Cansado de esperarte

CRÓNICAS MELÓMANAS III (PERRO NEGRO RECORDS)

Ambos teníamos 14 años, ¿recuerdas, Débora? Y también los dos estudiábamos en la secundaria 5, la de la colonia Michoacana, ¿te acuerdas? Tú estabas en tercer año y yo también, pero en distintos grupos. Aunque tú y yo coincidíamos en el taller de electricidad. Aún hoy me sigo preguntando qué hacías en ese taller, cuando estaba el de cocina o el de corte y confección, a donde todas las demás se inscribían.

Aquel día en que decidí, por fin, luego de pensarlo por días o semanas enteras (del tiempo ya no me acuerdo muy bien), pedirte que fueras mi novia. ¿Te acuerdas, Débora, que esa vez te invité una granizada en la nevería La michoacana, que estaba en la contraesquina de la secundaria? ¿Recuerdas que en la nevería había mesas y sillas para tomar una nieve o una granizada? ¿Te acuerdas también que ahí mismo fumábamos casi todos, incluidas una que otra de ustedes? La verdad es que la pasábamos bien, y mucho más si la rockola tocaba sin parar los discos que tenía en aquel entonces: 96 lágrimas, de los Misteriosos; Verano en la Ciudad, de Lovin’ Spoonful; Píntalo de Negro, de los Rolling Stones; Vibraciones, de los Beach Boys. Uf, era un titipuchal de música.

Aunque de aquellos discos que tenía la rockola, todos de 45 rpm (los llamados sencillos, que tenían una sola canción por lado), los que yo más disfrutaba eran los de los Kinks. Cuando entré a esa secundaría, no conocía muy bien a ese grupo, pero desde el primer grado, y desde que comencé a ir a la nevería de la esquina, quedé hipnotizado con su música. A ti no te gustaban tanto. Tú preferías escuchar Sueños de California, de las Mamás y los Papás, o Hanky Panky, de Tommy James y los Shondells. Aun así, con gustos diferentes, disfrutábamos las granizadas y los discos de la rockola, sí, todos en bola, sin distinciones.

Entonces, aquel día, tan luego terminó la hora del taller y antes de salir de la escuela, te pregunté si querías tomar una granizada conmigo, pero solos, tú y yo, y nadie más. Claro que eso iba a ser imposible, porque todos los días, al salir de la escuela, el grupo de siempre llegábamos a la nevería. Eso impediría mi plan de estar solo contigo. Por eso te propuse que nos viéramos ahí, pero por la tarde, luego de llegar a casa, cambiarse el uniforme, comer y después de un tiempo razonable, salir hacia la nevería. Te me quedaste viendo un momento, que a mí se me hizo una eternidad, y por fin aceptaste. Así que, luego de tu respuesta, acordamos la hora y eché a correr para mi casa.

https://www.youtube.com/watch?v=Kb6A7pPT7lE

Esa tarde, llegué a la nevería como 15 minutos antes de las 4 pm, la hora de nuestra cita, nuestra primera cita. Antes de entrar a la nevería, compré dos cigarros sueltos en la tienda de junto. Creo que eran de la marca Fiesta, que los prefería a los Record, que eran como de aserrín. Entré luego a la nevería a esperar tu llegada, y pedí una granizada. Mientras me preparaban el pedido (que consistía en sacar de la nevera los recipientes que servían para hacer paletas y servir aquel líquido colorido a medio congelar en una copa para nieve), fui a seleccionar un disco en la rockola.

La primera canción que puse fue una de los Kinks: Todo el día y toda la noche. Esta pieza me hacía imaginar que te necesitaba todo el día y toda la noche. De día, cuando te veía en la escuela y, de noche, cuando te veía en mis sueños. Además, pensé que esa canción me animaría a confesarte que me atraías, que me gustabas y que empezaba a enamorarme ti.

https://www.youtube.com/watch?v=pRwleQ4pnrM

Como vi que no llegabas aún, puse otro veinte a la rockola y esta vez elegí ¿De veras me atrapaste?, sí, también de los Kinks. Y me puse a pensar si, en lugar de querer atraparte como mi novia, en realidad tú eras quien me estaba atrapando con mis propios pensamientos centrados en ti. Me puse entonces a dudar si yo era el que buscaba un noviazgo contigo o si eras tú quien se me había adelantado sin que yo me diera cuenta, y me tuvieras atrapado en ese mismo instante en que mis pensamientos comenzaban a atormentarme. Por fin acabó el disco de la rockola y dejé de pensar en babosadas.

Al ver que no llegabas todavía, sí, adivinaste, seleccioné otro disco de los Kinks en la rockola. Esta vez fue el de Cansado de esperarte, el cual lo repetí seis veces más, que era los seis veintes que tenía reservados para pagar la granizada que te había invitado, porque nunca llegaste aquel día.

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