Presentan “Alfa”, plaquette del grupo literario Omega

Óscar Muñoz, habla acerca de la reciente presentación de la plaquette "Alfa", la cual es una colaboración editorial entre el grupo literario Omega y Soma, Arte y Cultura. Como muestra incluye una selección de textos de sus integrantes. ¡A leer se ha dicho...!

In memoriam, Pedro Gómez.

El día primero de febrero de 2024 fue presentada la primera plaquette del colectivo Omega en la Biblioteca Central Estatal “Manuel Cepeda Peraza”, en la ciudad de Mérida, Yucatán. La presentación resultó una gran oportunidad para exponer algunas muestras del grupo literario, en particular de los integrantes del colectivo, que tienen distintos orígenes, diferentes formaciones, diversas trayectorias y muy variadas inquietudes artísticas: mientras que algunos han cultivado más la narrativa, otros han apostado por los poemas o el arte dramático o, incluso, las artes visuales.

Sin embargo, a pesar de esta diversidad, el grupo Omega surgió con una doble intención: por una parte, disfrutar el entusiasmo por la escritura y, por otra, compartir sus textos con el público lector. Cabe destacar que los integrantes de Omega acordaron ofrecer esta presentación, como un homenaje luctuoso a Pedro Gómez, quien falleció el año anterior luego de una tenaz resistencia a la enfermedad que se lo llevó, por lo pronto, de esta vida, y que era parte de esta agrupación literaria.

Este querido compañero nació en la Ciudad de México, en 1943. Desde la escuela primaria le gustó la literatura, tanto que, en la escuela secundaria, comenzó a escribir. Pedro Gómez se formó en la Escuela Normal de Maestros y, después, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Al jubilarse, Pedro se avecindó en la ciudad de Mérida, donde participó en varios colectivos, como el taller Hipogeo y el grupo Omega, con el firme propósito de continuar escribiendo. Poco antes de su muerte, fue publicado su libro de cuentos Adiós a los huaches, que fue presentado en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2023.

En la plaquette presentada, fueron incluidos cinco cuentos breves, que son historias de estricta ficción. Cabe señalar que los relatos de Pedro incluyen escenas sorpresivas, generalmente al término de los cuentos o cerca del final. No hay duda de que el autor manejaba la narrativa con gran habilidad y mucho ingenio. Durante la presentación, fue leído un relato de su autoría, titulado Se cansó de soñar, el cual ha sido transcrito en la sección final de este artículo.

Otro integrante de Omega es Alberto Rangel, quien nació en 1947, en la ciudad de Pachuca. A muy temprana edad, su familia se mudó a Tuxpan, Veracruz, donde hizo sus primeros estudios. Después, la familia se cambió a la Ciudad de México, donde se desarrolló profesionalmente como técnico en máquinas de escribir, lo que propició despertara en él el gusto por coleccionarlas y escribir historias en ellas. Ya en Mérida, sus inquietudes artísticas lo llevaron al taller del pintor Daniel Rosel, al tiempo que inició la escritura formal de sus primeros textos.

Cabe señalar que, como parte de su proyecto literario, presenta en la plaquette cuatro memoratas, que corresponden a un subgénero narrativo que implican historias de primera mano (relatos autobiográficos, escritos en primera persona) o historias de segunda mano (relatos biográficos familiares o comunitarios, escritos en tercera persona). Y es este último caso al que pertenecen las narraciones que Alberto Rangel quiso que fueran incluidas en la publicación presentada, una de las cuales fue transcrita al término del artículo y se intitula Mi abue Cholita.      

Por su parte, Gabriela Araujo, también integrante del colectivo, nació en Jalisco, en 1949. Antes de estudiar teatro en la Escuela Nacional de Teatro, ella ya se había iniciado en los escenarios en su estado natal. A lo largo de su extensa trayectoria artística, Gabriela ha destacado en teatro, cine, televisión y radio, y también ha sido una reconocida cantante, locutora, maestra de actuación, productora y directora de teatro, conductora de televisión, además de ser una inquieta escritora. En los últimos tiempos, Gabriela ha creado textos profundos, de los cuales han sido incluidos en la plaquette tres poemas emotivos, que remiten a situaciones de su infancia, a temas controversiales, así como a circunstancias de la vida y la muerte. De estos poemas, ha sido incorporado, al final de este artículo, el poema titulado Primer lamento.

