La Sinfónica de Yucatán retorna triunfalmente

A pesar de los recortes presupuestales, la OSY regresó para una acotada Temporada 35.

“¡Oh, cuántas veces, cuántas oí los sones, de las sirenas líricas en los clásicos mares!/¡Y cuántas he mirado tropeles de tritones y cortejos de ninfas ceñidas de azahares!”. Rubén Darío  (fragmento de “Retorno”)

Una batería de aplausos recibió la Orquesta Sinfónica de Yucatán, al abrir su nueva temporada -la treinta y cinco- el 29 de enero de 2021. Puntual a su cita con Mérida, atrás quedaba el gustillo amargo por incertidumbres sobre su regreso. El aviso, días atrás de que este momento llegaría, hizo que el público presente -como el remoto- abrazáramos la reaparición del conjunto. La señora Margarita Molina, eje de la orquesta, amable agradecía a todos en la bienvenida, desde un pequeño púlpito en el escenario del Peón Contreras. Ponderó los esfuerzos a favor de seguir la marcha. Sus palabras hallaban representatividad en la gente, compartiendo la exultación de un nuevo día.

 

Juan Carlos Lomónaco, dueño de la batuta, al minuto hacía lo propio, detallando el repertorio que eligió para la ocasión. Así, el repertorio, en su formato acostumbrado, mostraba la energía del inicio, con Rossini y su obertura “La Urraca Ladrona”. Luego, refinamiento, con la obra del padre venerable, J. S. Bach, numerada BWV 1068. Posteriormente, la Sinfonía cuarta de Mendelssohn, simultáneamente densa y ligera, quedaría acertada para el cierre.

La Urraca Ladrona sobrevolaba el teatro, con seriedad aparente, digno el sonido, a golpe de percusiones y acentos de metales. Crecía pomposa, marcial -como el himno a la desfachatez que representa y a la bribonería y a la travesura- el marco adecuado que sigue divirtiendo a pesar de los dos siglos transcurridos desde su primer aplauso. La sinfónica, dotando madurez a su interpretación, renovó los matices de sus motivos, haciendo evidente que hay partituras con vocación de esparcimiento.

Las obras de Bach padre -de sus eminentes hijos y también padre de la Música- son como el agua o como el aire: reaniman. Lo mejor es que nunca dejarán de ser admirables. En cada ejecución, grabada o en vivo, J. S. Bach sigue expansivo para el espíritu. La Sinfónica de Yucatán, dispuesta en otra alineación, quedaba lista para interpretar la Suite tercera BWV 1068, donde el segundo movimiento –Aire que, sin ser cantada, lleva mucho recibiendo el mote de “aria”- forma parte de lo que, en realidad, es un ejercicio colectivo. La cuerda en lo prioritario, salió de la mano del genio, para ser adicionada de trompetas por su benjamín Carlos Felipe Emmanuel y por sucesivos arreglos de alguno de sus estudiantes.

Quizá por ello se reconoce menos el sello inconfundible de Bach y, en todo caso, resuena más cercana al catálogo de Haendel. El refinamiento, un tanto excedido -incluso para ser Barroco- pudiera estar atrás de tal perspectiva. Acabando el paso triunfal de sus cinco facetas, la Jiga final propició el aplauso tímido, por la incredulidad de una terminación sin contundencia. Repuestos del lance, el público de cuerpo presente se volcó en aplausos, reconociendo la fina participación de trompetas y sucesivamente de cada sección, hasta cubrir al pleno orquestal.

Un nuevo salto en el tiempo trajo la cuarta sinfonía de Mendelssohn, con la fascinadora combinación instrumental de la primera mitad del siglo XIX -anterior a su ineludible desarrollo- con dimensiones menores a lo actual y sus acentos de gentileza comprobada. Los viajes de Mendelssohn eran fuente de nuevas inspiraciones y su “Italiana”, logra sinfónicamente expresarse al respecto. Cuatro movimientos -como es la generalidad- la constituyen, armada de iniciativas que desembocan en danzas folclóricas, garantía de celebrar con vigor al estilo italiano.

Las frases musicales van saltando con un crescendo violinístico, en el saltarello* aderezado de tarantela*, un estupendo despliegue que, llegando la marca del punto final, hace inevitable salir de allí con ganas de bailar, por la exposición de tanta fiesta tomada del seno popular. Grandes aplausos, en meritorio doble sentido, fueron la conclusión del primer programa. Contagios aparte, la música ha vuelto sin haberse ido jamás. Que siga así. Como en tropel de tritones o cortejos de ninfas, frente

Compartir artículo:
More from Felipe de J. Cervera
Una noche con el Cuarteto Internacional de Cuerdas de Yucatán
Inspiración compartida en el recital ofrecido en la Hacienda Santa Cruz La...
Read More
Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *