“Derrota de mar”: Fragmentos poéticos de Marco Antonio Murillo

Estos textos aparecen en el poemario “Derrota de mar” (Jaguar ediciones,  2019).

 

Y el interior sagrado, la penumbra

que surcan los oficios polvorientos,

la madera del hombre, la nocturna

madera de mi cuerpo cuando duermo.

Eliseo Diego

 

TRABAJOS DEL EBANISTA (FRAGMENTOS)

3

Sobre la mesa

persiste la mujer en su descanso:

 

la profundidad del sueño

mantiene en vilo

 

los objetos y fantasmas

de la casa.

 

4

Cuando un hombre astilla la mano

en el cuerpo de la mujer,

una espina de dolor palpita en la casa

 

y apenas logra despertar el agua

de un espíritu que habita un mar petrificado.

 

El dolor del cuerpo que siente

podría volverse un remo,

una lancha a la deriva,

una campana en la tormenta:

 

−Cuando al fin tu mascarón se doble bajo la tormenta, y hecha pedazos se hunda en el agua, su espíritu, entonces, como una lámpara serenará los mares, devolverá el aliento a los ahogados.

 

5

Cada vez que el ebanista duerme

mira a la mujer sobre la arena

parece ahogarse en sus párpados

entonces despierta contra el reflujo del mar

otras veces

adentro del sueño

ella sueña

siente el agua oprimirle el cuello

arrastrar sus ojos al fondo de la angustia

del otro que la sueña.

*****

SAINT JOHN PERSE CORRIGE AMERS

Quien a pesar del frío ama a una mujer y escucha su voz abrirse, siente el mar despedazarse en su corazón. Puede ser que al tocarla el agua se evapore y el canto de ella se vuelva sal. Entonces nadie habrá partido de ningún lado. La vida es un viento que ya no sopla, el aire gime si lo respiras. Amanece. Quien cierra los ojos no regresa al polvo, sino a la espuma, y vuelve a sentir el pulso de las primeras aguas.

*****

UMBRAL

Soñé con la poesía,

la soñé pequeña y temblorosa como una salamandra,

negra como la sed de no haber visto el mar desde hace años.

El bosque del lenguaje ardía toda la noche en el vientre de

mi madre

y la poesía corría y el fuego la alcanzaba.

La piel de la salamandra era el humo

de un enorme madero que ardía como una hermosa

muchacha.

Como una hermosa muchacha iba corriendo con su ardoroso

nombre

y cubría el otro lado del lenguaje

que sólo se ve a la luz de una lámpara lunar.

Del carbón manaba un idioma amarillo

que los hombres hablaban en secreto con pulmones

perforados

y mi corazón triste estaba lejos de la palabra asfixia.

No entendí lo que hablaban,

ni lo que sus ojos decían contra lo rojo que aún dormitaba

profundamente

en las hojas de la noche. Eso amarillo

que era el lenguaje de todos los hombres

y que al intentar hablarlo congelaba mi lengua.

Soñé con la poesía,

me dijeron que hablar de ella es quemarse las raíces

de la lengua,

estar ciego ante la palabra luz,

buscar inútilmente la claridad en la bruma de un bosque

de humo.

Yo busco esa claridad,

la busco como a un diente de león.

Tal vez nunca la encuentre.

Tengo el presentimiento de que el cielo está a punto de

partirse en una gota hacia el océano.

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