Ser negro y orgulloso: “El infiltrado del Klan”

El infiltrado del Klan (Blackkklansman, 2018) a decir de muchos, marca el regreso del director Spike Lee a los reflectores -en realidad nunca se fue, pues el año pasado también estrenó Pass Over, una obra de teatro filmada en vivo). Mas bien es su retorno al cine de ficción, ya que en años recientes estuvo involucrado en documentales y en proyectos para la televisión como la serie She´s gotta have it (Netflix, 2017).

La trama está basada en la historia real de Ron Stallworth (John David Washington, hijo de Denzel), primer oficial afroamericano del departamento de policía de Colorado Springs, quien en la década de los setentas pasa de ser el responsable de los archivos policiales a trabajar como agente encubierto encargado de infiltrarse en el Ku Klux Klan local. Para ello, contará con la ayuda de Flip Zimmerman (Adam Driver), un colega blanco de origen judío quien fungirá como su alterego a la hora de tratar frente a frente con los encapuchados.

No cabe duda que este filme es una obra de madurez de Spike Lee, quien es conocido por una larga serie de alegatos cinematográficos siempre en torno a los derechos civiles de los negros en Norteamérica (Do the right thing, Malcolm X, Jungle Fever y un largo etcétera). Pero en este caso la película está lejos de tener una intención panfletaria, puesto que oscila entre el drama y la comedia, derrochando mordacidad y un humor inevitablemente negro.

No obstante, lo anterior no le resta un ápice de inteligencia al argumento, que establece un símil entre la época de agitación política de las Panteras Negras y la posición de poder que David Duke (Topher Grace), ostentaba en ese momento como Supremo Mago del Klan con la actualidad intolerancia y los disturbios civiles provocados por la era de Donald Trump. La crítica social, si bien elegante, no es nada sutil a la hora de referirse a los blancos supremacistas de todas las épocas.

 

Aún así, tiene momentos hilarantes que alivian la carga ideológica de la cinta. La estética está emparentada con las producciones cinematográficas del Black Power y el cine de blaxplotation, haciendo referencias al detective Shaft (Richard Roundtree) y la heroína afroamericana por antonomasia, la bella Foxy Brown (Pam Grier). Asimismo, satiriza a la llamada “basura blanca” que conformaba -y conforma- a los segregacionistas que todavía hoy en nombre de la libertad de expresión enarbolan la infame bandera de los Confederados, aquellos esclavistas sureños que recientemente protagonizaron protestas en Carolina del Sur.

Todo es emocionante y divertido hasta el final de antología, que justifica sus ocho nominaciones al Oscar, donde mediante unos dollys nos transporta al siglo XXI, con imágenes documentales que cierran el poderoso discurso de Lee, quien parece decirnos que el mal puede surgir en cualquier lugar donde la gente simplemente decida no hacer algo en contra de la injusticia infligida entre nuestros semejantes. 

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