In memoriam, Adam West

El pasado 9 de junio la nerdósfera y el mundo en general amanecieron con la triste noticia de que había muerto un ícono de nuestras infancias: Adam West, quien dio vida en la pantalla chica al Batman más groovy que haya existido. Los homenajes no han faltado, y quizá el más emotivo de todos fue el encabezado por el alcalde de Los Ángeles, quien encendió una batiseñal el pasado 15 de junio, en un evento en el que habló el viejo amigo y compinche Burt Ward, quien interpretara a Robin. Las muestras de cariño han sido muchas y no podía ser de otra manera pues, sin importar nuestra edad, West fue para muchos fue nuestro primer Batman.

William West Anderson nació el 19 de septiembre de en Walla Walla, Washington. Su madre era una cantante de ópera y pianista que se había visto obligada a abandonar su carrera artística para atender a su familia en la granja de su esposo. Cuando sus padres se divorciaron, West se mudó con su ella a Seattle. En la universidad practicó la oratoria y el debate. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió como anunciante en emisiones oficiales de la televisión de las Fuerzas Armadas. Más tarde se mudó a Hawaii, donde obtuvo su primer papel en un show infantil para televisión. Tras mudarse a Hollywood con su familia, West consiguió papeles secundarios en cine y televisión, por lo general en historias policiacas y de vaqueros.

Su gran oportunidad le llegó en 1966 cuando fue escogido para interpretar a Batman en la legendaria serie de TV. Después de que su cancelación en 1968, West hizo la voz del Encapotado en la serie animada que fue sucesora espiritual de la original, aquella otra de Los Superamigos y un par de encuentros con Scooby-Doo, más una que otra aparición especial. Tras el final de la serie, West quedó tan encasillado en su papel que prácticamente no pudo hacer otra cosa. Su carrera se vio reducida a papeles menores en diferentes series de TV.  Pero en los 90 ya era una leyenda, y muchos los nuevos creativos de la televisión eran ellos mismos fans del show sesentero que habían crecido admirando a West. Nuestro héroe empezó a aparecer en papeles que eran a la vez homenajes y parodias del rol que lo hizo famoso.

Por ejemplo, en Batman: The Animated Series, hizo una entrañable aparición especial como el actor que encarna al Fantasma Gris, un superhéroe de TV que había sido el ídolo del pequeño Bruce Wayne. El capítulo es tremendamente conmovedor y uno de los mejores de toda la serie. Otras series animadas en las que apareció incluyen Los Simpson, Futurama, Rugrats, Johnny Bravo, Bob Esponja, Los padrinos mágicos y Padre de familia. Si ustedes eran niños antes de 1992, entonces lo más probable es que su primer acercamiento a Batman fuera esa serie o algunos de sus spin-offs animados.

Todos recordamos el encanto kitsch de aquel programa de televisión, una mezcla entre aventura y comedia, con un poco de misterio, ligera y bonachona y, hoy por hoy, fascinante. Es como un escaparate a lo más locochón de una época de por sí locochona. Podría gustarnos o no, pero no se puede negar que resulta hipnótica. A veces es tan inverosímil que hasta los que crecimos con ella nos preguntamos “¡¿de verdad existió eso?!”.

La reelaboración de Batman en la década de los 80, en especial de las plumas de Frank Miller (The Dark Knight Returns, Year One) y Alan Moore (The Killing Joke), pretendía deliberadamente alejarse de esa visión campechana y volver a los orígenes noir del cómic creado por Bill Finger (visión que el artista Bob Kane, partidario del tono colorido, nunca comprendió). Lo agradecemos porque definitivamente muchas de las mejores historias del Señor de la Noche sólo fueron posibles cuando Miller y Moore llevaron el personaje a la madurez. El Batman atormentado que se mueve en un mundo oscuro y violento ha sido la norma, ya sea en los cómics, en las adaptaciones cinematográficas de Tim Burton o de Christopher Nolan, o en la serie animada de Paul Dini y Bruce Timm.

Pero a veces es inevitable sentir que tanta oscuridad termina por saturarlo a uno, que tanta sordidez, tragedia y muerte pueden llegar a ser excesivas. Entonces agradecemos también que exista esa visión brillante y divertida, de una época en la que creíamos puramente en la bondad y el heroísmo, en la que el gran detective y peleador también nos recordaba que debemos estudiar, comer verduras y usar el cinturón de seguridad. A veces se siente que las historias de superhéroes en la actualidad han perdido alegría, el disfrute sin pretensiones de aventuras que sabemos que son absurdas y no deberían tomarse demasiado en serio, y entonces es bueno poder volver a ver a Adam West usar el traje azul y gris.

Hace unos días un amigo planteaba la pregunta de si Adman West había sido EL Batman como Christopher Reeve fue EL Superman. Yo no lo creo, pero sí estoy seguro de algo: el Batman de West es único; no es simplemente una encarnación más del conocido personaje de las historietas, sino que Adam West nos dio un arquetipo nuevo. Michael Keaton, Christian Bale y Ben Affleck han tratado de darnos sus mejores versiones del atribulado Caballero Oscuro, cada uno con sus fortalezas y debilidades. Pero Adam West nos dio un Caballero Luminoso, un héroe que podía ser un ejemplo a seguir, y le quedamos eternamente agradecidos por ello. Ya te veremos Adam, en el próximo episodio, a la misma batihora y por el mismo baticanal.

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