Sobre el 8vo aniversario de Hipogeo Taller de Cuento

La primera quincena de septiembre es la fecha del festejo por el octavo aniversario de "Hipogeo, taller de cuento" y previo a ello tendrán eventos de pre-aniversario, entre otras actividades literarias.

Vivir en Mérida Yucatán, entidad que ostenta por segunda ocasión el titulo de la capitalidad cultural, es habitar en un semillero artístico desarrollado, un universo sublime de valor intangible. Prueba de ello se concentra en el cosmos de la literatura y la escritura. Fraternizar en Yucatán es el mejor camino para participar en un sinfín de actividades literarias. Una opción son los talleres, que como todo en la vida los hay fugaces y los hay que hacen historia por su firmeza y constancia. Uno de estos últimos es el llamado “Hipogeo Taller de Cuento”.

Otorgarle nombres a las cosas, proyectos o personas, es algo propio de la condición humana, es un ritual simbólico que facilita nuestras interacciones y concede identidad; al nombrarlos les construimos reputación y transmitimos con ello recuerdos que hacen historia.

Los conceptos “Aniversario, Hipogeo y Tallerear” parecen acepciones simplistas, pero no lo son; nos remiten a considerar a Cronos, a situaciones, acontecimientos y eventos que suceden para ser revestidos de importancia. Tres sucesos interconectados y plausibles de ser contados nos ocupan hoy. Cuando nos referimos a estas construcciones, estamos hablando de una consecuencia, de un resultado, de la creación y producción de cuentos convertidos en textos literarios.

Pensemos en Hipogeo como lo edificado bajo el suelo. En los textos de este taller se adhiere y enriquece a esta idea la preposición de José Luis Borges sobre los dos argumentos que debe poseer un cuento:

el cuento deberá contar con dos argumentos; uno falso que vagamente se indica, y otro, que mantendrá el secreto hasta el final.

 En ello pensó el fundador de este taller, el maestro Víctor Garduño Centeno cuando por primera vez convocó con invitaciones personalizadas a los que coquetean y se dejan seducir por el género literario del cuento, lo que considero seguramente al darle este nombre. Fue en el año dos mil trece cuando Hipogeo taller de cuento ve la luz y brotar de esa construcción subterránea con techos abovedados, marcando  el principio para sesionar desde esas fechas todos los martes en un horario de seis a nueve, lo que se ha convertido en una disciplina, a la que se le ha agregado un colofón post taller “Una tertulia social” que se extiende cerca de las once de la noche en alguna cafetería cercana a la biblioteca sede, donde se quitan las máscaras de talleristas y se charla de otras cosas de la vida.  

Esta dinámica se ha llevado a cabo de forma gratuita, independe y democrática durante ocho años ininterrumpidos (aun con la crisis pandémica que se vive a nivel mundial, nunca se ha suspendido la actividad, buscando por supuesto opciones virtuales, presenciales e hibridas por la contingencia). En sus inicios las reuniones para tallerear eran en diferentes cafeterías, posteriormente, y durante dos años en la galería de arte Le Cirque, y desde hace un poco más de tres años las citas para este ejercicio se realizan en la icónica biblioteca Central Manuel Cepeda Peraza.

 El taller está conformado por hombre y mujeres mayores de dieciocho años. Se trata de una comunidad heterogénea, de diferentes profesiones y edades que comparten el gusto por la escritura y en concreto por el Cuento. No es un taller de lectura, no es una editorial, ni es una reunión para discutir sobre publicaciones; el tema riguroso es la creación y el tallereo. El propósito es ambicioso y tal vez infinito, menciona su fundador en el manifiesto publicado en la primera antología “Lo breve, si bueno…” editada por la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán.

…el objetivo es difundir el cuento literario, principalmente en lo que concierne a la creación.

Así es como las producciones (cuentos) de sus integrantes tienen su génesis en el proceso de taller, no hay producción literaria que no sufra esta cirugía. De este ejercicio, es que nace el texto reflexivo titulado:

EL DOLOR DE TALLEREAR…

Todo dolor tiene un componente psicológico,

todo dolor es una experiencia sensorial o   emocional desagradable.

¿Tallerear tiene que ser doloroso..?

Hablar de que existe dolor psicológico en un taller literario, es hacer lectura a cuatro componentes que suelen estar presentes en él; sin llegar a ser patológicos, estos personajes dan luz y sombra en cada sesión:

  • el manoseado concepto de Ego,
  •  lo cognitivo evaluador de la sesión,
  •  lo subjetivo emocional de los lectores versus escritor y
  •  la presencia del narcisismo humano.

    En teoría el verbo Tallerear nos remite a una experiencia que con lleva como labor el pulir un texto, limpiarlo, enriquecerlo y mejorarlo. Sacar al que escribe de su encasillamiento creativo cuando expone su texto mediante la lectura, para que por medio de ella (los lectores) comenten de manera crítica, detallada, respetuosa y civilizada, sugerencias para su reescritura, y ofrecerle nuevas perspectivas; las de un ojo nuevo, las del lector que se enfrenta a nuestras letras, tarea que transfiere cierta dosis de dolor.

  Los textos de creación propia que traemos al taller parecen entrar a una sala quirúrgica a ser operados de nuestras propensiones al trillado cliché. Son abiertos en espacios, marcándoles determinadas zonas para añadirles otras y/o modificar las existentes. Naciendo la conocida escritura intervenida.

