Cerrado por Mundial III: la desilusión

Tras la derrota histórica de la Selección Mexicana vs. Arabia Saudita, que no se quedaba fuera antes de octavos de final desde 1994, David Moreno hace un análisis de la intervención del equipo nacional en Qatar 2022, al tiempo que señala los cambios y las propuestas de la FMF...

“Hay una línea muy fina entre la esperanza y la desilusión”. Harlan Coben

Las caras largas de cada cuatro años aparecieron de nuevo. Eso sí, lo han hecho antes de tiempo. Desde 1994 llegaban después de los octavos de final, ahora ha sido diferente y han colmado las calles de las ciudades mexicanas después de tres partidos. Era, sí, un final previsible, parecido al de una película cuyo argumento se ha repetido tantas veces que todos conocemos el desenlace, pero a pesar de ello ahí estamos observándola, quizá con la esperanza de que se produzca un auténtico giro en la trama y la pantalla se llene de alegría.

Pero no, no ha sido así.

La Selección Nacional de Fútbol ha sido eliminada en la etapa de grupos de un Mundial de Fútbol Varonil por primera vez desde 1978. Los más jóvenes, o los menos versados en la historia del fútbol nacional, seguramente no recordarán aquel estrepitoso fracaso en la Copa jugada en Argentina por lo que el trauma de una eliminación en la primera etapa del torneo será algo nuevo para ellos. La esperanza destrozada por la realidad de un fútbol en franco retroceso.

México quedó fuera a pesar de encontrarse con el gol y con la victoria ante el combinado de Arabia Saudita. Los árabes, que cambiaron completamente el presupuesto del grupo al ganarle en la primera jornada a Argentina, fueron exhibidos por un conjunto mexicano que se reencontró con su nivel ante un rival más débil. Un gol de Henry Martín y un soberbio disparo de tiro libre de Luis Chávez le devolvieron la ilusión a la afición mexicana de poder ver al menos un partido más del TRI jugado en los estadios de Doha. Al final lo que se vivió fue un auténtico melodrama. Héroes transformados en villanos y la eterna búsqueda para encontrar culpables, alguien que pague por los platos rotos.

Los argentinos, los malos en turno unos días antes por haber derrotado a México, se convirtieron en aliados momentáneos pues un gol de ellos significó por momentos el pase para los mexicanos. No lo anotaron y los vituperios se centraron entonces en el hasta entonces técnico nacional Gerardo Martino. Encontramos a nuestro nuevo villano favorito. Incluso algunos caricaturescos comentaristas que aparecen en los canales deportivos, acusaron – sin prueba alguna – al estratega de vender el partido contra los pamperos azuzando a un público enardecido y que no está dispuesto a entender de razones y sí de pasiones.

Poco se mencionó sobre una estructura que durante años ha alimentado al negocio pero se ha olvidado de lo deportivo, una liga que premia dos veces al año a la mediocridad y que tiene muy poco trabajo con el talento joven. Al aficionado eso tampoco parece importarle pues sigue llenando los estadios y disfrutando con una liguilla que hoy más que nunca resulta obsoleta. México adolece de falta de regularidad y eso es solamente un reflejo de lo que es su competencia interna. Fracaso estrepitoso al que nadie debería sorprender, pero que increíblemente ha tomado desprevenido a más de uno. Quizá porque estábamos parados sobre esa línea delgada que divide a la esperanza de la desilusión, manteniendo un equilibrio más centrado en nuestros deseos, sueños y falsas expectativas que centrado en lo que es hoy nuestro fútbol.

Lo peor es que no parece que las cosas vayan a cambiar, ninguno de los directivos actuales de la Federación o la liga han presentado su renuncia, no se vislumbran cambios a pesar de que en su noticiero estelar del miércoles pasado Televisa hizo un mea culpa, algo inaudito en la empresa que maneja al fútbol y a la selección para su propio beneficio económico, veremos si realmente se han dado cuenta que el negocio está en peligro por los malos resultados deportivos o si solamente han lanzado palabras al viento para sumarse momentáneamente al malestar que ha generado entre la afición el desempeño de la selección en Qatar.

Ilusionarse  en el fútbol es fácil. Implica una serie de factores que involucran a un corazón motivado por el constante anhelo de una felicidad que por 90 minutos parece alcanzable. La desilusión resulta más compleja pero también más determinante porque puede brincar las barreras emocionales e instalarse en aquellas donde se produce la razón. Quizá, después de todas estas decepciones, la afición mexicana pase por ese proceso y termine por razonar que su equipo está lejos de ser una potencia, que su liga fomenta a la mediocridad de la selección. Tal vez entonces deje de consumir el producto que por años le han recetado como un placebo y entonces sí, al peligrar el negocio, el fútbol mexicano se preocupe por ser verdaderamente regular y competitivo aunque eso también por ahora sea una lejana ilusión.

Epílogo: la fase de grupos del Mundial Qatarí ha resultado la más emocionante de las últimas Copas del Mundo. Partidos cardíacos que han arrojado pases milagrosos. Equipos como España que después de debuts apabullantes terminaron brincando por muy poco a los octavos de final. Otros como Japón o Marruecos que resultaron toda una sorpresa, particularmente los nipones que están más que dispuestos para ponerse la etiqueta de caballo negro que hasta ahora mantiene Portugal. Una Argentina que tropezó inesperadamente en su primer partido pero que supo sobreponerse con base en el carácter  y la determinación de sus jugadores para acceder a la siguiente ronda como líder de su grupo; y equipos como Brasil o Francia que mantienen intacta su categoría de favoritos. Partidos brillantes, emotivos que nos recuerdan que el fútbol es un juego de once contra once en el que al final ya no gana Alemania.

 

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