¿La “comunidad” artística en Yucatán? A la deriva…

“Ningún suceso se presta tanto a llevar al colmo de la angustia física y mental como el enterramiento antes de la muerte”. Edgar Allan Poe en El Entierro Prematuro (1844)

Hace unas semanas, en todos sus rincones, la sociedad mexicana soportaba el embate de las campañas políticas, que derivaron los triunfos por todos conocidos. No obstante los tales, al menos en Yucatán, cada gremio laboral vive horas de suspenso. Una nueva incertidumbre los agobia y no es para menos. Las actividades de todo tipo, más allá de cifras y fotografías alegres, no han sido efectivas en un alcance general. A su paso, las administraciones públicas fueron dejando una estela de destrucción, semejantes a un huracán.

Se ha afectado el trabajo de miles. Abruma la inactividad que emana del sector estatal, que se suma al garrotazo contra la moral del pueblo. Se oye lo de siempre, de boca en boca, la queja que busca establecer cuál partido ha sido más devastador que otro. Puede haber algo de razón, pero como toda causa multifactorial, no se puede evadir al elemento humano. Este puede hacer la diferencia para bien o mal de cada proyecto, requiriendo a veces la sutil influencia de un café oportunamente servido, lo que fuera que esto signifique.

Los artistas de Yucatán, en su variedad de vertientes, se perciben golpeados consuetudinariamente. Comparten la misma problemática con la gente del campo, del deporte, de la investigación científica: la falta de apoyo. Las raíces de un proyecto detenido, igualmente variopintas, son el abrazo imposible de la Venus de Milo, pues van desde el inexistente plan de desarrollo cultural, hasta caerle mal a algún funcionario. Las cosas como son: los vetos y las etiquetas –sobre todo las desfavorables– forman parte indeleble del nombre de cada artista. Así, con el poder de una firma, alguien puede permitir o evitar que aquel llegue al escenario.

El esperado apoyo gubernamental se ve pasar, majestuoso, fuera del alcance de muchos que se cuestionan porqué las cosas son así, mientras la frustración y los problemas se apoderan de su día a día. La percepción crea experiencia y esta indica que los apoyos, se utilizan discrecionalmente. Son el arma que sirve a intereses, según las gradaciones ocultas del compadrazgo o comadrazgo ungidos para el sexenio. Después de Patrón Laviada, el PAN regresa al timón. La baraja con el nombre del próximo Secretario o Secretaria de Cultura genera suspicacias. Un grupo desearía de nuevo a Rodríguez Semerena. Otro, lo repudia. Los nombres con “experiencia”, son la flor imperial más temida. Se sugieren otros que sean nuevos.

Circula una encuesta o más de una y se expresan opiniones en las redes sociales, que todo lo que tocan, lo trastocan. Se bosqueja el intento de un diálogo que nunca llega a ser. Los interlocutores de la comunidad artística de Yucatán, saben que pueden alzar la voz o lo sospechan, pero todo se sigue expresando en modalidad de susurro o de informalidad. Mauricio Vila, el gobernador electo, habría manifestado que a finales de agosto anunciará los nombres de un gabinete que requiere ser mirado más de cerca. Ciertamente, tiene qué rodearse de gente capaz y confiable, según los estándares que establezca su línea de trabajo. Pero la responsabilidad de escuchar y atender a los sectores, como el artístico, debe liberarse de lo que siempre se dice pero nunca se cumple. Ello alimenta la inquietud y no es lejano decir, la angustia.

La comunidad artística de Yucatán no existe como tal, no formalmente como comunidad. Las áreas que la conforman –música, danza, artes plásticas, cine y demás– son eslabones pero no forman una cadena y no funciona por lo mismo. Carece de identidad legal, lo que es necesario para acreditarse ante la autoridad, entablando el diálogo –anhelado– con todas las formalidades del caso. Así, en estas condiciones, se halla parcialmente definida. Requiere una habilidad prioritaria, que consiste en separar lo artístico de lo administrativo, pues se habla de una cosa teniendo en mente otra. En el momento que esto ocurra, será como tener un acta de nacimiento. Habría elementos para salir de lo informal que por lógica nunca se toma con seriedad o vigencia.

Relegar el arte, la educación y la cultura a la función de barniz social es semejante al entierro prematuro de un valioso proyecto popular. Su relevancia es eje de formación y la norma nueva sería que el gobierno inminente ayude a armar el rompecabezas, con intención de buscar amplitud constante y mostrar la vanguardia yucateca, además de los valores tradicionales. Girar en círculos debe quedar atrás –por fin– admitiendo criterios, no obstante su disparidad, para ver no solamente un color, sino el cuadro completo. Será apenas el primer paso para salir del estancamiento. Lo demás es procurar las artes y generar en el público el interés y comprensión por ellas, que tanta falta hace para lograr criterios críticos y no criticones. Ahora es cuando.

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