 Asistimos con la intención de reconocer y estimular la originalidad y la vitalidad. Los cambios sustanciales pueden ocurrir para realizar un progreso inesperado y hasta admirable, si es que la atmosfera es apropiada para esta metamorfosis. Esa, es una de las mágicas bondades del tallereo.

 La mesura como elemento mediador debe hacer su aparición. Aunque no somos las personas quienes debemos sobresalir, la palabra del escritor o aprendiz, entiéndase como el texto en sí, es el verdadero protagonista; pero no deja de ser un instrumento a través del cual expresamos ideas, sentimientos y experiencias al narra hechos imaginarios o situaciones; lo que no deja de afectar el mundo interior de quien escribe. Por tanto, indagar en ese mundo subjetivante, descubrirle nuevos significados a su realidad social, histórica y cultural, es una fascinante dosificación de dolor psicoemocional en cada sesión.

   La idea no es invalidar, debe tratarse de un intercambio bien intencionado, tampoco de un inútil parloteo entre conocidos, ni ensalzar los ya legendarios egos de algunos. Con el aglomerado de opiniones se pueden hacer conjeturas de lo que falta o sobra en el texto.

Como en todos los grupos sociales existen personalidades diversas que psicológicamente los definen, los talleres literarios no son la excepción y en ellos podemos encontrar los siguientes perfiles:

  1. Personajes que nunca o poco han tenido que ver con la literatura. Los que fueron aplaudidos por su maestra o su mamá, los que salen huyendo antes de aprender la lección, abandonando el taller luego de un par de sesiones, y es que el oficio de escritor es más que una cuestión de voluntarismo. Para escribir con calidad literaria hay que leer, limpiar y reescribir. Hipogeo es un taller duro, hay que tener bien fuerte el estómago. Ese trabajo duele…
  2.  Los que tienen algún talento literario, pero necesitan fuertes dosis de reafirmación narcisista, los enamorados de sus propias creaciones y que toman las críticas o sugerencias como innecesarias, por tanto, se niegan por sistema a aceptar sugerencias.
  3. Lo que actúan en detrimento de la calidad del texto, argumentando que se tiene que defender solo, que no es una feria de vanidades, aunque muchas ocasiones ellos acuden para que elogien los suyos. Su intención consciente o inconsciente es destruir despiadadamente a los demás con hirientes comentario, pareciendo obtener orgasmos por cada víctima.
  4.  Los que tienen verdadero talento y acuden para revisar sus textos, aprendiendo con humildad de comentarios y críticas, no del “nalgoteo o elogio mutuo”.
  5.  Y los pasivos observadores, que solo aportan su presencia física y el calor a las sillas; no exponen, solo observan precavida, calladamente…

 Las bondades y las maldades humanas hacen presencia en los talleres literarios.

 Ernest Hemingway argumentaba que “El don más esencial para un buen escritor es tener un detector de mierda incorporado, ese es el radar de un escritor” … a veces la emoción afecta el funcionamiento de ese detector.

Existen muchas formas para pulir un texto, es cuestión de hallar la indicada, una de ellas son los talleres, donde uno no sienta la opresión en el pecho, las ganas de llorar y lanzar todo por la borda, debido a las críticas destructivas. En su lugar esperamos las sugerencias para embellecer perceptiblemente lo que se ubica como error. Imaginarse que se está fuera de una cámara de Gesell y se observa a un grupo de prueba para ver sus reacciones ante un nuevo producto, es una forma de resolver el malestar y dar paso al crecimiento, pues al final solo corresponde al autor del texto la reestructura con lo sugerido.

El fenómeno del tallereo surgió a la mitad del siglo XX, en nuestra época, es una práctica necesaria y generalizada. El concepto es tan aceptado como el verbo que se ha acuñado en casi todos los idiomas; to workshop es mucho más que discutir un trabajo en grupo. La actividad implica un compromiso por parte de cada uno de los participantes a poner atención al relato incipiente que se aporte al taller. La atmosfera de este espacio resulta intensa y personal, contraria a la relajada de escribir en soledad.

Compartir aciertos, experiencias y fracasos proveen la necesaria disciplina intelectual, emocional, social y hasta espiritual para desarrollar el pensamiento crítico y la apreciación por la literatura. Lo generado en estos talleres alimenta revistas, suplementos, publicaciones en red, libros, testimonios de trabajo y la creatividad de los miembros. La tallereada tiene mucha tela de donde cortar, ¿será necesario sufrirla…? ¿Las publicaciones en individual o en conjunto materializan y exaltan con orgullo la dolorosa o apetecible faena de los asistentes?

De este proceso, Hipogeo taller de cuento tiene en revisión editorial su segunda antología de cuentos para salir próximamente a la luz pública. Igualmente cuenta con una producción de veintiún plaquets, publicadas por acequia casa editorial, agregando en la actualidad una segunda producción de diecinueve títulos más a su colección, publicándose dosificadamente, lo que se hace un total de cuarenta libros de pequeño formato; Esto hablan por si mismo de una vasta producción de cuentos, como consecuencia de crear y tallerear los textos de los escritores en este grupo.

 La primera quincena de septiembre es la fecha del festejo social por el octavo aniversario y previo a ello como eventos de pre aniversario se inician actividades literarias. En el mes de julio se realizarán conversatorios vía virtual en el evento nombrado “La FILEY, después de la FILEY” y en agosto están calendarizadas charlas programadas con SEDECULTA en la Biblioteca Central Manuel Cepeda Peraza. Ocho años de trabajo ininterrumpido merecen sin duda la nota y el reconocimiento social a este emblemático taller.

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