Ricardo Gallardo y su vibráfono son ovacionados en la OSY

“No voy a tocar un encore, voy a pedir a los padres que acerquen a sus hijos a la música, que estudien, que ejecuten algún instrumento, eso los hará mejores seres humanos”, dijo Ricardo Gallardo en su intervención con la Orquesta Sinfónica de Yucatán, según la crónica de Ariel Avilés.

Reanudamos nuestra labor de cronista en el sexto programa de esta accidentada XXXIX temporada de nuestra orquesta. Fue la primera vez que vimos dirigir al director interino de la orquesta, ya con este encargo, ya que antes lo hemos visto como director invitado. Su conducción fue muy buena, y los atriles de la orquesta respondieron correctamente a su batuta. Su charla didáctica previa, resultó muy ilustrativa y bien informada, y se debiera promover más, para que mucha más gente la aproveche, que buena fata nos hace difundir los conocimientos sobre la música de conciertos. En lo general, el Mtro. José Areán nos causó magnífica impresión, sólo es necesario legitimar su labor al frente de la agrupación con el necesario, más bien indispensable, concurso abierto de directores, para otorgarle, con toda legitimidad, la dirección de la OSY.

El programa constó de tres obras: “Petite Suite” de Claude Debussy, el “Concierto para Vibráfono” del mexicano contemporáneo Héctor Infanzón y la “Sinfonía en Re” de César Franck. Un programa variado y muy equilibrado. Abre programa la Petite Suite de Debussy, una obra en la que el compositor no ha desarrollado plenamente su revolución impresionista, pero en la que ya vislumbran los cambios que han de llevar a la música a verdaderas telarañas de cristal, que esta no lo es, pero sí es muy alegre, delicada y descriptiva.

Consta de cuatro movimientos: Sür Bateaux, Cortège, Menuet y Ballet. Tiene un delicado inicio con un dúo entre flauta y arpa al que responden las cuerdas, los chelos ejecutan sonoro pasaje y entra el tutti con alegría que los timbales remarcan, dialogan clarinete y oboe y regresa el tutti con fuerza, nuevo diálogo entre oboe y flauta que se queda cantando, van entrando oboe y clarinete y al fin las maderas todas, hay un solo de oboe que da paso al delicado final del movimiento.

En el segundo movimiento, inician flauta y oboe y el fagot ejecuta un bello solo, entran las cuerdas y en seguida el tutti con los acentos del triángulo, el movimiento se torna apasionado y sube con fuerza, oboe, flauta y clarinete ejecutan con armonía para que entren las cuerdas, el fagot ejecuta un solo, se unen flauta y oboe y con ellos las cuerdas, el oboe levanta en medio del tutti que nos lleva al brillante final del movimiento.

El tercer movimiento, inicia con un dúo de oboes al que se une el clarinete, los violines primeros ejecutan suave pasaje, se urde un delicado concertante entre las flautas, el oboe, el fagot y se une el corno inglés; canta el oboe y se unen las cuerdas con pasión, los chelos ejecutan bello pizzicato y el arpa ejecuta un solo, canta el oboe y responden los cornos, canta el cono inglés y responden oboe y flautas, y llegamos al delicado final del movimiento.

El cuarto movimiento, tiene un alegre inicio con el tutti que sube con fuerza, los timbales marcan y se desborda la alegría, entran sonoros los cornos y con ellos flautas y pícolo, se escucha un delicado dúo de oboes que da paso a un alegre pasaje en pizzicato de las cuerdas y la música sube con gran fuerza para llevarnos a un brillante final del movimiento y la obra. Estalla sonora la primera ovación de la tarde que se prolonga largo.

De inmediato, se interpretó un concierto para un instrumento que nunca se había escuchado aquí, se trata del Vibráfono, un instrumento de percusión, de la familia de la marimba y el xilófono, pero éstos son de madera y aquel de metal, e incluso, en algunos pasajes se hace sonar con arcos. Su ejecutante, el concertista Ricardo Gallardo, es un músico mexicano con un reconocimiento universal y premiado en muchos lugares de gran importancia. La obra ejecutada se titula: Concierto para Vibráfono y su autor es Héctor Infanzón, compositor mexicano actual y de amplio reconocimiento.

La obra se compone de un solo movimiento, aunque en su ejecución se distinguen varias partes o instancias, es muy alegre y sonora, y exige de la orquesta un acompañamiento brillante y muy alegre. La obra tiene un dramático inicio, de inmediato, entra el solista y le sigue la orquesta con gran alegría, el solista juega con el vibráfono jazzeando y haciendo ricas disonancias que el tutti replica, el arpa ejecuta un solo que el solista replica con su instrumento y juntos juegan con el tema, el solista aborda variaciones que se van convirtiendo en cadencias, ejecuta ricas escalas con armonías muy complejas, en seguida, aborda un pasaje alegre pero con suaves notas, dulces y delicadas.

Nuevas cadencias de gran delicadeza, el arpa hace nuevo solo con el chelo principal, y entra el vibráfono con fuertes notas y en seguida otras muy delicadas ejecutadas con arcos, retoma las baquetas y ejecuta complicadas armonías, entran las cuerdas y en seguida flauta y oboe, juega el solista subiendo y bajando con gran destreza, el redoble de los timbales marca un cambio rápido y fuerte y el solista con el tutti aborda un pasaje en marcado stacatto, el timbalista marca el ritmo con los arillos de su instrumento y el solista arranca alegre pasaje.

Los bajos ejecutan un grave pizzicato al que se van uniendo chelos y violas, cantan flauta y oboe y el arpa ejecuta nuevo solo y arranca fuerte pasaje alegre que se va desbordando, solista y tutti van subiendo y nos llevan a brillante final. Estalla tremenda ovación con gritos de ¡Bravo! que se prolongan largamente con la sala puesta de pie. Gallardo dice: “No voy a tocar un encore, voy a pedir a los padres que acerquen a sus hijos a la música, que estudien, que ejecuten algún instrumento, eso los hará mejores seres humanos”.

Después del intermedio, la Sinfonía en Re, de César Franck, obra producida ya en la madurez del autor, con un profundo espíritu del romanticismo musical. Cómo caso raro, esta sinfonía tiene sólo tres movimientos, aunque el segundo, Allegretto, es en realidad la fusión de dos, un Andante y un Scherzo. Mucho se ha dicho que, esta sinfonía tiene la sólida estructura de un concierto de órgano, lo cual es ciertamente posible, ya que el autor fue un gran ejecutante de ese instrumento y escribió abundante producción para él, lo cual se deja sentir en esta obra.

La orquestación es sonora, rica, es una avalancha de sentimientos desbordados que la música expresa plenamente. Una parte sustancial de la obra se sostiene en un rico diálogo entre corno inglés y arpa, tiene un tema principal que se retoma a lo largo de toda la obra y que, reaparece brillantemente al final. Aplauso de pie para Mahonri Abán, quien tuvo un brillante desempeño en el corno inglés, y para Ada Lía Tzab, quien, al arpa, llevó con él el peso de gran parte de esta brillante obra.

La Sinfonía en Re, consta de tres movimientos: Lento, Allegro non troppo; Allegretto y Allegro non troppo. La orquesta, respondió brillantemente a la batuta de José Areán, la ejecución fue brillante y muy emotiva, y al terminar, la sala se vino abajo en tremenda y larga ovación de pie y de nuevo con gritos de bravo. Apuntamos también la grata ampliación de los programas de mano. Qué bueno que, ya de nuevo, contamos con los créditos a todos los integrantes de la orquesta. Salimos del Palacio de la Música con el Vibráfono resonando en el alma…

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