Entrevista con Agustín Monsreal: “Escribir no es vocación, es destino”

El yucateco recibió el Premio Iberoamericano de Microficción Juan José Arreola 2018.

La modestia es una virtud mediocre. Agustín Monsreal

En el marco de la XVIII Feria Internacional del Libro en el Zócalo de Ciudad de México, el escritor yucateco Agustín Monsreal recibió en su tercera edición el Premio Iberoamericano de Microficción Juan José Arreola 2018 de manos del Secretario de Cultura, Eduardo Vázquez Martín, y la presidenta del Seminario de Cultura Mexicana, Silvia Molina. Acompañado de familiares, amigos y seguidores de su obra, Monsreal señaló la significancia de recibir mencionado galardón, debido que se cumplen cincuenta años desde que publicó sus primeras minificciones en la revista Punto de Partida, resultado del tercer lugar en el concurso “Varia Invención”, nombre dado en honor a uno de los títulos de Juan José Arreola.

Justamente el premio que recibe ahora lleva también el nombre del autor de Bestiario. En este sentido, acotó que aunque cincuenta años se dicen fácil, son muchos, lo que demuestra que no ha mermado su labor por la brevedad: ha sido un largo camino de lo corto. Reafirmó que la literatura breve no es cuestión de moda o frivolidad, y escribirla requiere sustento literario, creatividad e ingenio, entre otras virtudes.

Agustín Monsreal recordó la sentencia de Julio Torri respecto al género breve: “Literatura corta de largo alcance”. La economía de las palabras nombra los despilfarros del alma: “El ahorro de palabras no es sólo exactitud, es también y esencialmente proporcionarle su valor fundamental a cada contenido, a cada circunstancia, cada atmósfera, cada personaje, cada sorpresa”. Asimismo, refirió que “la minificción es tan vieja como la noche, pero de formas eternamente jóvenes y seductoramente breves”, tal y como dijo ante dos centenares de personas que se dieron cita en el Foro Movimiento de 1968, para aplaudir con entusiasmo y aprecio a un escritor querido y que ha marcado a las nuevas generaciones con su literatura, misma que, incluso, se ha vuelto objeto de estudio e investigación en el área académica.

En las minificciones “tienen cabida todas las obsesiones sustanciales, todos los designios y los artificios, todas las transgresiones, para ella no existen muros ni fronteras, acotaciones ni censuras, en sus afanes conviven por igual lo insólito y lo imprevisto, las otredades del mito, los misterios del más allá, los secretos de la más profunda conciencia, las vertiginosas novedades del asombro. Porque en fin de cuentas, la minificción es verdad plural e insustituible, una manera de ser y estar en la vida y de sentir en los torrentes de sus ríos subterráneos una dicha absoluta, un método amoroso y feliz de ponernos a salvo del olvido”. La minificción en su brevedad deja un recuerdo o una cicatriz luminosa.

Remontó al pasado y puntualizó que fue hasta las postrimerías del siglo XX que la minificción adquirió presencia definida, reconocible, y obtuvo carta de naturalización como género literario. Señaló que su incursión en el género fue en 1968 en la revista “La Honda”, publicación en mimeógrafo de la Escuela de Teatro de Bellas Artes. En 1969, recibió menciones en Poesía, Cuento y Varia Invención en el Segundo Concurso de la revista Punto de Partida, que en ese entonces dirigía la escritora Margo Glantz.

Fue el mismo año en que Edmundo Valadés acuñaría el término “Minificción” en la revista “El cuento”. “Aquellas menciones y su respectiva publicación me confirmaron en mi deseo de ser un aventurero definitivamente fiel de los fascinantes e inagotables territorios de la imaginación creadora, de sus codiciados delirios y su solvencia magistral y precisa, de esa patria cada vez más abundosa y hospitalaria de la fantasía breve, expresión de versatilidad y poderes descomunales, espejo que contagia su amorosidad a cuantos se acercan a mirarse en él y se suman al ya incontable inventario de sus amantes literarios y sus amantes a secas”.

Monsreal, poéticamente prosiguió diciendo que el amor a la literatura lo llevó a conocer un día, frente al asombro de un crepúsculo, que es preferible perderse en la pasión que perder la pasión. Y es lo que hace cada que se inclina ante ese relámpago, ese resplandecer inconmensurable que es la minificción, cada que se reclina en su seno y apoya su corazón en sus dones, no pocas veces para continuarse vivo, para reír, para disfrutar con la práctica esperanzadora y gozosa de su composición.

El escritor destacó dos periodos claves en su formación como escritor: el primero, que duró alrededor de 18 meses, publicando semanalmente minificciones, que llamaba Prosas Esquemáticas, en el Suplemento Cultural del Heraldo de México que dirigía Luis Spota; el segundo, con una duración aproximada de 3 años, publicando una vez por semana en la página cultural del periódico Excélsior coordinada por Edmundo Valadés, una columna de cuento que se llamaba Tachas, en honor al cuento de Efrén Hernández.

Monsreal considera a Arreola como el orfebre de la palabra y el hacedor de prosas perfectas más notable de las letras mexicanas. Es por ello que el premio recibido que lleva su nombre, es un tributo a su obra inclaudicable y que honra y compromete a todos los minificcionistas. En este tenor, lo recordó confabulándose frente a él, posando una mano en su corazón y dirigiendo la otra hacia el alto infinito y diciéndole que su apellido no quiere decir Monte Real sino Mundos Reales.

Cabe mencionar que posterior a la entrega del galardón se presentó la antología personal de Agustín Monsreal: Minificciones (Ficticia, 2018). En el presídium estuvo acompañado por el editor y escritor Marcial Fernández; y por Lauro Zavala, escritor, crítico literario e investigador, que en su intervención profundizó acerca de los tópicos y estructuras en la obra del autor; también por Javier Perucho, coorganizador del evento, quien le realizó preguntas acerca de sus temas y proceso de escritura.  Finalmente, Agustín Monsreal comentó que en próximas fechas publicará dos libros de minificciones: Sirenidades y La mujer de tu prójimo.

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