La voz literaria de las mujeres, un momento histórico

A propósito del Día de las Escritoras, que se celebra anualmente cada tercer lunes de octubre, Mar Gómez profundiza en el momento histórico que se está viviendo y ensaya sobre la voz literaria de las mujeres en la actualidad. ¡Una lectura imperdible!

“No es fácil hacer encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, esta codificada como masculina: lo que hay que hacer es cambiar la estructura”. Mary Beard

 Contaba con trece años y cursaba el primer grado de educación secundaria, cuando escuché por vez primera, en voz de la profesora de español, decir que la historia de la literatura estaba llena de escritoras que ocultaron su identidad o disfrazaron su nombre con iniciales o seudónimos para evitar prejuicios. Recuerdo mi asombro de puberta y la representación visual generada en mi mente: Una mujer “trajeada”, disfrazada de hombre con una boina, cabello recortado, bigote postizo, cigarro en boca y libros bajo el brazo con un lenguaje corporal amenazante.

Lo realmente importante de esa imaginaria percepción, fue que jamás dejé de ver en sus ojos la mirada de una mujer sin validación, segregada, posicionando con esa grotesca forma sus letras, participando así de manera consciente, con un simbólico lenguaje. Lo que creo fueron expresiones alegóricas de los primeros movimientos políticos e históricos de las posturas feministas. Clandestinas, sí, por supuesto, que al paso de los años fuimos conociendo como manifestaciones de las subjetividades femeninas en la literatura.

La maestra lo dijo como dato histórico, sin más, sin ninguna emoción o indignación y mucho menos con la idea de generar reflexión en los alumnos, solo como información de un hecho para aprender de memoria, no como un entrenamiento de la mente para pensar; supongo tenía que hacerlo saber, solo por estar en el plan y programa de estudios de esa época. Un dato que quedó haciendo ebullición. Fue hasta la preparatoria que me indigné como mujer; reconozco que la concientización fue un proceso lento, a pesar de reconocer en mi madre a la primera feminista con la que me fortalecí como adolescente; en los años sesenta manifestar posturas de exaltación respecto a este hecho era un acto de rebeldía, que se pagaba con rechazo y exclusión, y lo hicimos…

Pienso en la actual educación sin dejar de imaginar que esta historia ya es contada con otro tono emotivo para generar en las niñas y niños el análisis reflexivo y  crítico del dato, o al menos esa es mi intuición; y le llamo historia, porque eso es, una historia que a más de trescientos años pareciera ser muy similar. La gran diferencia en la visión actual es que, aunque las mujeres siempre estuvieron escondidas, camuflándose como las mariposas hojas secas, ocultándose de los depredadores para sobrevivir; hoy estamos más unidas que en otros momentos de la historia, pero aún falta para llegar a un futuro donde la voz literaria atorada deje de hacer el recuento de los daños que esto ocasionó y sigue retumbando.

Del conocimiento de ese hecho en la pubertad, fue que llegué a escribir con indignación desde y con las letras, lo que al paso de los años se convirtieron en expresiones más objetivas y críticas, sin la emotiva visceralidad. Imagino resulta chocante para muchos volver a repetir la narrativa de lo que ya sabemos; a pesar de ello, considero necesario iniciar este texto así “Recordando, Para NO Olvidar” para seguir la lucha de la visibilidad del sufragismo literario femenino y llegar al reconocimiento del histórico momento actual.

Un día común, caminando por las calles, encontré en un muro de grafiti urbano de esos qué hay a modo de acción poética por todas las ciudades, una reflexión que llamó mi atención:

“¡La historia del arte publicada en los libros está mal, pero muy mal!”

Atentamente, las mujeres.

 

Me adueñé de esa frase que resonó con fuerza en mi consciencia y corazón, por la concisa demanda enunciada. Empaticé de inmediato con ella, cuestionándome, ciertamente: ¿Dónde están las mujeres, dónde están sus nombres, dónde están ellas? —acaso no pintaban, no esculpían, no escribían, no fotografiaban, es que no hacían arte?

Actualmente se celebra cada año el Día de las Escritoras cada tercer lunes de octubre.

Que si Miguel Ángel, Cervantes, Salvador, Pablo, Leonardo, Shakespeare. Es verdad que los textos están llenos de nombres de varones, pintores escultores, escritores, y arquitectos… ¿Y ellas en qué tratados antidemocráticos y oscurantistas quedaron? Casi no se conocen en los volúmenes empastados y ahora digitalizados nombres de mujeres pintoras, escultoras, escritoras o arquitectas; mucho menos que se les atribuya o mencione como genios -o genias-. ¿Será que en el actual siglo veintiuno, seguimos olvidadas injustamente por la historia?

