Jessica Jones: una reseña de la 2da temporada

La segunda temporada de Jessica Jones ya está disponible en Netflix.

Mientras veía Avengers: Infinity War (por tercera vez) no podía dejar de pensar en Jessica Jones.  Lo hacía porque la dueña de “Alias Investigations” vive en el mismo universo de los Vengadores y por lo tanto todo lo que ha sucedido en la brutal película terminará afectándole de alguna manera u otra. Y debo admitir que ello me preocupa. Porque si hay un personaje en todo el actual Universo cinematográfico y televisivo de Marvel que realmente ha tenido un arco de transformación empañado por el dolor y la adversidad ese es precisamente Jessica Jones.

Es un personaje que no te deja inmune, por que sientes esa natural empatía por un rebelde o renegado, por aquel que tiene que enfrentarse a esos giros de la montaña rusa del destino muchas veces sin un cinturón de seguridad que evite la caída, por alguien que ha adquirido un poder que nunca pidió y que ha perdido prácticamente todo por esa causa; ella tiene un poder que implica una gran responsabilidad, pero de la que se ha pasado huyendo durante toda su vida porque eso le ha hecho perder prácticamente todo, incluso su humanidad, su dignidad, su capacidad de amar, su vida familiar…

 

Si en la primera temporada de Jessica Jones se exploró el horror y se evitó, con gran acierto,  hacer una explotación del mismo, la segunda indaga en los orígenes del personaje y cómo todas las relaciones de la protagonista están marcadas, casi como una maldición, por sus capacidades sobrehumanas. Una afectación que provoca una mayor cantidad de efectos negativos que positivos. Por lo tanto, aquí estamos ante un drama que indaga con gran profundidad en los aspectos psicológicos y emocionales que envuelven a alguien que ha adquirido capacidades sobrehumanas.

Y lo que se evita con un gran sentido de la narración y con guiones perfectamente escritos, es caer en el melodrama, en la explotación sentimentaloide que podría darse a partir de lo realmente importante para Jessica Jones: las relaciones humanas. Ello provee al programa de un oscuro y violento discurso muy lejano de la elegante elocuencia pro héroe que poseen las películas e incluso otras series de Marvel. Y lo mejor es que a pesar de esa oscuridad, de esa violencia psicológica, nunca deja de sentirse como un producto hermanado al resto de las producciones de la compañía de cómics y películas.

Ese discurso oscuro, esa violencia, genera una serie de personajes volubles, con aspiraciones de huir de sus propios demonios pero incapaces de hacerlo por diversas circunstancias. La temporada inicia con una serie de asesinatos causados por una mujer que también posee poderes especiales y que está íntimamente ligada al pasado de Jessica. A partir de entonces se suceden una serie de hechos que van a detonar subtramas en las que se expondrán diversos conflictos generados por los poderes de la investigadora privada y que contarán e indagarán en las historias de cada uno de los personajes de la serie.

Algunos buscarán huir de enfermedades terminales, otros a partir del trabajo tratarán de demostrar que tienen algún tipo de valor en el mundo y otros más buscarán adquirir los superpoderes que Jessica tiene con el objetivo de igualarse a ella, de romper con esquemas que los hacen sentirse inferiores, pero todos enmarcados por una descorazonadora sensación de esperanza. Porque si algo hemos aprendido con esta temporada de Jessica Jones es que la esperanza no necesariamente está ligada a la felicidad, sino que simplemente puede salir de profundos abismos para tratar de encajar en un mundo en el que tu destino está marcado por tu propia diferencia, por tu dificultad para encajar, porque posees algo que nunca deseaste y de lo que no te puedes desprender.

La actriz Krysten Ritter se merece todos los premios del año por interpretar a Jessica Jones. Es capaz de manejar diversos tonos emocionales a lo largo de cada uno de los capítulos y a pesar de su cinismo, de las barreras que ha creado a su alrededor, incluso de su cuasi-alcoholismo, pues Ritter le brinda al personaje una vulnerabilidad que la ata a su parte más humana, pero que al mismo tiempo le abre la puerta a sus demonios más profundos. Dota al personaje de matices profundos sin perder un toque de ligereza en el momento justo. Lleva a Jessica de la mano y crece con ella; por momentos parece situarse frente a un espejo y reflejar una antítesis de la heroína sin el más mínimo de los esfuerzos, con una naturalidad abrumadora e incluso agobiante.

Por ella es que el espectador se siente ligado al personaje, por ella es que uno sufre con la intrincada y complicada vida de Jessica, por ella es que uno disfruta cuando se sienta en una azotea junto a su querida amiga y hermana adoptiva Trish Walker (Rachel Taylor, maravillosa contraparte), a mirar una vieja película que se proyecta en la pared de un edificio y uno desea que ese breve momento de paz le dure para siempre, que encuentre la redención y que acepte que no es tan malo estar del lado de los héroes.

No sé que sucederá con Jessica Jones y admito que ello me preocupa no solamente porque siento una evidente empatía con el personaje, sino sobre todo porque tengo la impresión de que ha encontrado un remanso para descansar de sus tribulaciones en donde menos lo esperaba. Pero si algo es seguro es que se trata de un oasis que terminará secándose, provocando de nuevo una agonía brutal en la heroína, una consecuencia de lo que ella considera una maldición. Y lo que me temo es que eso puede ser una derivación de lo que ha sucedido con el mundo después de Thanos. Jessica y los que la rodean tal vez terminen por ser un daño colateral de eventos que son superiores a ellos, pero son esos daños los que más duelen, los que más conmueven, los que son más difíciles de olvidar.

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