Otro miembro de Omega es Óscar Muñoz, quien nació en la Ciudad de México, en 1953. Su formación, al igual que Pedro Gómez, estuvo en la educación, además de estudiar Lengua y Literatura Españolas. En los años ochenta, tuvo oportunidad de colaborar en los libros de texto gratuitos de la SEP y en la edición de varios libros del Conafe. En su trayectoria literaria, destacan algunas distinciones, como los premios Cuento Brevísimo 1980 y 1984, por la revista El Cuento, y el premio Antoniorrobles 1983, por parte del IBBY México.

De Óscar Muñoz han sido incluidos en la plaquette ocho cuentos breves, que son más breves que los cuentos cortos (hoy llamados minificciones), en los cuales quiso dar rienda suelta a su imaginación y también retar a la imaginación del lector. Es posible que algunos parezcan absurdos al seguir una lógica poco habitual. De estos relatos, ha sido incluido el titulado Mi quinto sueño al final del artículo.

Rogelio Morales, también integrante de la agrupación literaria, nació en 1963, en la Ciudad de México, donde estudió Contabilidad. En su trayectoria laboral, que le exigía viajar por todo el país, leía diversos libros. Desde entonces, surgió su gusto por la lectura y su inquietud por escribir. Cabe destacar que, desde hace algún tiempo, ha venido preparando un proyecto literario titulado Sacbé, el cual sigue madurando hasta el día de hoy.

Ha sido en Omega donde Rogelio ha compartido sus relatos, muchos de los cuales nacieron en la calle, en la cantina, en la historia y, por supuesto, en la imaginación. De esta diversidad narrativa, han sido incorporados en la plaquette tres relatos urbanos, que realmente son tres historias de cantinas, que se han vuelto memorables entre los miembros del grupo. De tales historias ha sido elegido una de ella, la cual aparece al término del artículo, y lleva por nombre Dominó para un solitario.

A continuación, les comparto una muestra de los textos de la plaquette:

“Se cansó de soñar”, por Pedro Gómez †

El sueño la llevó a los ensueños; de los ensueños, a la fantasía, y de la fantasía, a lugares ignotos. ¡Fue demasiado! Entonces, exhausta de ese tráfago incesante, prefirió abrazarse al insomnio, ese espacio sórdido, lleno de cavilaciones, angustia y pesadumbres. La noche, sin prisa, le cerró los párpados y volvió a dormir.

 

El sueño, voraz, la atrapó otra vez. Ella fue incapaz de resistirse a esa laxitud, al calor que despedía su cuerpo, a su respiración leve y al ensalmo de una cabellera que se desparramaba sobre las sábanas y la almohada, donde desencadenaba sus poderosos artilugios. ¿Cómo negarse a estar en ese cuerpo donde se tejen y destejen los deseos ocultos que brotan al liberarse las ataduras de la conciencia?, ¿cómo no recrearse en el torbellino de imágenes que el mismo sueño diestramente desvela a su antojo?

Dueño del cuerpo inerte, el sueño agotó todos sus caudales: fragmentó el tiempo, alteró el espacio, los recuerdos despojados del olvido estrenaron un nuevo ropaje. Fue un festín onírico en el que se solazaba. Pero debe descansar, ha cumplido su tarea. Y ahora, ¿qué le quedaba por hacer? Pues dormir… sumirse él mismo en su propio sueño que le permitiría alcanzar su más grande anhelo: sentir el asombro de despertar junto a ella.

α

“Mi abue Cholita”,  por Alberto Rangel

María Adelaida Soledad del Pilar Méndez López, nombre completo de mi abuela materna, nació en Huamantla, tierra tlaxcalteca, el día de la raza, un doce de octubre de 1908. Su vida infantil transcurrió como cualquier niña de provincia, junto a sus padres y hermanas. Pero, cuando ella cumplió siete años de edad, quedó huérfana junto con sus hermanas mayores, Aurora y María. Y quien se hizo cargo de ellas fue su tío José María, hermano de su madre, quien tenía un molino de nixtamal y una tortillería, donde cual aprendieron esos oficios.

