Beethoven y Mahler: más allá del destino…

Notas de un melómano yucateco.

La Sinfonía n° 5 en do menor, Op. 67 de Ludwig van Beethoven (17770 – 1827) y la Sinfonía No. 1 “Titán” de Gustav Mahler (1860 – 1911) conforman el programa que la Orquesta Sinfónica de Yucatán, bajo la dirección de Juan Carlos Lomónaco, su director titular, nos ofrece para este viernes 22 a las 21 horas y el domingo 24 a las 12 en el Peón Contreras.

Existe un lazo interesante, más histórico que anecdótico, entre la quinta sinfonía de Beethoven y el autor de la sinfonía “Titán”: además de compositor, Gustav Mahler fue un virtuoso conductor de orquesta, contemporáneo del sublime director Hans von Bülow, treinta años mayor que él y con quien tenía estrechos lazos de amistad y a quien le profesaba una admiración reverente.Con una salud mermada, no mucho antes de morir, Bülow se había comprometido a dirigir en Hamburgo un programa integrado entre otras obras por la quinta de Beethoven.

Tras el agotamiento que le supuso presentarse en dos conciertos anteriores de la misma temporada, le pidió a Mahler que los sustituyera en la dirección al frente de la orquesta, la interpretación resultó un desastre a juicio de los críticos más renombrados de la época, alguno “protestó vivamente por los retoques instrumentales introducidos por Mahler en la sinfonía Beethoveniana por “manía de originalidad” y de ese modo inició un capítulo ilustre en la historia de la polémica alrededor de Mahler.

Krause escribió que Mahler, director Wagneriano y teatral, más que sinfónico, no podía permitirse semejante originalidad subjetiva a costa de Beethoven. Era como decir: “con eso no se juega”. Louis Bödeker fue muy duro con los movimientos lentos de Mahler (¡el eterno motivo polémico!), que contrastaba con las indicaciones de Beethoven y se disgustó sobre todo con la lentitud con que había dirigido los primeros compases de la sinfonía y por el exagerado claroscuro en el crescendo que conduce al segundo tema en mi bemol… solo Pfohl tuvo la audacia de elogiar a Mahler”.

No obstante estas críticas adversas, el autor del texto entrecomillado nos dice en otra página: “Después del concierto anual de beneficencia que Mahler dirigió en la temporada 1892 – 1893, mientras la sala enloquecida aplaudía sin pausa la quinta sinfonía de Beethoven, en “estilo Mahleriano”,  Bülow le envió al director una corona de laureles en donde estaba escrito: Al Pigmalión de la Opera de Hamburgo “Mahler guardó celosamente durante toda su vida ese recuerdo. (cfr. Principe Quirino, Mahler, en la colección “la música y los músicos” Javier Vergara editor. Buenos Aires 1986)

La Sinfonía No. 1 “Titán” de Gustav Mahler

https://www.youtube.com/watch?v=cQFjDBFXN58

Distintas fuentes difieren en el año del inicio de la composición de esta obra, unos la ubican en 1883, otros en 1884, pero coinciden en 1888 como el año de su terminación.  Los cuatro o cinco años en su gestación nos hablan de la complejidad de este trabajo orquestal inicialmente concebido como un “poema sinfónico” en dos partes y de la frenética actividad de su autor quien además de componer tenía que atender los múltiples compromisos de trabajo que le suponían su posición como subdirector de la Orquesta de Cassel.

Tras su esperado estreno y su fría recepción por parte del público asistente al concierto dirigido por el compositor el 20 de noviembre de 1889, ya investido como director titular de la Ópera Real de Budapest, la obra sufrió diversas modificaciones. Originalmente fue escrita en dos partes agrupadas en cinco movimientos apoyados en descripciones verbales, que aún sin un argumento formal o un guion a seguir, sugerían pasajes impuestos a la imaginación. La versión final se publicó en 1898 luego de que Mahler hubiera suprimido toda clase de títulos y explicaciones.

El primer movimiento inicia con una prolongada introducción en un ambiente tranquilo donde surge de los alientos la voz de un pájaro, gradualmente se van sumando más voces que a partir del primer motivo, construyen el tema principal. El segundo movimiento es un Scherzo notable por la delicadeza de su armonía y por su contagiante alegría. El tercer movimiento es una burlona marcha fúnebre que incorpora el conocido canon “Frere Jakes”, con el lentísimo y pausado caminar que acentúa la solemnidad de la marcha. El cuarto movimiento cierra un ciclo al retomar ciertas reminiscencias del primero para terminar con una apoteósica tempestad de orquestación viva y genial.

Sinfonía n° 5 en do menor, Op. 67 de Ludwig van Beethoven

Sin duda una obra cumbre en el repertorio Beethoveniano y en la propia historia de la música occidental, tantas veces ejecutada y difundida que además de la pasión con la que se le evoca y se le guarda, ha sido inevitable objeto de cuestionables historias que caen en la categoría del mito a riesgo de distorsionar su apreciación y haciendo de su pureza musical un pobre relato sin gran mérito. Tal es el caso del sobrenombre ahora desmentido por los investigadores y estudiosos de la obra de este genio: la quinta sinfonía NO es la “sinfonía del destino” ni sus primeros acordes “tocan a la puerta” .

La quinta sinfonía es también una cumbre de las posibilidades del lenguaje musical abstracto acotado por los matices de la corriente del romanticismo que a finales del siglo XVIII contagió no solo a la música sino a la literatura, la pintura y al resto de las artes plásticas y escénicas. Lenguaje que Beethoven llevó a su extremo como manifestación espiritual y estética que sentó precedente e hizo escuela. El tema inicial del primer movimiento, de  gran vigor y compuesto solo con tres notas, será la propuesta que a lo largo de este Allegro con Brio  recorrerá el espacio de la partitura con diversos matices para crear una atmósfera de sobriedad que nos prepara el tránsito hacia el segundo movimiento que es un remanso de paz que sin pausa que nos convoca al allegro final muy a tono con las obras heroicas como la tercera sinfonía y el Concierto Emperador del propio Beethoven.

 

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