La cultura en general, por lo menos en occidente, sabemos que ha estado configurada patriarcalmente. Patrón que siempre ha dicho qué y quién es lo bueno en el arte. La historia en los libros de arte, es un recorrido de genios. El genio como concepto meramente masculino; De hecho, no existe un concepto de genia, lo que lingüísticamente parecería impreciso y pretencioso, el término solo se documenta a nivel coloquial; no obstante, ya existe una solicitud a la RAE de un grupo de mujeres españolas quienes en su blog publicaron que solicitan sea incluida en el diccionario de la lengua española la palabra “genia” y exhiben la respuesta de la página RAE consultas: —“no es lo normal, empero es una posibilidad que no cabe censurar”—, asegurando que hay zonas del ámbito hispanohablante donde el uso de “genia” se documenta ya en el registro formal, aunque la Fundación del Español Urgente FUNDEU considera que el término no es en sí incorrecto. Se sigue esperando respuesta.

El sujeto femenino a lo largo de la historia ha sido solo un objeto, nunca un sujeto. Objeto de representación privilegiada y no un sujeto creativo, no una mujer artista capaz de crear. Su imagen en el arte fue desigual e históricamente vista desde la opresión. Antes de cristo nace el desnudo como tal, convirtiéndose en uno de los géneros más importante del arte occidental —y entonces la mujer sirve para ser representada, para ser vista como un objeto de la proyección masculina, con estereotipos inmutables-. En el caso de la literatura, los criterios en que se sustentaban dejaron una huella de consecuencias sociales de marginalidad muy fuerte hasta nuestros días, por los mitos subjetivos de la representación femenina y la masculina. Como ejemplo, basta citar lo narrado en el génesis: la mujer vista como maligna, perversa e incitadora al pecado.

Mujeres escritoras de Yucatán durante su participación en la FILEY 2018.

La pluma femenina en la actualidad es otra voz, es un espejo de diferentes realidades, es la voz femenina del siglo veintiuno que desteje mitos antiguos que, de forma contestataria, va creando una nueva mitología de consciencia feminista que coadyuva a salir del encierro. Las mujeres actuales vamos contando y armando nuestros propios mitos. De las grandes revoluciones de la humanidad, se dice que la verdadera y la más grande de todas ellas es la actual, la de las mujeres, ramificándose en el campo del arte. Se empieza a dar apertura -claro, con sutileza-, sin esa moral exigente que sugería permutar la identidad, cambiar el nombre de mujer por un seudónimo y, en el peor de los casos, por el de un hombre; todo para que el talento y la obra pudieran visibilizarse.

Emerge así la conciencia feminista, situándonos política e históricamente en un campo que privilegiaba a los hombres. En la lucha por ubicarnos como artistas en el mundo literario con nuestra identidad y género, iniciamos un duelo que empieza a ubicar al talento como arma y espacio en el mundo de la literatura. El sistema por sí mismo tiende a perpetuar los roles, como también es cierto que cada vez se está haciendo más alto el nivel de visibilidad de nosotras en el arte y en este caso de la literatura.

Para la socióloga y escritora Sara Sefchovich, la literatura femenina ha dejado atrás la invisibilidad para dar paso a la estridencia y la exageración. Ella refiere que las escritoras han marcado hitos en la historia, pero también han seguido modas convirtiéndose en predicadoras o en alquimistas, que las han elogiado o las han abucheado, pero sobre todo, las han ignorado. A lo largo del tiempo han escrito lo mismo de la cotidianidad familiar que de las guerras, la política, del amor y del odio. Durante más de cuarenta años la socióloga se ha dedicado al estudio de este quehacer femenino. En su libro El Cielo Completo (Océano, 2015) se concentra en las mujeres y la literatura. la escritura femenina está en el mundo, en la humanidad cambiando el terreno literario a lo largo de los siglos.

Entrando en un análisis crítico habrá que apuntalar que las diferencias de reconocimiento en la actualidad, pueden tener diferentes lecturas y se puede llegar a pensar que no va el dolo explícito en contra de la mujer. Vivimos en un sistema capitalista que a todos “adormece” por parejo para consumir. Pero la mujer que se preocupa solo por sus kilos y sus arrugas evidentemente estará neutralizando a ese ser pensante dentro de ella. Ser pensante puede resultar peligroso para quienes practican la negación de la subjetividad femenina. Eso solamente se puede contrarrestar con la educación.

La voz de la mujer en la literatura destaca y se vuelve visible. Empieza a dialogar con el mundo de su obra con su propia reflexión y con su propia mirada: Las mujeres promotoras del arte literario, tenemos lo que buscamos, lo que deseamos y amamos, miramos pasar el arte entre nuestras manos con rimas, lo acariciamos, lo arrullamos, lo regalamos porque lo llevamos dentro de sí. A nuestro lado también las principales promotoras, nuestras madres y maestras. Ellas tienen un papel muy importante en la transmisión de valores, si no feministas al menos igualitarios.