Años más tarde, las tres hermanas emigran a Pachuca, en Hidalgo, cuando mi abuela ya contaba con doce años de edad. Ellas instalaron un molino de nixtamal y una tortillería, con lo que fue posible mantenerse un tiempo. Poco después, Aurora, la mayor de las tres, se casó con Miguel Mariaud, francés que llegó a trabajar a las minas de aquel estado. Después, María se unió a Salvador Gómez, un zapatero y comerciante. Por todo ello, mi abuela tuvo que hacerse cargo del molino y la tortillería ella sola.

Pasaron como siete años así, con el molino a cargo de mi abuela, hasta que ella conoció a quien más tarde sería mi abuelo. Ezequiel Oliva, así se llamaba aquel muchacho que se enamoró de la jovencita Soledad. Ella lo conoció en una tardeada, donde Ezequiel tocaba el violín en el grupo que amenizaba la fiesta. Finalmente, ellos se hicieron novios y se casaron en diciembre de 1927.

α

Primer lamento”, por Gabriela Araujo

Mundo, planeta, tierra:

hervidero de vida de todo tipo,

de toda esencia.

 

Locura, enfermedad, enajenación,

y, sin embargo,

los que buscamos la lúcida libertad,

luchamos por vivirla;

pero ¿existe acaso?

 

Quizá solamente a ratos,

en instantes veloces

que nos llenan de amor y de esperanza

en esta desordenada y brumosa existencia,

con visos de perfección.

 

¿Orden, fidelidad?

¿Dignidad, rectitud, pureza?

Parecen imposibles,

pero una vida a la mano,

alegrita, “plenita”, podría ser.

¿Podría ser?

 

Si con mi propia mano, torpe y adolorida,

¿Cómo plasmo apenas las palabras que quiero,

incapaz de encontrar las exactas?

 

Y aquí estoy garabateándolas,

en este lugar de paso,

medio sola, medio embriagada,

con la cerveza que empino en este Sanborns.

¡Por Dios, en Sanborns!

 

A dónde vine a huir,

a refugiarme del calor,

del ruido, de la pobreza,

de la corrupción del mundo

que deambula y corroe incesante,

que rompe las reglas,

que aleja la esperanza.

 

Me he cansado, estoy harta, herida,

por presenciar tanta descomposición social,

tanta inconsciencia,

tanto de no tener la oportunidad de ser

el ser que necesito ser,

por estar dentro de esta maraña catastrófica

de eventos y circunstancias al parecer imparables,

tanta estupidez que,

dentro de mi cándido punto de ser,

no puedo soportar.

 

Huir, ¿a dónde?

¿al campo, a la montaña, al mar?

Si, donde duela menos la realidad,

donde pueda sanar un poco para continuar.

α

“Mi quinto sueño” por Óscar Muñoz

No sé cómo pude despertar. Mi sueño, en ese momento, era profundo. En mi despertar pude recordar las últimas escenas que soñaba. Por lo general, eso me pasa siempre: si algo externo logra despertarme, puedo retener en mi memoria mi último sueño. Esta vez, soñaba que yo tocaba a mi puerta, aunque no sé exactamente por qué razón. Aún somnoliento, oí que alguien seguía tocando a mi puerta y me levanté a abrir.

De pronto, me vi en la calle caminando hacia mi casa. No sabía de dónde venía. Lo que sí tenía claro era que tenía que llegar a casa. Y ahora, aquí, fuera de mi casa, tocaba mi puerta en espera de que alguien me abra, como si alguien más viviera aquí además de mí. No tengo las llaves para entrar. Seguramente las he perdido. Insisto y vuelvo a tocar, ahora más fuerte, para que ese alguien me escuche y me abra la puerta.

