“Another round”, un brindis por el regreso del buen cine

Vintenberg y Mikkelsen lo han hecho de nuevo: “Another round” (Dinamarca, 2o2o), no sólo cosechó nominaciones a lo mejor del cine europeo, sino que a pesar de perder a mejor película extranjera en los Globos de Oro 2021, rápidamente se está perfilando como la gran ganadora entre el público y los cinéfilos sedientos de buen cine, sobre todo después de un año con tantos bodrios estrenados en las diversas plataformas, aquellas donde no hay filtro ni asidero que guíe al espectador hacia las producciones de calidad, perdidas ante una excesiva oferta de películas palomeras cuyo gancho son unos trailers bien hechos, pero engañosos.

La premisa de “Otra ronda” es la siguiente: cuatro viejos amigos que son maestros del mismo colegio en Dinamarca, discuten durante una cena sobre la teoría de Skarderud, la cual dice que el ser humano tiene un déficit de alcohol en la sangre del 0,5%. Al principio no lo toman en serio, pero al percatarse de lo anodinas y monótonas que son sus vidas -ya casados y con hijos-, deciden experimentar con la bebida como una manera de mejorar su estado anímico y también su creatividad en la enseñanza, así como sus relaciones familiares.

Al principio, mantenerse entonados con un par de copas a lo largo del día les resulta refrescante, pues se desinhiben un poco y su locuacidad hace más efectiva la relación con sus alumnos, todo esto mientras documentan rigurosamente los efectos del experimento y van haciéndose pruebas con el alcoholímetro. Sin embargo, ante el rotundo éxito inicial, los cuatro deciden llevar la prueba más allá…

Este nuevo filme de Vintenberg explora los efectos psicosociales del alcohol en el comportamiento de las personas -en específico, en los hombres-, sin ser una apología del alcoholismo y sin condenarlo tampoco. Su valía radica precisamente ahí, en que no pontifica sobre el proceder de cada quién. Más bien muestra los problemas psicosociales que los distintos niveles de consumo pueden provocar y sus consecuencias reales en su entorno, pero de una manera tragicómica, como la vida misma.

Quien se sumerja en esta cinta se encontrará con una experiencia tan refrescante como una buena copa al atardecer. No existen grandes giros dramáticos ni juicios morales. La intención de su director es hacer un retrato realista de los problemas y dilemas que las masculinidades contemporáneas atraviesan una vez alcanzada la edad madura -habrá quien diga, con justa razón, que los hombres nunca maduran, sólo envejecen- y esa zona de confort que muchas veces es un lastre, en el sentido de que la realización personal y la estabilidad también se pueden convertir en una vida mediocre, e incluso, en una depresión soterrada y no diagnosticada.

El guion es magnífico, ya que parte de la idea de Kierkegaard de que todos somos falibles, y que la infelicidad es no darnos cuenta de ello. En pocas palabras, hay que aceptar el fracaso para poder cambiar las cosas y alcanzar el estado de bienestar, con lo peligroso que puede resultar la idea de una felicidad constante. La película está llena de momentos emotivos, en donde la sana camaradería y la lealtad de estos amigos sale a relucir. Sus respectivas parejas e hijos, si bien son lo más importante para ellos, son accesorios en este relato sobre las frustraciones de los hombres que no se conciben en la intimidad, aquellos que no se conocen a sí mismos y a sus emociones, ocupados como lo están, en ser proveedores y peones en eso que llamamos el status quo de la sociedad.

La estructura del filme hace que nos encariñemos con cada uno de los personajes, ya que nos presenta una historia coral donde cada parte del ensamble tiene su lugar. Por supuesto, es innegable que Mads Mikkelsen encabeza esta pandilla de señores en crisis, repitiendo la magnífica colaboración con Vinterberg en esa joya cinematográfica que es “La caza” (2012). No obstante, aquí Mikkelsen tiene la oportunidad de ampliar su registro actoral, dando cuenta de porqué hoy por hoy es uno de los mejores actores del mundo, aunque en sus incursiones en Hollywood no hayan sabido aprovecharlo.

Si bien la cinta dista de ser perfecta, está llena de escenas divertidas y tan alegres como lo pueden ser cuatro borrachos funcionales que intentan atender sus deberes maritales y profesionales -sin dejar de lado su individualidad largamente ignorada debido al acontecer cotidiano-. El ritmo pausado, pero siempre in crescendo, llega al colmo del paroxismo en la última escena -con un Mikkelsen en estado de gracia-, donde al fin probamos ese extraño coctel hecho con una mezcla de tristeza, resignación y euforia, esa copa de aceptación existencial en donde la felicidad y la joie de vivre siempre serán bienvenidos.

Compartir artículo:
More from Ricardo E. Tatto
In memoriam, Guillermo Samperio
De cuando conocí -y desconocí- a Guillermo Samperio (1948-2016) A Samperio lo conocí...
Read More
Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *