El diario de José Toledo: la primera novela gay en México

Poca gente sabe que la primera novela gay en México fue escrita por un yucateco: Miguel Barbachano Ponce. "El diario de José Toledo" se publicó en 1964 en una edición del propio autor, la cual es reseñada aquí por Ricardo E. Tatto. ¡No dejes de leerlo!

Si te interesa leer este libro, aquí puedes descargarlo.

Poca gente sabe que la primera novela gay en México fue escrita por un yucateco: Miguel Barbachano Ponce. “El diario de José Toledo” fue publicada en 1964 en una edición de autor con un tiraje de apenas 500 ejemplares, antecediendo por muchos años a la famosa “El vampiro de la colonia Roma” (1979), de Luis Zapata., la cual fue un parteaguas para la literatura LGBT en nuestro país, como lo demuestran sus continuas reimpresiones. En cambio, la del yucateco no tuvo tanta repercusión y no sería reeditada sino hasta 1988 por la editorial Premiá.

Sin embargo, a la par del libro de Barbachano Ponce se publicó “41 o el muchacho que soñaba en fantasmas”, firmada por Paolo Po, pseudónimo del narrador Manuel Aguilar de la Torre, que de esta manera enmascaraba su identidad, dado que los tópicos homosexuales eran todavía mal vistos en aquel aciago 1964.​

La primera edición del libro es 1964.

En el caso de “El diario de José Toledo”, el propio autor solía decir que la idea para la novela le vino a partir de que encontró un diario abandonado en un tranvía de la ciudad de México, aunque se ignora si esto es un mero recurso dramático o una anécdota inventada para justificar que los cauces de su imaginación se pavonearan por la escena gay de la época.

El libro tiene una estructura ambiciosa si consideramos que también era la primera novela escrita por este autor, ya que desde la primera página inicia con la noticia del suicidio del protagonista, José Toledo, para después irnos contando la trágica historia a través de las entradas de su diario, las cuales se ven intercaladas por un narrador que en tercera y segunda persona complementa el relato de los infortunios entre Toledo y su amante Wenceslao.

Este joven oficinista que sufre por el amor que no tiene nombre, deambula por las calles de la ciudad de México añorando al hombre de su vida, el cual se ha marchado sin despedirse, sin ninguna consideración hacia su persona. Durante su doloroso periplo, irá contando lo que acontece en la Alameda, los cines y algunos congales de la época, sitio de encuentro para homosexuales de closet.

Resulta curioso también que las familias de los sesenta de alguna manera intuyeran y cubrieran las correrías de sus hijos gay, sin atreverse siquiera a confrontarlos o decir algo, como si temieran nombrar sus preferencias sexuales. La narración está salpicada de evocaciones eróticas que hoy en día se nos antojan inocentes e, incluso, un tanto románticas.

La segunda edición fue publicada por Premiá en 1988.

Creo que lo anterior es adrede y un acierto de Barbachano Ponce, ya que no juzga, retrata o sataniza las relaciones LGBT como meras puterías propias del libertinaje sexual; por el contrario, se limita a narrar una historia de amor entre hombres: un amor que primero es idealizado y que luego se torna obsesivo a raíz de la decepción amorosa -provocada por el desdén de Wenceslao-, hasta llegar a sus funestas consecuencias.

De manera paralela al argumento dramático, subyace un retrato histórico de la época en el cual es evidente que la década de los sesenta en México, al igual que en el resto del mundo, es un tiempo de luchas y convulsiones sociales. Lo anterior se hace patente en diversas alusiones a lo largo de la trama, pero especialmente en un pasaje cercano al desenlace en el cual Toledo da cuenta de lo que ocurre alrededor de su sitio de trabajo, en concreto, los estragos causados por la represión de una protesta magisterial:

“Crepitó la plaza, y sobre su superficie retumbaron los chasquidos de las botas semejantes a un trueno de graves vibraciones; las voces enronquecidas mezcláronse con aullidos y gritos; amoratadas bocas profirieron insultos, amenazas, oponiéndose a los clamores. A lo lejos, las campanas anunciaron las doce y media mientras surcaban el aire blanco estelas de perniciosos gases. Despiadadas manos hundían en las carnes de los maestros cachiporras y culatas con un rencor inaudito, un odio feral.

La sangre empezó a teñir las calles de pequeñas manchas color carmesí. Muchos educadores rodaron por el suelo con las frentes abiertas, las entrañas reventadas, y aún tendidos, con los signos de la agonía en el rostro, continuaron recibiendo puntapiés y escupitajos. Un grupo numeroso, inerme, corrió por la calle de Ejido con la esperanza de confundirse con los transeúntes. Otros decididos, hicieron frente a los agresores utilizando botellas y palos, mientras los hilos negros del teléfono tremolaban a causa del impacto de los proyectiles. Las mariposas de la muerte se arremolinaban sobre las cabezas yacientes de veintenas de hombres.

Portada de la más reciente edición.

Indiferente a los sucesos, retornabas a tu casa; con lentitud, arribaste a la esquina de Bolívar y 16 de septiembre; a diez cuadras de donde te hallabas, resonaban los disparos y el silbido de las granadas, ululaban las sirenas de las ambulancias.”

Por todo lo anterior, la novela es un documento pionero de la época, así como una rareza bibliográfica, aunque según escribió Isabel Barbachano Osorio, hija del escritor, existe interés de reeditarla por parte de la editorial Amistades Particulares, pues incluso ya tiene una portada disponible con fines promocionales.

Finalmente, algo que me parece curioso y sintomático de algunos escritores yucatecos del siglo XX que emigraron hacia la capital, es que estos estén francamente en el olvido tanto en su natal Mérida como en CDMX; algo que ocurre en menor medida con su primo, el ilustre Juan García Ponce, aunque este último comienza a ser revalorado por las instituciones culturales centralistas, y una que otra en la península primordial. Espero que eventualmente lo mismo ocurra con Barbachano Ponce.

Miguel Barbachano Ponce nació en Mérida, Yucatán, el 12 de mayo de 1930 y falleció el 12 de mayo de 2020 en CDMX, fue un dramaturgo, narrador, crítico cinematográfico, guionista y director de cine mexicano. Colaboró en los diarios Excélsior, La Jornada y Unomásuno y también fue productor de televisión.

Como autor escribió las obras teatrales: Examen de muertos (1955), Once lunas y una calabaza (1958), Las lanzas rotas (1959) y Los pájaros (1961). Participó en los guiones de las películas Raíces (1953), Torero (1956) y Nazarín (1959). Escribió las novelas El diario de José Toledo (1964), Los desterrados del limbo (1971) y del libro de cuentos La utopía doméstica (1980). Como ensayista y crítico de cine publicó los libros El cine mundial en tiempos de guerra (1930-1945) (1991), Cine mudo (1994) y Cine durante la Guerra Fría (1997).

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3 Comments

  1. says: Juan Carlos Harris

    El Diario de José Toledo no es la primera novela de temática lgbt mexicana. Antes de ella existen por lo menos otras dos anteiores: “41 o el muchacho que soñaba fantsmas” de Paolo Po (1962, impresa en 1963, encuadernado en 1964), “Las picardias de Goyo Momo” de Benjamin Amerika (1964).

    1. says: Redacción

      Todas fueron impresas en 1964, por lo que cualquiera de esas 3 podría ser la primera, salvo que usted conozca las fechas exactas de su aparición.

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