“En voz íntima” de un nuevo libro

Son muy pocas las personas que se atreven a abrir su corazón, su alma y su mente a la par y dejar pasar a quien lo desee a través de la lectura de su texto tejido palabra por palabra, con el esmero de un artesano que no sólo pone su dedicación y tiempo en el trabajo que realiza, sino un estilo personal y único, pero sobre todo, pone su corazón. Así me he imaginado que fue escrito “En voz íntima” de Cristóbal, con la paciencia y la dedicación para elegir la palabra adecuada, la frase exacta que pudiera transmitir lo que evoca su ser y su alma, no con la finalidad de exorcizar sus demonios ni lamentarse, sino para desde sus experiencias de vida hablar con el corazón a otras almas que, como muchas, atraviesan por facetas de la vida dificultosas, que son los momentos claves y exactos para necesitar una buena dosis de palabras y reflexiones poéticas para crear vínculos, para generar empatía y, sobre todo, para dar esperanza.

Creo que escribir para invitar a la reflexión personal no es fácil, hurgar en nuestro propio ser resulta a veces muy arriesgado porque nos aventuramos a enfrentar situaciones que, a veces, preferimos mantener ahí intocables, pero que nos detienen, nos frenan, nos limitan y hacerles frente significaría aceptar los cambios, aventurarse a lo nuevo e incierto que muchas veces nos causa miedo o pánico y así vamos evitando o postergando nuestra felicidad por un poco de nostalgia sin atrevernos a “Deshacer los nudos”, como en un apartado nos dice Cristóbal.

Evidentemente no pudiera tocar estos temas con la profundidad filosófica y reflexiva con la que nos presenta hoy el autor a través de 5 estaciones por las que viajamos como lectores de este libro: la primera es la consciencia, después están la voluntad, la existencia, la transformación, y por último, el renacer. No creo que no respondan a una secuencia indudablemente necesaria en el transcurso de la vida. No sé si todos hayan tenido que pasar por ellas, algunos creo nos hemos quedado esperando aún el tren para llegar a la siguiente estación, pero Cristóbal ha hecho el recorrido completo, me parece al leerlo, porque los textos que acompañan cada apartado del libro son experiencias de vida que, aun siendo gestadas desde la intimidad del autor, las ha convertido en experiencias humanas universales de tal forma que, su voz íntima se convierte en la voz del alma humana.

Uno de los aspectos que me ha parecido más relevante es la invitación constante al ejercicio de la reflexión interna, de pensar quiénes somos, a dónde queremos ir, cuáles son nuestros sueños, nuestras metas, si estamos en el lugar y en la situación en la que queremos estar, si somos felices. Creo que es un ejercicio que realizamos pocas veces, sobre todo en esta vida tan agitada y vertiginosa que tenemos hoy en día, nos cuesta detenernos a pensarnos para conocernos o re-conocernos y aceptarnos, valorarnos no como un acto de vanidad, egocentrismo o arrogancia, sino como algo tan necesario como el amor propio, que Cristóbal aborda en varios de los textos y que me ha parecido fundamental resaltar porque es desde nosotros primero que debemos trabajar, poner en orden nuestro caos de emociones, de sentimientos, de ideas, de relaciones, de personas, como cuando limpiamos una habitación o una casa y dejamos ahí sólo aquello que nos es verdaderamente útil y necesario o recuerdos que no nos dañan, sólo lo indispensable, para después entonces poder apreciar lo bello de la vida en los pequeños momentos y en los pequeños detalles.

Así, el libro es una constante reflexión con una mirada poética y positiva de la vida, de la existencia, una constante llamada o alerta a despertar las almas aletargadas por las circunstancias y adversidades de la vida, es como una alarma que nos indica, al leerlo, que ya llegó el momento, la hora precisa, de despertar a la vida, de dejar atrás lo que nos ciega, lo que nos vuelve sordos, inmóviles e indiferentes, lo que nos disminuye nuestras capacidades de ser simplemente seres humanos y ahí radica otro importante aspecto de este libro, lo humano, un rasgo fundamental que Cristóbal toca en sus textos. Qué somos al fin y al cabo, cuando nos despojamos de los títulos, de los bienes materiales, de los reconocimientos, los premios, los elogios, las propiedades, etc., todo eso que acumulamos en el transcurso de nuestras vidas, no somos más que todos por igual, seres humanos,  y esto es lo que con mayor facilidad olvidamos. Por supuesto Cristóbal lo ha expresado mucho mejor que yo ahora, por eso me permito leer un breve fragmento del texto “Fragmentación humana”:

La humanidad peligra, la fragmentamos, la hacemos un acto corrupto de su propia naturaleza, dejamos de escuchar el silencio y lo atormentamos con ruidos imperecederos, no advertimos el mensaje de los sentidos, sordos nos volvemos mudos, al hablar ya no decimos; murmullos en la arena, las olas borran las huellas, la memoria se desdibuja entre las estrellas que hemos dejado de mirar, parpadeantes instantes de la nada, la nada es ausencia, ausentes olvidamos que somos humanos. La humanidad peligra porque hemos permitido que se convierta en un producto más, consumimos instantes, miramos perplejos, vivir es reconocer que a cada momento le corresponde mucho más de lo que vemos, lejos de los fragmentos la humanidad está compuesta de la memoria que le hace reflexionar y valorar, los sentidos son reflejo de los pensamientos y nuestras ideas se nutren de los sentidos, salvar a la humanidad es un acto de los sentidos que debemos pensar. Fragmentos, silencio, nada, Hoy necesitamos más humanidad.

Coincido, me identifico,  creo también de mucho de lo que aquí expone Cristóbal en su libro, no creo que haya sido una tarea fácil poder expresar de la forma en como él lo hace la condición humana, la necesidad invariable de todos nosotros de sentir, de soñar, de anhelar ver la luz o por lo menos un destello, en el túnel de nuestras vidas, sobre todo cuando estamos en la parte más obscura y a punto de perder la fe y rendirnos. Por eso es un libro esperanzador, de alguien que sabe que sí hay una luz, que sí vale la pena esperar, que hay otra forma de mirar la vida y ser felices, alcanzar los sueños y posibilitar las utopías. Cristóbal nos hace, más que publicar un libro, un regalo y especialmente yo se lo agradezco, por la amistad que también a veces recorre caminos pedregosos y que se bifurcan, pero siempre, cuando es auténtica y genuina, vuelven a encontrarse en el momento preciso, en el momento exacto, como éste en que yo te agradezco Cristóbal que me invitaras a compartirlo contigo, y a poder decirte personalmente que con lo que has escrito en este libro me doy cuenta que te has despojado de unas pesadas cadenas de opresión de personas y situaciones dañinas, tóxicas, y que admiro que sólo con un gran amor por ti mismo, por la vida, valentía y deseos de lograr tus propios sueños, hacer tu propio camino con la dignidad y la convicción que te caracteriza has podido crear este primer fruto que es “En voz íntima”.

Tú nos has regalado la palabra, su fuerza en la que crees y estás convencido, yo también lo estoy, pero no tengo la virtud de poder expresar siempre lo que llevo dentro, y por eso muchas veces tomo prestadas ideas, palabras de otras personas, y fue precisamente ayer que me regalaron éstas y que como una estafeta yo te las digo y ojalá puedan ir pasando así de persona a persona que realmente valga la pena. Me lo dieron en una servilleta, cosa más simple, pero dice: “Una palabra, un gesto, una acción, cambian toda una vida”.

*Texto leído en la presentación del libro “En voz íntima”, de Cristóbal León Campos, en el Gran Museo del Mundo Maya.

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