Years and Years: una distopía familiar

La miniserie está disponible en HBO.

Revisen las noticias del 2019: Guerra comercial entre China y Estados Unidos. La violencia en contra de los migrantes ha aumentado junto con el discurso de odio y la xenofobia. La tecnología controla gran parte de nuestra vida, dependemos de ella e incluso ésta se ha vuelto cada vez más integral con nuestra personalidad. Los países construyen muros a su alrededor y los esfuerzos de integración regional como la Unión Europea, que en su momento fueron una luz de esperanza para derribar barreras, hoy corren el riesgo de desaparecer ante el regreso de los nacionalismos y del fracaso de los estados de bienestar que supuestamente se fortalecerían con la integración.

El mundo entero habla de recesión económica y con ello el posible colapso de los sistemas financieros. La extrema derecha gana terreno en occidente. Nubarrones cada vez más grises y densos se ciernen sobre el planeta entero y las preguntas de siempre son cada vez más recurrentes y difíciles de contestar: ¿Hacia dónde vamos? ¿estamos acaso ante el principio de un cambio que vaya en contra del progreso que nos han prometido?

¿Entonces qué nos queda? Especular, ese ejercicio mental que puede y que parece ser sencillo. De hecho, a pesar de que la estadística siempre está ahí para arrojarnos datos irrefutables, la especulación siempre será una herramienta para tratar de prever el futuro, aunque normalmente los resultados no necesariamente tengan una aplicación práctica. En la narrativa de ficción, la ciencia ficción tiene en el acto de especular uno de sus principales componentes, quizá el primordial. Se trata de imaginar mundos, escenarios, universos posibles a partir del momento presente en el que se produce la obra.

Tal ejercicio puede generar un sinfín de posibilidades, pero sin duda uno de los que más llama la atención es cuando se presenta una sociedad distópica, cuando la ciencia ficción teoriza sobre los resultados que se han producido a través de conflictos como una guerra nuclear, un cataclismo tecnológico o la emancipación de la inteligencia artificial. Tenemos ejemplos por todos lados de escenarios apocalípticos en los que triunfan o sobreviven solamente los más fuertes, los más capacitados física e intelectualmente para vencer en ese escenario que, además, suele ser presentado con varios años de distancia del tiempo en el que se produjo la obra.

¿Pero qué sucede cuando se trata de especular sobre los acontecimientos que están sucediendo en este 2019, y a partir de los mismos crear una obra en la que se exploran escenarios posibles que podrían presentarse en el transcurso de la próxima década? ¿Y qué pasa cuando esos escenarios no afectan a miembros del ejército o a personajes con características mesiánicas que los vuelven automáticamente dotados para enfrentar cualquier cisma? ¿Qué ocurre si lo que está por suceder es visto a través de la óptica de una familia como cualquier otra, una que vive en un país en el que supuestamente el desarrollo les ha garantizado tener un saludable estado de bienestar, uno que puede enfrentarse a cualquier tipo de riesgo ya sea local o mundial y mantenerse firme? La respuesta a todas estas preguntas se llama Years and Years.

Years and Years es una miniserie que cuenta la historia de la familia Lyons. Una familia de clase media acomodada que no tiene mayor problema para enfrentar a la vida, no más que los que pudieran tener los miembros del grupo social y económico al que pertenecen. Una familia cuyos integrantes se aman entre sí y que tratan de ser buenos ciudadanos en la medida de sus posibilidades e intereses. Son conscientes de los problemas que los rodean, pero aparentemente estos no les afectan. Son críticos de la política de su país, pero su participación en la misma es prácticamente nula. Tienen recursos monetarios que han confiado al sistema bancario, miran con cierta simpatía -pero desde lejos- a los migrantes que llegan al Reino Unido de otras partes del mundo buscando una mejor calidad de vida, pero tampoco este realmente es su problema.

Todo lo anterior cambia cuando Edith (Jessica Hynes), una de los Lyons, es testigo directo de uno de esos hechos que cambian la historia, mientras que los demás miran con auténtico horror un espectáculo provocado por el choque de dos potencias que nunca debió de suceder. Es una noche trágica de 2019 que marcará a los Lyons para siempre y que los obligará a tomar parte en una serie de acontecimientos que marcarán a todo occidente y de los cuales nadie saldrá impune. Porque nadie puede salir impune del horror de la guerra, del temor de una conflagración de carácter global y de esas bombas que pueden dejar tu sombra grabada en la pared sin importar dónde estés, quién seas o, incluso, si eres parte de los países que han entrado en conflicto.

Ese hecho generará una serie de acontecimientos que comenzarán a transformar a la utopía planteada para occidente en una distopía cuya marea atrapará de alguna forma u otra a la familia Lyons. Los países que antes se erigieron como adalides de la libertad se van a transformar en fortalezas inexpugnables y en los que se alimentará el odio contra todo aquel que parezca diferente, contra quien arriesga su vida para llegar a una playa ajena en la que quizá podría comenzar de nuevo. Eso se hará aún más significativo para los Lyons cuando Daniel (Russell Tovey) se enamore incondicionalmente de Víktor Goraya (Maxim Baldry), un migrante ucraniano que ha tenido que huir de su país por el endurecimiento de las políticas en contra de los homosexuales. A partir de esa relación y de los cambios en materia de la política británica hacia los refugiados, Daniel y Víktor iniciarán una odisea para poder permanecer juntos y arrastrarán en el proceso a toda su familia.

