Hasta que no se encuentre evidencia que demuestre lo contrario, la vida parece ser un momento atrapado entre aquello a lo que muchos llaman la nada. Nuestra existencia se resume a un brillo de luz entre dos eternas oscuridades. Es un viaje efímero, pero que a nosotros nos parece eterno. Y quizás lo sea, porque finalmente el tiempo se pinta a sí mismo como una de esas cuestiones determinadas más por la subjetividad que por la realidad, más por lo que decidimos hacer con él que por lo que él hace con nosotros…
Pensaba en lo anterior mientras escuchaba con mucha atención y por enésima vez el V.E.H.N, el más reciente disco de Love Of Lesbian. Y lo hacía porque tengo la impresión – finalmente mi subjetividad es la que habla–, de que la banda española logra hacer del tiempo un aliado en el viaje musical que implica el sumergirse en su disco. En un mercado en el que lo efímero parece ser la especie dominante, los lesbianos invitan a quien escucha, desde el primer acorde, a detener la vida por un momento y emprender un viaje emocionalmente ecléctico, con piezas que van encajando como un rompecabezas destinado a unir los pedazos de un corazón que ha caminado una larga distancia y que se ha partido en el camino en espera de ser recogido, consentido, arreglado y dispuesto a recorrer la distancia que aún le queda con nuevos y renovados bríos.
“¿Hay más?, Si lo sabes di si hay más, más allá de mi rabia o si la vida es un viaje heroico hacia la nada” –¿quién realmente puede responder la que me parece es la pregunta principal, no solo de la primera canción, sino en general del disco completo, vamos, de la existencia humana? Sería en extremo ambicioso decir que Love of Lesbian da con la respuesta a una interrogante tan compleja como perenne. Lo que la banda hace durante todo el disco es discurrir sobre la misma, con letras y melodías oscuras, con otras francamente divertidas y otras más que tienen un tono de protesta, de una honesta queja, para terminar zanjados en esa necesaria y fundamental proteína emocional a la que hemos llamado esperanza.
Y ese anhelo puede venir disfrazado de muchas formas: de una profunda nostalgia producida por esa memoria que en algún momento se perdió, pero que regresa envuelta en una singular, provocadora locura: “Siempre me dicen: deja la cabeza y hazle caso a tu corazón, pero, ¿qué hacer cuando tu corazón está fatal de la puta cabeza?”. Y es quizá la locura del corazón la que nos lleva por los mejores caminos o por las sendas más oscuras del fragmento de tiempo que ocupamos en el universo. De ese se trata la épica de este viaje. Y Balmes y Saldarriaga parecen intentar entenderlo a lo largo de todas las canciones del disco. Para ellos la respuesta no está en la razón más pura, sino en la impureza irracional de las emociones, de aquello que nos vuelve más humanos e imaginativos
“Por no pecar de radical, pactaremos alquilarle nuestra alma a Satán, cansados y asediados por la idea global, Hasta un idiota hoy en día es policía moral” canta Balmes con gran pasión en Los Irrompibles, una canción que es portadora de la esperanza que viaja como un simbionte de la revolución, de una revuelta interminable y cíclica que está siempre a la espera de regresar para instalarse en nuestra vida de manera definitiva: “solo falta dar un paso para ser libres, increíble… los irrompibles ya surgieron del mar, ¿te puede el miedo o las ganas de nadar?”, para luego pausar y darle todo el sentido a las cosas a través del amor: “piensa que el mundo a veces por un segundo, deja de ser absurdo si en medio estamos tu y yo”, un amor que puede irse pero tan solo por causas accidentales –“si un día dejé de amarte, lo hice siempre sin querer”– pero que está siempre presente para respirarnos hálitos de existencia.
La pregunta es si esa existencia puede enmarcarse en una obra de arte pop. El gran escritor y musicólogo Nick Hornsby se lo preguntaba en la legendaria cinta Alta Fidelidad: “La música pop tiene la especial cualidad de llevarte hacia atrás en el tiempo a la vez que te lleva hacia delante, y por eso te sientes nostálgico y esperanzado a la vez”. En V.E.H.N, esa dualidad descrita por el emocionante escritor británico está siempre presente. “Qué importa ya, si una canción que hable de ti encierra todo un cosmos”, una línea que está íntimamente relacionada con esa idea de ilusionante nostalgia, con recuerdos que funcionan como una catapulta hacia el futuro. El pop trabajando perfectamente para describirnos, para enfrentarnos con lo que fuimos y para invitarnos a pensar qué es lo que pretendemos ser.
La épica está conformada por relatos de titanes que cargan sobre sus espaldas una serie de ideales. Siendo quizá más terrenales, todos podemos ser héroes pero lo que llevamos sobre los hombros no necesariamente son altos conceptos sino pesadas cotidianidades, cosas que nos convierten en seres humanos… ¿habrá algo más heroico que formar parte de una humanidad que viaja con rumbo incierto por el cosmos? De ahí que la vida sea precisamente eso: un viaje lleno de aventuras, de desvelos, de sin sabores, de amores y de personas que pasan de manera fugaz a tu lado y de otros –los menos– con los que uno recorre todo el trayecto.
“Una canción sencilla esconde eternidad”, dice El Paso, la canción con la que termina el V.E.H.N y uno no puede más que sacarse el sombrero ante tanta verdad, ante lo que ha sido una experiencia sonora de la que no sales inmune y a la que sabes que vas a acudir en algún momento, tal vez cuando necesites de emprender nuevos recorridos o cuando quieras sumirte en la remembranza de aquello que alguna vez te hizo feliz y que ahora miras con los ojos empañados de añoranza.
