Alan Moore y la magia psicosexual en sus cómics

Existe un elemento común en (casi) toda la obra de Alan Moore. Un elemento que la identifica y a través del cual el autor ha expresado de forma contundente mucha de su ideología. Al igual que grandes escritores como el Marqués de Sade, Pierre Loüys o H. P. Lovecraft1, Moore ha sido un esclavo del sexo, en el entendido de considerarlo como el acto mágico más puro que existe en el mundo de las ideas. No es un secreto que el escritor inglés se autodenomina mago, e incluso se encuentra preparando un grimorio con el único fin de develar los misterios que rodean tan singular pasatiempo.

Pero no nos confundamos, hay de magos a majes; lo que Moore hace no es prestidigitación o charlatanería, la magia que él estudia tiene que ver más con estados de ánimo, psicología conductual y fuerzas biológicas básicas, siendo el sexo la más conspicua de estas últimas. Para estos magos, la reproducción sexual es un acto mágico (en sentido metafórico), pues el hecho de que a partir del deseo/amor de dos personas pueda surgir vida nueva es algo que desde la antigüedad ha fascinado al ser humano, y por lo mismo, Moore pertenece a una escuela de pensamiento en el que reprimir todo deseo sexual es una aberración, pues termina con la magia no sólo de la reproducción, sino de los sentimientos que evoca y provoca, así como de las consecuencias creativas que pueda tener.

Lost Girls

Es por ello que el grueso de los cómics de Alan Moore tiene un elemento sexual explícito o velado, ya que de esta manera el escritor dota de magia a sus escritos, además de permitir una clara exposición de sus principios y valores, sin olvidar también que el sexo es una excelente herramienta de publicidad. Pero lo principal es que ese elemento sexual separa a los cómics de Moore de los de cualquier otro autor, dado que su manejo del tema siempre forma parte integral de la obra y la dota de una identidad que, desgraciadamente, siempre se ha perdido al ser adaptada a otros ámbitos artísticos. Podríamos mencionar esa obra cumbre de la pornografía, Lost Girls, pero es demasiado obvio el contenido sexual y, a fin de cuentas, no es lo más importante de esa obra en particular -al menos no a nivel explícito-; además de que fue un cómic hecho justamente con el fin de utilizar la pornografía como medio narrativo.

Si se presta atención, puede descubrirse que en las grandes obras de Moore siempre existe un elemento sexual latente, pero que funciona como guía para muchos de los personajes. Por ejemplo, en Swamp Thing el personaje central sufre por haber descubierto que ha perdido su humanidad, y con ello toda posibilidad de llevar una vida al lado de su amada. El sufrimiento no es por no poder amar, sino por el hecho de que, en principio, no puede seguir teniendo relaciones sexuales con su pareja, situación que lo lleva en un viaje de autodescubrimiento que culmina en un encuentro con una sexualidad novedosa en la historia: Rite of spring2 (adornada, por cierto, con un arte espectacularmente lascivo).

Swamp Thing

En V for Vendetta, el sexo permite una vía de escape a la protagonista y es una de las herramientas mediante las que V logra adoctrinarla (o todo lo contrario, dependiendo cómo lean la obra). La manera en que Moore maneja el tema es tan sutil, que a los guionistas de la adaptación en cine se les hizo fácil eliminarlo, entregando un producto débil y con carga ideológica mínima, insultando tanto al público como al autor en el intento. Misma situación que sufrió la adaptación de Watchmen, pues la trama donde queda claro que Nite Owl es impotente debido a la insípida vida que lleva, es ominosamente recortada a un mero encuentro fugaz hecho específicamente para incluir sexo en la película, sin mayor consecuencia narrativa.

De igual forma se desvirtúa el tema en From Hell, una de las obras comerciales3 menos leídas del escritor y que es fundamental leer para entender al Alan Moore actual. Ahí, se nos narra una historia que resulta doblemente terrorífica no sólo por el hecho de estar basada en la vida real, sino por el hecho de que fue justamente el sexo el detonante del conflicto, al tiempo que expone la desigualdad social que las diferencias entre sexos han fabricado. Por supuesto, este discurso se pierde en lo que terminó siendo una vulgar película romántica.

Watchmen

Otro punto cumbre en el historial de cómics y sexualidad de Moore es Promethea, historia que en sí misma constituye un adelanto del grimorio antes mencionado, y en donde la magia, el conocimiento y la fuerza se manifiestan a través de una mujer, lo cual no es gratuito, ya que según algunas teorías antropológicas hubo un tiempo en que las mujeres eran veneradas por ser las dadoras de vida. Aquí, el sexo se manifiesta más como un estado social que como una acción. Moore es partidario de la equidad sexual y no duda en hacérnoslo saber de una manera bellamente ilustrada.

Incluso de manera humorística, Moore ha hecho patente que todos los seres vivos tienen derecho a una vida sexual plena y satisfactoria. Dentro de las páginas de Supreme, podemos ser testigos de las penas de Supremutt (versión de Krypto, el superperro, para esta historia en particular) y su término, al poder solazarse y engendrando una jauría de perros superpoderosos que traen más problemas que beneficios al planeta Tierra.

Promethea

Alan Moore sabe que mientras el sexo siga siendo un tabú la sociedad no podrá desarrollarse de una manera sana. El sexo no es sólo una acción pasajera, es un eslabón con los demás seres vivos, cuya asimilación permitiría menos problemas psicológicos y más libertad, pero también es consciente de que es una forma de sometimiento y ahí radica su magia. Podemos vivir sin fantasía, sin imaginación, pero nunca sin sexo.

Addenda: Este texto fue escrito en 2011, por eso no incluye ningún título de la trilogía lovecraftiana conformada por The Courtyard, Neonomicon y Providence (aquí puedes leer la reseña de Soma), donde Moore sistematiza los mitos de Cthulhu, incluyendo al sexo como un ingrediente principal. Analizar el papel del sexo en esos cómics es un ensayo en sí mismo.

Notas:

1 Lovecraft fue el único de esta lista que no lo hizo de forma consciente, lo que hace aún más terroríficos sus relatos.

2 Rito de la primavera, en español.

3 Comerciales en el sentido de que se encuentran impresos y disponibles.

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