“El camino de Wembra”, un relato de Adrián Curiel Rivera

A continuación te presentamos un fragmento del libro "El camino de Wembra y otras utopías feministas", de Adrián Curiel Rivera, publicado por la editorial Lectorum (2023), el cual ya se encuentra a la venta en las principales librerías del país. ¡No dejes de leer esta sátira futurista...!

Fragmento del libro “El camino de Wembra y otras utopías feministas”, de Adrián Curiel Rivera, publicado por la editorial Lectorum (2023).

A través de la ventanilla de la avioneta, recortándose contra los haces rojizos y violetas del crepúsculo, se va delineando el trazo costero de la Península de Yucatán. Cuando el sol comienza su lento desplome en el horizonte del Golfo de México, la superficie acerada del oleaje aparentemente inmóvil cede su predominancia a una jungla verdosa y achaparrada, moteada aquí y allá por ojos de agua, estriada por rías, herida por los manchones lodosos de los manglares. Las tres viajan en una avioneta privada con cargo a la partida secreta de la Universidad de Maine. La doctora Wembra Dunaway, jefa del departamento de Compostaje Posthumano, lideresa de la expedición, ocupa el asiento individual desde donde se aprecian los destellos multicolor del ocaso.

A su vera, en el sitio del pasillo, la robot R2Dta se ha desabrochado su cinturón de seguridad. R2Dta es una réplica casi perfecta del primer R2D2 de Stars Wars, salvo por una trenza rojiazul que le cae por atrás, unas llamativas tetas electrónicas acopladas a su pecho cilíndrico y unos glúteos pequeños pero bien torneados sobre los que ahora se balancea. Junto a R2Dta, la cyborg Martha Askew, con los audífonos puestos, contempla la oscuridad creciente que se imprime en la ventanilla de su lado y tararea la reciente canción —si se puede llamar así— de una holograma japonesa que se ha convertido en un éxito internacional. De vez en cuando estira sus prótesis de piernas de titanio, lo que produce un aceitado chirrido apenas perceptible, que se confunde con los movimientos del mecanismo de R2Dta. Detrás de la fila de asientos, echado con placidez sobre el piso de la cabina vibrante, viaja otro pasajero: Tim, un labrador de pelaje meloso, entrenado para detectar fármacos, realizar operaciones de rescate y lidiar con situaciones de peligrosidad extrema.

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En un principio, habían considerado la posibilidad de tomar un vuelo comercial, aterrizar en Mérida, como cualquier turista, y esperar hasta que la guía, como habían acordado, las contactara para llevarlas a través de la selva al Reino de las Amazonas de Celestún. Sin embargo, era improbable que no llamaran la atención. Aunque quizás este razonamiento resultara exagerado. Pero tuvieron además que analizar otros factores. Transportan un maletín con una mezcla de reactivos químicos para confirmar la presencia de la hematoxilina que pretenden obtener del palo de tinte que aún existe en la reserva ecológica que controlan las guerreras amazónicas mayas. La hematoxilina, combinada con un biológico de laboratorio desarrollado por la propia Universidad de Maine, produce una vacuna eficacísima (casi del 95%) contra el machismo.

Por desgracia, la deforestación ha arrasado con los bosques de palo de tinte en Indonesia y el resto de Oriente. En Belice, Guatemala y el mismísimo Campeche (como es sabido, el palo de tinte también se llama palo de Campeche) apenas quedan ejemplares. Al margen de que las pudiesen identificar en su simulado papel de simples visitantes de las ruinas arqueológicas, tampoco podían arriesgarse a los característicos abusos de las compañías aéreas. La demora o cancelación de los vuelos; que les retuvieran el maletín en un puesto de inspección, pese a que contaban con los permisos requeridos. Que al abordar, por haber sobrevendido el vuelo, las azafatas amenazaran a los pasajeros con el cuento de que el avión iba lleno y de que todas las piezas que tenían derecho a llevar en el compartimento o bajo los asientos tendrían que acomodarse forzosamente en la bodega. O que les perdieran otros instrumentos altamente sofisticados, que habrían tenido que documentar, y que necesitarán en su travesía por la selva. También debían rehuir la contingencia de que hubiera espías —rusos o de otras nacionalidades— infiltrados en la aeronave.

