La búsqueda de Paulette: la historia del crimen en Netflix

La miniserie mexicana está disponible en Netflix.

En la serie “Historia de un crimen: La búsqueda”, una abogada mira la televisión junto a su cliente. Ambas ven la conferencia de prensa del Procurador General de Justicia del Estado de México, Alberto Bazbaz, quien balbucea algún intento de declaración al ser cuestionado por la prensa sobre el caso de la desaparición de la niña Paulette Gebara Farah. Estupefacta ante las respuestas, la profesional del derecho voltea a ver a su acompañante y pregunta: “¿Cómo es posible que esto sea el procurador?”. Se trata de una interrogante que seguramente muchos nos hemos hecho al momento de ver y escuchar a algún servidor público -al que todos le pagamos su sueldo– cuando trata de responder sobre algún tema que se supone maneja a la perfección dado el cargo que ocupa.

Nos asombramos y nos interrogamos sobre cuáles son las razones que le han llevado hasta ese lugar. En muchas ocasiones, la respuesta tiene que ver con una serie de relaciones y compromisos adquiridos entre los grupos de poder que reparten cargos públicos entre sus miembros, sin importar si están preparados o no para cumplir con la encomienda. El grupo Atlacomulco y sus integrantes fueron el mejor ejemplo de lo anterior. Se trataba de llenar sillas con personajes afines al mismo que garantizaran el apoyo al mayor de sus proyectos: sentar a uno de los suyos en la silla presidencial. Solamente así se puede explicar que un tipo como Bazbaz se encargara de la procuración de la justicia en un estado tan complejo como lo es el que tiene por capital a la ciudad de Toluca.

La historia de la desaparición de Paulette ocurrida el 22 de marzo de 2010, puso a Bazbaz en el centro de un huracán en el que convergieron una serie de intereses políticos, económicos, sociales y mediáticos que exhibieron las incapacidades de la procuraduría mexiquense y del sujeto que había sido puesto al frente de ella. Nadie imaginó que el caso iba a despertar un interés como el que tuvo, interés alimentado por la explotación del morbo que hicieron los medios de comunicación que generaron un circo pocas veces visto alrededor del asunto, un circo que generó un buen porcentaje de rating entre una población dispuesta a chuparse el melodrama que acompañaba a lo que terminó por ser un reality show, uno con todos los ingredientes para ser un auténtico éxito. Y lo fue, un espectáculo decadente que tenía como personajes principales a una serie de políticos construidos por y para la televisión.

El mérito de “Historia de un crimen: La búsqueda” es el de reconstruir una farsa televisiva sobre todo aquello, caricaturizando aún más a personajes como Bazbaz hasta llevarlos al extremo de lo ridículo. Algo que no es tan complejo si se conoce la historia y se mira como lo que fue en realidad: un hecho mediático en el que la niña desaparecida fue solamente un pretexto, un suceso que sirvió como punta de lanza para explotar al máximo una situación que requería otro tipo de tratamiento. En la serie, cuando la ficticia reportera Carolina Tello (Regina Blandón) intenta dárselo, se encuentra con todo un sistema que funcionaba en un sentido opuesto, un sistema en el que la razón no tiene cabida, en el que la información auténtica es desplazada por el sensacionalismo y la manipulación de los sentimientos del público para crear audiencia.

Carolina intentará nadar a contracorriente, buscará por todos lados generar piezas informativas sustentadas en evidencias y en situaciones verídicas, pero terminará sucumbiendo en su intento y terminará por integrarse sin remedio al sistema. El personaje es interesante porque –por lo menos hasta donde recuerdo– no hubo en esos días un medio que intentara hacer bien su trabajo, que buscara construir una historia respaldada en razonamientos, en el interés público que puede arrojar la nota roja siempre y cuando no apele al morbo de la gente.

Y luego está la caricatura que hace de los políticos. Darío Yazbek Bernal ya había demostrado en la Casa de las Flores tener un timing interesante para la comedia ligera. Ahora explota al máximo ese talento hasta llevarlo a los límites de la exageración para construir un personaje satírico, uno que ejemplifica perfectamente el servilismo con el que actúan los políticos cuando están en la búsqueda de ascender en su carrera, ascenso que viene de la mano como premio a ese sometimiento hacia quienes son sus superiores. Las conversaciones entre su Bazbaz y el Secretario de Gobierno del Estado de México, Luis Miranda Nava (Guillermo Villegas), son reveladoras de lo anterior.

Hay un machismo condescendiente de Miranda Nava hacía Bazbaz, le trata con amabilidad, pero siempre marcando las distancias entre ambos. Distancia que a su vez está determinada por la cercanía del Secretario de Gobierno con el Gobernador del Estado, proximidad que Bazbaz anhela, pues sabe que de tenerla ello implicaría una serie de recompensas en el futuro inmediato. El camino que elige el procurador para ir ascendiendo peldaños políticos es diferente al de su subalterno, Alfredo Castillo (Adrián Ladrón), quien elige otra forma: operar de manera maquiavélica en contra de quien es su jefe directo para “quedar bien” con los que están más arriba. Aprovechará la incapacidad de Bazbaz para congraciarse con los que detentan el poder tanto económico como político, jugando un billar de dos bandas para así afianzar su propio proyecto.

Las reacciones contra la serie han sido en su mayoría negativas. Puedo entenderlas si se mira al producto televisivo como algo superficial -se empeña en serlo deliberadamente- y uno se queda solamente con esa faceta del mismo. Pero creo que en realidad están más sustentadas en el hecho de que “Historia de un Crimen: La búsqueda”, termina por ser un espejo en el cual una buena parte de la sociedad mexicana puede reflejarse, un reflejo que escupe verdades a la cara que terminan por incomodarnos.

Nos recuerda que todos fuimos víctimas de un auténtico y grotesco fraude mediático y que nos dejamos arrastrar por el mismo hasta que un reality aún más poderoso lo sustituyó: el de la boda del gobernador con la actriz de televisión. El morbo giró hacia otra dirección y el melodrama se convirtió en romance; fuimos llevados de la pesadilla al cuento de hadas que terminó por encumbrar a los protagonistas de toda esta historia a gobernar al país en un sexenio marcado por la corrupción y la frivolidad.

Lo que fue y sigue siendo realmente significativo en esta historia, es que hubo una niña que perdió la vida en circunstancias que nunca fueron resueltas de manera creíble, pero eso a nadie le importó en su momento. El caso significó para algunos políticos la oportunidad de avanzar en sus carreras; para otros, fue un obstáculo que tenía que ser resuelto de cualquier forma pues podía convertirse en una loza para el grupo que buscaba hacerse con el poder en el país. Para el resto de los involucrados, representó la oportunidad de hacerse con esos quince minutos de fama a los que se cree todos tienen derecho; para los medios significó la oportunidad de incrementar su audiencia y, por lo tanto, sus ganancias.

Al final a muchos les puede quedar la sensación de que la serie desaprovecha la oportunidad de profundizar en un tema que, indudablemente, tenía las aristas para poder hacerlo, pero el tratamiento y el tono que le dan a la historia concuerdan en gran medida con lo que realmente fue la muerte de la pequeña Paulette Gebara Farah: una excusa para montar un degradante espectáculo, uno cuyo objetivo era entretener a la audiencia dispuesta a pasar horas frente al televisor, esa clase de público acostumbrado a consumir contenidos generados por especialistas en fabricar chatarra audiovisual que, tristemente, la serie nos ha demostrado una vez más que es irresistible para el mexicano promedio.

 

 

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