Cavalleria Rusticana: encrucijada pasional y operística por la OSY

En una ópera, la poesía por fuerza ha de ser hija obediente de la música. Wolfgang Amadeus Mozart

Reza el dicho que: “De lo bueno poco”, sin embargo, para quienes disfrutamos la ópera, siempre nos quedamos con deseos de más en Yucatán. Y es que el pasado miércoles 12 de junio se presentó ante los medios de comunicación e invitados la ópera “Cavalleria Rusticana,” estrenada el 17 de mayo 1890 en el Teatro de la Ópera de Roma. El libreto en italiano es de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci y la música del compositor Pietro Antonio Stefano Mascagni (1863-1945). El drama en un acto y dos cuadros marcados por un Intermezzo, está inspirado en la historia homónima de estilo verista (1880) del escritor Giovanni Carmelo Verga (1840-1922).

Los libretistas hicieron un gran trabajo al condensar la obra literaria en la brevedad de un acto, cuya duración es apenas de poco más de una  hora. Es por lo anterior que Cavalleria Rusticana frecuentemente se presenta con otra ópera de igual duración y temática como “Pagliacci” (estrenada el 21 de mayo de 1892) de Ruggero Leoncavallo (1857-1919). Sin embargo, ha hecho mancuerna con alguna del Trittico de Puccini o en sus inicios con “Orfeo y Eurídice” (1762) del compositor alemán Christoph W. von Gluck (1714-1787).

El destino de Mascagni y Leoncavallo está marcado desde el país en que ambos nacieron (Italia), así como que este último se inspiró en Cavalleria Rusticana para componer y estrenar dos años después Pagliacci, ambas veristas –corriente literaria italiana que nace entre 1875-1896- en contraposición al romanticismo y a la ópera buffa de Rossini, Mozart y Verdi, entre otros. Otra coincidencia es que ambos son más reconocidos únicamente por estas dos óperas, a pesar de que Mascagni compuso 17 y Leoncavallo 10.  El verismo apostaba por contenidos violentos y con la crudeza de la realidad que reflejara lo que estaba sucediendo en la cotidianidad.

El melodrama desarrollado en un pueblo de Sicilia durante los festejos de la Pascua, el domingo de Resurrección, narra la aciaga historia de dos parejas y la disputa de dos mujeres por el amor de uno de ellos, el amante. Los dos cuadros transcurren en la plaza donde están ubicadas la iglesia, la casa del protagonista y su madre, quien padece las vicisitudes de su hijo hasta el trágico final. La plaza donde los aldeanos se reúnen para la celebración religiosa, es testigo de los encuentros y desencuentros de los personajes que viven su propio infierno en un mundo paralelo, ajeno a la devoción de los sicilianos.

Santuzza, Lola, Turiddu, Alfio y Mamma Lucía, nombres de fácil memoria, a través de clímax sonoros e impulsos sostenidos de la emisión dramática en una unidad continua, nos adentran a la época y a la psicología “rústica” que da nombre a la ópera. Prácticas como morder la oreja al oponente para retarlo y un arma blanca es lo único que se necesita para eliminar del camino a quien quiere quitarnos el amor; estos son algunos de los sucesos que dan cuenta del primitivismo imperante del siglo XIX, en un lugar ajeno de monarquías y gobernantes, donde cada quien se hace justicia por su propia mano y lo justifica la salvaguarda del honor por el amor robado.

Mascagni vivió para ver los apoteósicos triunfos de su primera ópera, misma que resultó ganadora de un concurso para jóvenes compositores italianos de entre 73 que concursaron. Pronto la obra recorrió Europa para diseminarse por otros confines -siempre con éxito como hasta la fecha- al ser una de las óperas más representadas del catálogo operístico. Leoncavallo no sintió tal satisfacción con Pagliacci, ya que nunca se conformó con no componer otra ópera igual de exitosa.

Es destacable que Puccini participó en el mismo concurso con la opera Le Villi, la cual ni tan siquiera figuró con alguna mención. Cavalleria Rusticana inauguró la escuela verista que inspiró las óperas de Puccini como Madame Butterfly, Tosca, Turandot, por mencionar algunas de las 12 de su repertorio. Mascagni, con el afán de sostenerse en su línea musical se convirtió en el compositor del régimen fascista y a la caída de Benito Mussolini fue repudiado, muriendo en la pobreza a los 72 años en el cuarto de un hotel de Roma.

Como ópera verista, Cavalleria Rusticana inicia con un Preludio en lugar de la Obertura, Sin pausa, continúa la serenata con arpa en lengua siciliana, oda de Turiddu a Lola, la manzana de la discordia.  El Intermezzo a Tempo de Vals en Si Bemol, tonalidad menor, impregna de dramatismo la atmosfera que vaticina el desenlace. La Orquesta Sinfónica de Yucatán dirigida por Juan Carlos Lomónaco, a 15 años de su creación e importantes puestas en escena de óperas, impactó a la audiencia por la fuerza dramática atenuada por las percusiones emulando las campanas de la iglesia, que en una especie de diálogo y a veces en contraposición, sostuvieron la intensidad y la tensión musical.

El elenco de sello nacional pero con calidad de exportación integrado por el tenor Rodrigo Garciarroyo como el campesino Turiddu, con potentes agudos y una personalidad entre romántica y violenta, apasionado por su amor verdadero, Lola, nos transportó a esa geografía lejana en donde las pasiones afloran sin freno.

Santuzza interpretada por la soprano Eugenia Garza, cuya participación es permanente, el motor del drama, de voz intensa, coloratura dramática y nítidos agudos, fue la más aplaudida a pesar que en la ópera era la repudiada amante. Lola interpretada por Lydia Rendón de tesitura mezzosoprano, encarna la coquetería y su presencia argumental privilegia a la vocal, lo mismo sucede con Mamma Lucía, interpretada por la contralto Linda Saldaña. Finalmente, el arriero Alfio interpretado por el barítono Jesús Suaste, un personaje que se perfilaba alegre, al descubrir la infidelidad de Lola va oscureciendo sus agudos como anticipo de su triunfo sobre Turiddu.

“Una vez al año no hace daño”, reza otro dicho, así que es la oportunidad para deleitarse con el Intermezzo, pieza musical que ha acompañado lo mismo comerciales de firmas reconocidas como filmografía de culto (El Padrino III, donde Michael Corleone asiste al estreno de Cavalleria Rusticana en la Casa de la Ópera de Sicilia a ver el debut de su hijo Anthony como Turiddu y es asesinada su hija Mary). El Intermezzo se deja escuchar en la secuencia final de la trilogía, evocando los recuerdos de Michael Corleone en las diversas etapas de su vida hasta su expiración.

Cavalleria Rusticana se estará presentando en el Teatro José Peón Contreras el 14, 16, 18, 20 y 22 del mes en curso, en una producción donde confluyen los talentos de Ragnar Conde como Director de Escena; María Eugenia Guerrero, Directora del Taller de Ópera de Yucatán; Óscar Altamirano, Diseñador de Escenografía y Utilería; en el Diseño de Iluminación, Carlos Arce; Gabriel Ancira, diseñador de Vestuario, Maquillaje y Peinados e Ilka Monforte, Coordinadora de Maquillaje; todos ellos con amplia y reconocida trayectoria nacional e internacional.

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