Todo lo anterior se da en el medio de una crisis política que colapsa al sistema de partidos en el Reino Unido y que provoca la aparición de una nueva alternativa liderada por Vivienne Rook (Emma Thompson), una mujer que aparenta tener un discurso disruptivo, provocador y que promete un giro a las cosas, pero que en realidad esconde una profunda vacuidad y un extremismo de derecha que promete el resurgir de lo británico, pero que en realidad pavimentará el camino para la restricción de las libertades y el tránsito hacia el fascismo. Discurso tramposo que también va a seducir por momentos a los miembros de la familia, particularmente a Rosie, cuya situación económica no es precisamente la mejor dentro del complicado engranaje familiar.

Years and Years no es en sí misma una serie de Ciencia Ficción: lo que hace es utilizar el carácter especulativo de la misma para desarrollar su propia y original narrativa. Pero no puede evitar que dentro de esa imaginería sobre el futuro hable también sobre la dependencia que la sociedad ha desarrollado hacia la tecnología. Un elemento es Signor –una clara referencia a los sistemas como Alexa–, a quien toda la familia recurre para conectarse y que incluso por momentos es un personaje más dentro del programa. Pero lo más significativo es lo que ocurre con Rosie (Lydia West), una adolescente que ha crecido dentro de la era digital y que considera la opción de volverse una transhumana; es decir, migrar su cuerpo y su conciencia hacía un ambiente completamente tecnológico. A lo largo de todos los capítulos seremos testigos de la transformación de Rosie y de las consecuencias que ello puede traer el integrar la tecnología al cuerpo e ir transformándose en una especie de Cyborg. Lo que realmente genera una gran inquietud, es que tal transformación está planteada en términos perfectamente lógicos a partir de la tecnología a la que se puede acceder actualmente en casi todos los países del mundo. Y lo que también es interesante es cómo al seguir la historia de Rosie, nos iremos dando cuenta de las posibilidades, pero también de las consecuencias de la tecnificación del cuerpo y, por ende, de la mente.

Lo mejor de Years and Years es que a lo largo de sus seis episodios los guionistas y realizadores nunca pierden la visión y el rumbo. Todos los capítulos están perfectamente escritos y en ellos se plasma lo que he mencionado anteriormente, pero sin perder de vista que ante todo se está contando el drama de una familia, de cómo los efectos globales afectan ineludiblemente a todos los individuos e incluso a aquellos que piensan que era mejor ver las noticias cuando estas eran aburridas. Pero también porque hace un duro y demoledor hincapié en que todos somos culpables de tales acontecimientos, pues decidimos mirar hacia otro lado cuando estos están pasando directamente en nuestras narices, cuando están llamando de manera violenta a la puerta de nuestro hogar pero preferimos ignorar esos golpes y encerrarnos en las habitaciones más profundas que podamos encontrar, pues en algún momento las puertas de tales refugios se van a derrumbar y la realidad entrará brutalmente hasta mirarnos fijamente a los ojos.

Ahí es en donde recae el mayor de los triunfos de Years and Years, pues plantea desde cada uno de los miembros de los Lyons las posibles reacciones que cualquier individuo pueda tener ante el absolutismo, ante la desigualdad, ante la recesión económica, ante el la caída de las libertades, el levantamiento de muros y el crecimiento del odio a lo diferente. Reacciones en las que sí influye lo que ocurre en lo global, pero también la propia personalidad, lo que somos y en lo que nos convertimos gracias a quienes nos rodean.

Compleja y a la vez sencilla, llena de paradojas y de preguntas inquietantes, llena de odio y amor, de derrota y triunfo, Years and Years cuenta con gran precisión una historia que puede ser la de cualquiera de nosotros. Porque al final todos compartimos el planeta, todos estamos insertos en procesos que no conocen ya de fronteras, todos vivimos ante la amenaza de que las libertades ganadas en el pasado y las que podamos ganar en el presente sean cuestionadas y echadas para atrás en un futuro no muy lejano. Es una serie aterradora por los escenarios distópicos que plantea, pero a la vez existe en su narrativa esa férrea esperanza que sigue manteniendo la humanidad en sí misma, en su capacidad de ser empática con el otro, de seguir empeñada en provocar cambios positivos aún en el medio de sistemas que ante todo parecen premiar la injusticia, la corrupción y lo vacuo, antes que aquello que realmente es importante, lo que permite el desarrollo tanto individual como colectivo.

Será difícil que en el 2019 se produzca una serie tan intensa, tan terrorífica, tan llena de personajes entrañables, tan cercana a lo que podemos llegar a ser si no hacemos antes algo para evitarlo. Un programa inevitable, imperdible y que debemos ver como una llamada de atención, como una advertencia y como un poderoso alegato a favor de lo mejor que tenemos los seres humanos: nosotros mismos, nuestras relaciones afectivas y los lazos indestructibles que pueden surgir a partir de ellas y que son nuestra mejor defensa contra todos, contra todo. Una de las mejores series del 2019, sin duda alguna.

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