Abro la puerta. Me abren. No es posible. Nos vemos y nos reconocemos, como si tuviéramos cada quien un espejo frente a cada cual. Claro que nos sorprendemos y nos miramos detenidamente. Por un momento, en tanto que yo pensé que seguía durmiendo, yo creía que se trataba de un sueño en el que me encontraba a mí mismo.  No supimos qué hacer, si cerrarme la puerta y regresar a dormir para al final despertar como debe ser o entrar a la fuerza para verificar si estaba despierto realmente o sólo era un esbozo onírico de mí mismo.

α

“Dominó para un solitario” por Rogelio Morales

Don Evaristo es el papá de Pancho, uno de mis mejores amigos. Aunque lo que voy a narrarles so es ninguna anécdota de mi amigo, sino de su papá. Don Evaristo nació en un poblado cercano a El Santo, municipio de Tecozautla, estado de Hidalgo. Hasta hoy, la población sigue siendo remota y alejada. Durante su niñez, lo más adelantado que conocía era la tienda del pueblo de Tecozautla, que había sido heredada de una antigua tienda de raya y en la que era posible encontrar carne de cerdo y pollo, granos, ropa, rifles y cartuchos y muchos artículos más. En la entrada había las tradicionales puertas de cantina y, en el interior, había mesas donde se podía degustar comida y bebidas o algún panecillo.

A los 18 años de edad, don Evaristo decidió emigrar a la Ciudad de México con el propósito de mejorar su economía, la propia y de la familia. En aquel tiempo, el autobús que lo llevó a la ciudad lo dejó en la terminal de camiones foráneos, que ya estaba en la avenida 100 Metros. De ahí, se encaminó hacia la calle Montevideo, donde se encontró con un semáforo en la equina, el primero que veía en su vida. Le pareció extraño que cambiara a ratos de la luz verde a la amarilla y a la roja.  Se asombró ver que los autos, los camiones, las motos y hasta las bicicletas se detuvieran cuando tenía la luz roja y avanzaran con la verde.

Después de un tiempo de observar el funcionamiento de aquel artefacto en aquella esquina, pensó en buscar un lugar donde algo. A unos pasos, don Evaristo paso enfrente de la cantina Montevideo. Sus puertas eran iguales a las de la vieja tienda de Tecozautla y, al asomarse, vio que había mesas iguales a las de la tienda que conocía.

Don Evaristo entró a la cantina, se acercó a la barra, que para él era el mostrador, aunque nadie le preguntó lo que quería comprar. De pronto, un hombre con delantal le señaló que fuera asentarse a alguna mesa y que la mesera iría a tomarle la orden. Hizo lo que le pidieron, aguantando la risa de ver a un hombre con delantal de mujer.

Una vez sentado en una mesa, esperó, pero nadie le hacía caso. Entonces, puso atención a lo que hacían los demás. Vio que entraron dos caballeros, que se sentaron en la mesa de junto, y uno de ellos levantó la mano para llamar a la mesera. Se dio cuenta que, cuando la mujer se acercó a aquellos clientes, el hombre pidió: “Dos cervezas Carta Blanca y la botana”. De inmediato, él levantó la mano, la mesera se acercó y le pidió lo que escuchó: “Dos cervezas Carta Blanca y botana”. La mujer lo vio algo incrédula, pero le tomó la orden.

Luego que la mesera le llevó su orden, don Evaristo devoró la botana y bebió las dos cervezas. Casi enseguida, el hombre de al lado alzó de nuevo la mano, la mesera se acercó y él pidió: “Dos cervezas más y la siguiente botana.” Don Evaristo repitió lo hecho y dicho por el de al lado: “Dos cervezas más y la siguiente botana”.

Un poco después, el cliente de junto llamó a la mujer para pedir: “Un Potosí, un Hornitos y un dominó”. Don Evaristo, para no errar, repitió lo solicitado por los de al lado: “Un Potosí, un Hornitos y un dominó”. La mesera volteó a mirarlo más extrañada y le preguntó: “¿Solo?”, a lo que él le contestó: “Bueno, me lo traes con leche.”

α

*La plaquette Alfa es una colaboración editorial entre el grupo literaria Omega y la revista Soma, Arte y Cultura.

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