Su misión representa un avance científico sin precedentes. Muchos saben que lo de la fórmula para acabar con una de las mayores pestes de la humanidad es más que un rumor, y los agentes del gobierno y los representantes de las transnacionales, como siempre han hecho, están dispuestos a matar para robársela y comerciarla por su cuenta. Podían envenenarlas en pleno vuelo, o darles un narcótico, incluso a R2Dta. En cualquier caso, Wembra y sus acompañantes prefirieron desechar esa alternativa. No podían olvidar que son responsables de un operativo clasificado por la directora de la Agencia Central de Inteligencia como confidencial y de prioritario interés geopolítico y estratégico. Aunque la CIA no haya desembolsado un solo dólar y Dunaway haya tenido que implorar de rodillas a la rectora de Maine para que le facilitara los recursos económicos.

Si todo sale bien, habrán matado dos pájaros de un tiro. Producirán y patentarán una vacuna masiva con la que será posible dar el tiro de gracia a la milenaria pandemia del machismo. Conseguirán que la Universidad de Maine salga de la mediocre posición que ocupa en el ranking internacional y escale a los primeros puestos. Asimismo, el pago de jugosos bonos y la consagración de la doctora Wembra como la creadora de la teoría de la tentacularidad simbiótica, la antesala del Cthulhuceno, una nueva era de felicidad social donde convivirán para siempre las personas, los animales no humanos y las máquinas en un universal abrazo de pulpo. Lo que representará el acta de defunción del Faloceno unívoco y blanco. Y negro y amarillo. Le explicaría todo este asunto a Aketzali, la reina de las amazonas.

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La piloto anuncia que están por aterrizar en una improvisada aeropista cerca de la localidad de Ticopó, en el municipio de Acanceh. Si no se iban a exponer a ser reconocidas fingiendo visitar Yucatán como meras turistas, tampoco desembarcarían en su aeropuerto principal. Wembra se asoma por la ventanilla y constata que hay grietas en el pavimento. Martha se quita los audífonos, observa por su costado y se los vuelve a colocar. R2Dta acciona sus largos brazos palanca para abrocharse el cinturón, que le queda muy ceñido. Casi se siente el rozar del tren de aterrizaje sobre el asfalto cuando la avioneta comienza a ascender de nuevo, rapidísimo, casi verticalmente. Wembra se asusta, extiende una mano contra el respaldo del asiento vacío de enfrente, araña el apoyabrazos. Teme morir en ese instante, cuando está por hacer una aportación tan valiosa a la civilización. La vacuna contra el machismo. Martha Askew se levanta ligeramente sobre sus piernas de titanio, como si se dispusiera a saltar. R2Dta mueve parcialmente su cabeza esférica, luego en 360 grados, evaluando cómo debe reaccionar para proteger al resto. Tim se incorpora y emite un aullido de lobo que le crisparía los nervios al más valiente.

—Discúlpenme —se escucha por megafonía la voz de la piloto—. Me informan en tierra que se han soltado unos vientos racheados que podrían desestabilizar la nave. Tendremos que sobrevolar el poblado para intentar una nueva maniobra de aproximación dentro de unos minutos. Siento los inconvenientes, sigan disfrutando su vuelo, gracias.

Wembra suspira, trata de localizar la torre de control. Lo único que se aprecia es una yuca en medio de la nada, detrás de la cual hay un individuo con un radiotransmisor. Martha se echa hacia atrás y torna a entregarse a las disonancias electrónicas de la holograma. R2Dta detiene sus movimientos circulares. Dunaway trata de relajarse repasando el plan. Cuando al fin puedan descender, pasarán por ellas y las alojarán en una bonita hacienda colonial cerrada al público. Ahí esperarán un máximo de tres días, según le hizo saber su informante de la CIA, hasta que vayan a buscarlas. Entre tanto, podrán descansar en sus amplias alcobas, bañarse en la piscina, pasear sin que nadie las moleste por sus huertos y sembradíos, ver muchos pájaros de diferentes tamaños y colores, y disfrutar de los manjares de la gastronomía regional que preparará una aldeana cocinera de máxima confianza y con quien no tendrán ningún tipo de contacto. Llegado el momento, las trasladarán al Reino.

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A continuación, te compartimos una entrevista que Mónica Maristain le realizó al autor a propósito de este libro:

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