En el Peón Contreras este viernes 25 y domingo 27 a las 21 y 12 horas.
Una de las obras cimeras del género sinfónico, la Séptima del austriaco Anton Bruckner, que ha trascendido en el tiempo por su perfección formal, imbuida de un gran amor a la naturaleza y alabanza al Creador, será presentada este fin de semana por la Orquesta Sinfónica de Yucatán. La máxima agrupación musical del estado que dirige el maestro Juan Carlos Lomónaco incluyó en su onceavo programa la obra más representativa del repertorio de Anton Bruckner (1824-1896) cuya estructura sonora de dimensiones colosales supone un reto para cualquier orquesta.
La OSY ha programado esta obra que representará un estreno para la orquesta en esta etapa de su desarrollo artístico de casi 15 años y un gran festín musical para los asistentes al Teatro Peón Contreras este viernes 25 y domingo 27 a las 21 y 12 horas respectivamente. El carácter monumental de sus cuatro movimientos (allegro moderato, adagio, scherzo y finale), así como su genial orquestación, hacen de la Séptima uno de los logros musicales más sublimes y extraordinarios que se conocen en el mundo de las sinfonías, destaca el director de la OSY.
Bruckner escribió su Séptima Sinfonía en Mi mayor entre el 23 de septiembre de 1881 y el 5 de septiembre de 1883. La obra fue dedicada al rey Luis II de Baviera. El estreno tuvo lugar en Leipzig, el 30 de diciembre de 1884, con la Orquesta de la Gewandhaus con el entonces célebre Arthur Nikisch en el podio. De acuerdo con algunos musicólogos, la colosal arquitectura de esta obra maestra, la más interpretada de las nueve sinfonías de Bruckner, parece sugerir la imagen de una catedral gótica con su adagio, que es tan fervientemente religioso, casi un milagro musical.
El equilibrio casi perfecto de la Séptima Sinfonía se alía con la música más avanzada. Con sus prolongadas melodías densas, envolventes, fluidas y plásticas, Bruckner transporta a la audiencia a un universo sublime. Asombra con la sencillez y la solidez de las estructuras y cautiva con la brillantez y espesura de las sonoridades. La obra de Anton Bruckner (1824-1896) se centra primordialmente en la música sinfónica y la religiosa. Este compositor austriaco también destacó por sus interpretaciones e improvisaciones al órgano, la mayoría de las cuales no fueron transcritas y, por tanto, no se han conservado.
A pesar de los intentos por minimizar y aniquilar su figura (Bruckner fue considerado en algún caso “un campesino ignorante” o “un individuo mitad genio, mitad tonto”), el compositor de Ansfelden demostró ser un científico de la música y, con ello, dio a conocer su talento y sensibilidad. Por su gran capacidad creadora, logró obtener los títulos que ninguno de sus colegas contemporáneos consiguió, como el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Viena.
Además de ampliar extraordinariamente la envergadura de sus sinfonías y adoptar las estructuras más amplias que hasta entonces nadie había intentado utilizar, Bruckner amplió progresivamente la plantilla orquestal a lo largo de su trayectoria compositiva hasta alcanzar en sus últimas obras dimensiones casi wagnerianas. Sus nueve sinfonías constituyen una original síntesis entre la más atrevida armonía romántica y una severa tradición contrapuntística. En ellas Bruckner recoge las conquistas armónicas e instrumentales de su admirado Wagner.