Sintiendo que el campo de batalla: un libro de Taibo II

Una reseña de la novela y su protagonista, Olga Lavanderos.

La denominada novela negra y el género policíaco tiene muchos admiradores y detractores, principalmente para algunos puristas que consideran que no aportan nada a la literatura, o que sólo están pensadas las historias para entretener a quienes las consumen. Sin embargo, a menudo dejan de lado su principal aportación: la manera en que una determinada cultura entiende el delito, a la autoridad o al delincuente; es decir, cómo dependiendo del contexto una historia puede convertirse en una radiografía del castigo que una sociedad espera contra determinados crímenes.

Una novela que nos ofrece un panorama del lenguaje de una ciudad, los crímenes y su castigo -la cual, sobra decir, es una de mis lecturas favoritas-, es Sintiendo que el campo de Batalla… (El juglar editores, 1989) de Paco Ignacio Taibo II. Una noveleta de apenas 94 páginas que nos describen al Distrito Federal a través de los ojos de la periodista Olga Lavanderos, quien investiga un quíntuple asesinato de motivos inexplicables y, para resolverlo, deberá caminar por los complicados pasillos donde se genera la información.

Así, vamos conociendo a los personajes que existen en cualquier ciudad, donde los reporteros de la nota roja deben de abrevar para conectar sus historias: el jefe de prensa policial que suelta migajas de información o la sopa completa si conviene a su estrategia política, los policías de a pie que reproducen lo que escuchan en las calles y en la comandancia, el comandante corrupto rival de otro comandante más corrupto aún, la tela del narcotráfico detrás de cada uno de ellos, los dilemas morales del periodismo, etc. En fin, un amplio cuadro de costumbres para tener una idea del mundo de la nota roja.

La narración es un deleite para quienes no estamos habituados a que un relato sobre un tema serio, como las redes de corrupción policiales, sea entretenido. Ya que pese a la gravedad del caso, la entrañable Olga nos explica la mentalidad del habitante del DF con frases como esta: “cuando un mexicano del DF al margen de su sexo es un maníaco depresivo, puede hacer aproximadamente 164 cosas con un palo, todas en reflexivo: zambutírselo, enroscárselo, atornillándoselo, arrimárselo, acomodárselo, embutírselo, zangoloteárselo, consolárselo, sacudírselo, embrocárselo, contentárselo, machacárselo y desde luego y sobre todo, metérselo por el culo”. 

Con esa prosa vibrante, vamos de copilotos en esa motoneta que derrumba el imaginario social de la ciudad a través del escandaloso tubo de escape, con agudas reflexiones y comentarios sarcásticos sobre las instituciones y el periodismo. ¿Quién mató a las cinco personas en una peluquería de la calle Orizaba? Sin duda, conocer la respuesta va perdiendo significado a medida que entramos en la vida de Olga Lavanderos, porque el viaje para llegar a esa revelación sin duda vale más que el mero descubrimiento del asesino. Este recorrido demencial por una ciudad irreal y surreal nos hará comprender que, a veces, el periodismo es una trinchera contra el sistema, aunque esta trinchera no está exenta de ser compartida con el enemigo…

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