última cena de Cristo. Morgana LeFay, la más bella, la más sabia y la más poderosa con sus mágicas habilidades para cambiar de forma, curar y volar. Pensar en el asiento peligroso, en Lanzarote, en hadas, en gnomos del mundo celta, druidas, chamanes, profetas y poesía… No rumiar en ello y en las imágenes que aparecen en la mente de quienes visitamos este maravilloso lugar es inexcusable, por ser simbolos arquetípicos de la humanidad.

El cerebro y su complejidad en cuanto a la memoria como función cognitiva se estimula con palabras e imágenes. En esta ocasión el adjetivo “caballero”, resonó con fuerza, apareciendo la construcción social de sus atributos asociados, retumbando sin dejar de reflexionar en lo histórico de la representación misma a lo largo de la historia en la literatura y en sus contextos.

La palabra caballero apareció desde la acepción general como una figura masculina montando un caballo, hasta la más estrictamente personal, refiriéndose a su origen noble. Y por supuesto, el de la época actual, usado a menudo para definir a un hombre como distinguido, poseedor de una conducta gentil, atento y solidario, maduro, cortés y educado; una larga lista de virtudes deseables para un hombre, en el antes y en el ahora.

En cualquier época de la humanidad, ¿qué personaje femenino no se ilusionaba visualizándose con un caballero al lado para entablar una romántica y saludable relación socioafectiva? ¿Qué mujer o ser humano en la actualidad no ambiciona convivir con un caballero, para entablar un vínculo de amistad o de pareja? Y entonces me cuestiono: ¿Un caballero seguirá siendo un referente utópico de nuestras humanas relaciones, o es solamente la idealización romántica del deseo de convivencias no violentas?

Me remonté a la época medieval, a las hazañas de los fieles caballeros de carácter fuerte, noble, sí, a esos legendarios… Nunca dejé de pensar en la utilidad de esa particular mesa y sus espacios, donde no todos los lugares eran ocupados. En la jerarquización ausente y el orden de respeto por no estar ninguno encima del otro; en la redondez como estrategia para discutir y planificar asuntos de seguridad del reino, para debatir decisiones importantes.

Por lo tanto, se puede decir que la historia de los caballeros de la mesa redonda, no solo es una narrativa de valor, de lealtad y de poder, sino que es una leyenda que deja una notable huella de la evolución del hombre como género ante la solución de sus conflictos. La viví como un obsequio, una notable lección para actualizar los comportamientos masculinos, pues en muchos lugares sigue existiendo una mesa redonda donde se debaten decisiones importantes.

En ese sentido y sin ningún recato, pude asociar estos simbolismos a los grupos y colectivos de varones anti-patriarcales que están emergiendo en la actualidad por el mundo, en los recién creados institutos de masculinidades, quienes con su trabajo realizan cambios sociales, en las prácticas normalizadas y el discurso desde una posición privilegiada respecto a otras entidades (construida desde su asignación genérica y rol), en la cultura masculina basada en negaciones y en la urgente necesidad de una política de estado que desde la pedagogía liberadora y emancipadora reconstruya la salud psicofísica de la masculinidad.

Sí, de esa masculinidad que por no ser una construcción de carácter biológico natural u hormonal, sino una construcción social y política, fue aprendida; y por tanto puede ser desaprendida, aunque resulte totalmente incómodo pensarlo, leerlo y mucho más practicarlo. Me preguntaba entonces: ¿Cuántos millones de mesas harán falta para trabajar esta pedagogía liberadora hacia ellos?

Fui criada en un mundo masculino, al que solía amorosamente llamar el club de Tobi y la testosterona.  Mis prolíficos padres engendraron una docena de hijos, en su mayoría hombres, de tales matemáticas solo fuimos dos mujeres las que convivimos con ellos, observando la construcción de su ser como varones. Una numerosa familia tapatía, con crianzas normalizadas en los años sesenta, educados con cargas adjetivantes donde el machismo estaba socioculturalmente estandarizado.

Sin dejar de admirar la mesa del rey Arturo, resonaba en mi mente y en el salón la imagen y comportamiento de mi padre, la de mis hermanos; pensé en mis hijos y nietos varones, en mis amigos, compañeros de trabajo y familiares, en todos los hombres que han acompañado mi construcción como mujer y por supuesto en los caballeros del rey, en sus atributos y en sus comportamientos milenarios respecto a la llamada caballerosidad.

En la idea actual de la resignificación masculina y su ancestral dominación, también vino a mi mente la terrorífica realidad del México feminicida, el estruendo de lo femenino y el guion de vida rígido que les toca vivir a ellos como género; y por supuesto en lo necesario y complicado que es hablar de estos temas sin violentar y sin caer en la confrontación por usar lenguajes sexistas o patologizantes. Pensé empáticamente desde mi animus, de una forma tan simplista como burda que los hombres en la actualidad “no la tienen nada fácil”.

Hace unos treinta años empezó a surgir como campo de estudio un nuevo paradigma acerca de la masculinidad, haciéndose apenas visible recientemente. Los mandatos para ellos siguen deconstruyéndose respecto a los guiones y la negación de su sensibilidad, aún se les sigue obligando a ser racionales, seres con limitaciones en cuanto a la inteligencia emocional, por la premisa educativa de que   los hombres no deben lloran, ni mostrarse frágiles (una gran mayoría no saben decir lo que sienten), porque no se les enseñó. La caballerosidad es una apuesta fallida, rechazada en muchos sectores de ideas radicales, asumiéndola tal vez como una ofensa romántica y no como un halago, y quizá sea por eso que algunos hombres la excluyen de sus comportamientos y otros porque la desconocen totalmente.

Pienso en lo complicado de los tabúes severos a los que se enfrentan desde niños respecto a su sexualidad (basta revisar las historias en los rituales iniciáticos de su “primera vez” para hacerse hombrecitos con mujeres donde generalmente solo redescubren el cuerpo y su funcionamiento (en el mejor de los casos), abandonando por supuesto lo espiritual y emocional. La paternidad obligada para asegurar un supuesto linaje y apellidos, la virilidad, la fuerza física, la resistencia, el autocontrol, la dominación machista y qué decir del castigo cuando abandonan su sensibilidad y el vivir en un riesgo constante. Todo esto es parte de su deconstrucción como hombres, con la que afortunadamente se empieza a trabajar.

Mis vivencias me han permitido observar cómo muchos hombres se encuentran con el deseo y en búsqueda de reinventarse, apreciando la oportunidad histórica de ser contemporáneos de una revolución feminista, ya que el formato para sobrevivir siendo hombre y caballero ya no cabe en el guion de vida que se les adjudicó. La lucha como bien dicen los que están trabajando arduamente en esta reconstrucción es contra lo patriarcal, no contra lo femenino; es para eliminar ese largo andar de resocialización con esa cultura que da derecho a las violencias, porque ellos también son víctimas del modelo de masculinidad convencional asociado al patriarcado.

Tras las intensas introspecciones generadas en esta visita al Camelot medieval, me atrevo a decir que salí de ese mágico lugar sensibilizada y con la fuerza necesaria para continuar librando mis batallas como mujer, madre, amiga y pareja respecto a la masculinidad. Sin duda alguna cuando vuelva en mi comunicación y en mi narrativa a solicitar caballerosidad, cuando lea o escuche en poesía y canciones la palabra caballero, surgirán conexiones con todo lo que emergió de mis sentipensares en esta reciente visita asociada por supuesto a una gran obra de la literatura  universal.

Compartir artículo:
Written By
More from Mar Gómez
La papa peruana y yo: crónica de un conflicto internacional
En la más reciente entrega de sus crónicas de viaje, Mar Gómez...
Read More
Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *