El valor de la belleza según la narrativa de Marco Denevi

Reflexiones en torno al cuento “Inmolación por la belleza”.

La belleza no mira, solo es mirada. Albert Einstein

 La belleza, palabra que viene del griego kalia (bello), desde la creación de la humanidad ha sido un bien deseable tanto para hombres como para mujeres. Crea alteridad entre lo bello encarnado y quien lo admira. La belleza atrae, seduce, acerca, alegra el espíritu. Cualidad que puede tener efectos fulminantes, como en la mitología griega con la hermosa Helena que desató la Guerra de Troya, o más recientemente con Hitler y su obsesión por los rasgos arios, o la infeliz rana que quería ser auténtica de Augusto Monterroso, que cultivó sus ancas con sentadillas y saltos volviéndolas apetecibles a los humanos quienes se las comían como si fueran de pollo. La apariencia invita o disuade; en este sentido, interviene en los intercambios humanos decantándose en admiración.

El tema ha sido abordado desde la Teología, Psicología, Filosofía, Historia, Biología, Literatura y el arte en general. De acuerdo a la historia, la estética y la higiene estaban presentes desde la época de las cavernas, ya que se han encontrado tintes en las cuevas, peines y otros accesorios que servían para embellecer a los seres prehistóricos del Neolítico. Las mujeres del Paleolítico se manchaban el rostro y diferentes partes del cuerpo con  grasa de reno pigmentada de rojo o arcilla del mismo color. Asimismo elaboraban en cuencas de huesos sus bloqueadores solares con grasas y óxidos de hierro y magnesio. Los neandertales más sofisticados, además del maquillaje, se ataviaban con collares hechos de conchas y huesos, adornándose con plumas de aves.

El escritor argentino Marco Denevi.

“Si hay algo por lo que vale la pena vivir, es por contemplar la belleza”, refirió Platón en “El Banquete”, idea que va más allá del placer sensual para abarcar lo moral y lo cognitivo. “La belleza es encarnable” “Al ver la belleza se llena de temor y queda dominado por un respeto religioso” (Platón en “Fedro”). Igualmente, Aristóteles concibió la belleza desde la simetría, proporción, orden, tamaño y magnitud de cosas reales. Platón y Aristóteles sentaron las bases de una teoría general de lo bello en la que se apoyan las estéticas de todos los tiempos. Es así como en la antigua Grecia existió un culto por la perfección masculina considerada un regalo de los dioses, donde la belleza externa era el reflejo de la interna, no el mismo caso para las mujeres, para quienes ser atractivas resultaba una pesadilla. Los concursos de belleza y los gimnasios son herencias de esta cultura.

Por otro lado, en Egipto el uso del maquillaje en los ojos sirvió para ahuyentar a los insectos, mismo que tenía la propiedad de cambiar de color con el sol a manera de protección. Las melenas largas eran valoradas como símbolo de feminidad. Los pétalos de flores rojas satisfacían la obsesión de las mujeres para darle color a las mejillas y los labios, todo a favor del atractivo según los cánones de la época. Es por ello que el concepto de belleza es tan subjetivo como cada persona que se obnubila ante ella, pues ha sufrido transformaciones y adecuaciones según el contexto cultural en que se conciba.

En el microrrelato “Inmolación por la belleza”, del escritor argentino Marco Denevi (1922-1998), leemos desde el título el sacrificio del personaje con tal de ser bello:

El erizo era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor.
   Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo -como aconsejan los libros de zoología-, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso.
   Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roc o, si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada para la fiesta del Bucentauro, o, si lo miraba algún envidioso, un bufón. El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos, y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor de que se le desprendiera aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos, había muerto de hambre y de sed. Pero seguía hermoso. 

 

Este cuento a manera de fábula forma parte del libro “El emperador de la China y otros cuentos” (Huemul, 1970), y da cuenta de la importancia de la belleza para la autoestima y todo lo que conlleva, como la aceptación, la socialización y de colofón la felicidad: un momento de felicidad, aunque la vida se vaya en ella. Reflexión y crítica a la superficialidad de la sociedad y la crisis del individuo donde la belleza es un activo altamente redituable.

Así como la belleza es subjetiva, también lo son los niveles de deseabilidad de la misma. Nos hemos enterado de fallecimientos de artistas y hasta de personas cercanas que en operaciones estéticas han perdido la vida -y en algunos casos la salud-, por procedimientos quirúrgicos que prometen juventud o la perfección del cuerpo. En casos menos severos, enfermedades hepáticas y cardiovasculares contraídas a razón de la ingesta de pastillas o debido a inyecciones mágicas para bajar de peso o polvos para incrementar la masa muscular.

Efectos de la globalización y las redes sociales han dado lugar a nuevas modas, llevando la vanitas al extremo: “Antes muerta que sencilla”, dirían mujeres que a punto de parir entran al quirófano emperifolladas para una fiesta con todo y peinado, maquillaje, manicura y pedicura -tendencia arraigada principalmente entre las británicas, aunque no tardará en extenderse a Latinoamérica-,  a pesar de conocer el riesgo inherente para ellas, el recién nacido, y los apuros que vive el equipo médico al no poder apreciar el color real del rostro y las uñas, mismo que pudiera alertarlos ante alguna eventualidad. ¿Qué estamos dispuestos a hacer para alcanzar el ideal de belleza? Cada quien elegirá si sacar el mejor partido de los dones provistos por la naturaleza, o correr el riesgo, como el erizo, de inmolarse bellamente…

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