Ellas siguen marcando línea como acompañantes y creadoras de una cultura ancestral, asumiendo el reto y la responsabilidad de seguir siendo procreadoras de la sociedad. Resultado de todo esto es la hermandad actual entre mujeres respecto a las cuestiones sociales de género, un especial pacto entre nosotras frente a los aun vigentes modelos de competición tanto en la literatura como en todo lo relacionado a lo que representa ser mujer; la complicidad empática ha sido una especie de estrategia para crear redes literarias y poder caminar juntas hacia la igualdad.

Según el New York Times, los mejores libros de 2019 han sido escritos por mujeres, argumentando que por demasiado tiempo obras extraordinarias escritas por mujeres habían pasado desapercibidas. Ese año la omisión fue imposible. Finalmente, han empezado a ocupar el lugar protagónico que merecen. Aunque pertenezcan a países, tendencias o géneros distintos, comparten un lenguaje de alta intensidad, con carga tanto poética como política, y el interés por las relaciones corporales y familiares, casi siempre atravesadas por la violencia. La industria de la edición ha tomado buena nota de ello. Y las escritoras emergentes se han beneficiado, con ambición, de la confianza que el nuevo ecosistema está depositando en ellas.

Una muestra de ello a nivel nacional es el colectivo denominado Escritoras Mexicanas, que surgió en 2017 como una forma de difusión a la literatura femenina. A partir de este ejercicio surge la FENALEM (Feria Nacional del Libro de Escritoras Mexicanas), iniciativa cultural independiente fundada en 2020 igualmente por la escritora Cristina Liceaga y un grupo de  catorce  mujeres  que se mantiene a través de cursos, talleres, venta de libros y un sinfín de actividades literarias, donde las mujeres somos las protagonistas haciendo visible la literatura escrita por nosotras mismas, con énfasis en las emergentes que radican en el interior de la República Mexicana, más allá de los paradigmas feministas. Espacios que han sido desbordados por cientos de mujeres, demostrando así lo que Sara Sefchovich comenta acerca de la “estridencia” sin peyorativos en la actual literatura femenina.

Otra demostración cercana y actual la encontramos con la escritora Ruth Pérez Aguirre, Fundadora de Ediciones HtuRquesa cartonera con su proyecto “Mujeres que no callan”, un proyecto feminista importante que se interesa por la voz de las mujeres: 170 escritoras que no callan de Yucatán, Hidalgo, Campeche y Marruecos han salido a la luz pública y próximamente Veracruz y Nayarit, sumando 60 mujeres más con su voz y letras.

Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas, es una prueba más del estrepito femenino, con la escritora Esther M. García como fundadora, quien  agrupa en la actualidad un aproximado de 610 mujeres mexicanas, un proyecto creado para la difusión y visibilización de las mujeres escritoras mexicanas, ubicadas en un mapeo por la república, haciendo parte de este proyecto a mujeres que escriben en lenguas originarias para producir notoriedad en  el racismo y clasismo en la literatura nacional para revalorar su escritura.

Los tres ejemplos anteriores de alcance nacional son una pequeña muestra de la emergente necesidad de proyección y posicionamiento de la voz literaria de las mujeres, la cual está haciendo historia como movimiento. No podría terminar de mencionar en este texto los extensos grupos, blogs y páginas de mujeres escritoras que hacen ruido con la literatura actual en México y en el mundo. Cuando el movimiento feminista empezó a rescatar a las mujeres del olvido y del silencio en la literatura, se buscó la manera de leerlas y de revalorarlas; ahora parece ser una lucha similar, pero para situarnos e ir perfilando a aquellas que vale la pena leer.

A este respecto, Sara Sefchovich refiere que pareciera que esa lucha ya se ganó, pero tan completamente, y entonces ¿ ahora cuál es la lucha, será que ya se nos concibe de otra manera o qué sigue después de esta estridencia? “Ahora no sabemos qué sigue, no sabemos si llegará el día en que ya no tendremos que seguir escribiendo sobre mujeres que escriben, sería lo ideal”, dice la escritora.

La pluma femenina en la actualidad sigue siendo la protagonista de los propios mitos de nuestro ser mujer, seguimos recuperándonos en un duelo desgarrador. El fragor de nuestras letras esta saliendo de su rehabilitación. No dejaremos de hacer el reclamo histórico por el sometimiento, aunque el camino es cabalmente justo para que la voz sonora de la literatura femenina repiquetee diferente. Por supuesto, todavía quedan caminos provocadores para la reflexión, pues es un asunto complejo que no solo concierne a la mujer y a sus pasiones, como muchos creen.

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